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  Domingo 03 de Mayo de 2009  
 
 
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  Toda una vida de pluma y bongó
Músico y dibujante, Carlos es conocido por su humildad. .Pertenece afectivamente a dos grandes familias de artistas. .A sus 84 años es homenajeado en el documental de Luz Rapoport.
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"Una persona que es músico, historiador y dibujante debe ser un buen tipo. Vamos a comprar su libro a ver qué dice". La frase se la dijo una madre a su hijo durante la presentación de uno de los libros de Carlos "Chingolo" Casalla en esta ciudad. La señora compró "El Gran Lago", de Editorial Caleuche, donde se resumen los principales acontecimientos históricos de la zona del lago Nahuel Huapi, desde 1962.

En Bariloche, Chingolo es conocido por su humildad y disposición hacia los demás, por ser un gran músico y formar parte afectivamente de dos grandes familias de artistas: los Casalla y los Rapoport. Formaron excelentes grupos musicales y recientemente Luz Rapoport, cineasta, presentó la película "Pluma y Bongó", la cual resume en 48 minutos la vida de Carlos, quien el 1 de mayo cumplió 84 años.

Sus cuadros y dibujos adornan los salones de numerosos hoteles en Bariloche y sus libros y revistas literalmente dieron la vuelta al mundo. Como músico se destacó en el jazz y grabó dos CD de su autoría.

Casalla nació en el barrio porteño de Abasto, en 1926. Sus padres nacieron en Argentina y eran hijos de inmigrantes. Tiene dos hermanos, Eduardo y Luis María, también músicos. El primero es baterista y el segundo un gran trombonista, hoy fallecido.

Estudió dibujo y pintura en la escuela Prilidiano Pueyrredón y a su término ingresó a trabajar en la editorial Columba y más tarde en los diario La Razón y Democracia, de Capital Federal. Paralelamente, hacia fines de los años cuarenta, formó su banda de jazz en el "Bob Club Argentino".

Su personaje más conocido es el cabo Savino, que comenzó a publicarse en 1951 en el diario La Razón y duró más de sesenta años. Actualmente se publica en "Río Negro".

"Los dibujos son toda imaginación. El trabajo no es difícil para mí porque hice casi toda la vida historietas y es lo mismo. Incluso inventé varias caras. Hay numerosas personas en la historia que no tienen imágenes reales. Por ello, hicimos la imagen de acuerdo a la época. Si era un tipo que estaba cinco meses en el desierto, se supone que tenía barba y estaría desalineado. Lo inventás, es como si haces una película", explicó en diálogo con "Río Negro".

Asegura que le encantó repasar la historia de la Patagonia, en particular de la región aledaña al lago Nahuel Huapi, sobre la cual publicó el libro El Gran Lago. "Todo el trabajo de historietas en mi vida fue eso: leer historia, investigar y dibujar a sus protagonistas, con vestimentas y equipos de cada época". Savino, El Cosaco (un héroe ruso) o Alamo Jim (un cowboy), son fieles ejemplos de ello. También dibujó a "Perdido Joe" (un pianista blanco en Nueva Orleans), "Larsen", "Chaco" y "Memorias de un Porteño Viejo", donde recreó las aventuras de conquistadores, religiosos, científicos y militares que llegaron a la región abriendo huella a la posterior colonización. Por "Chaco" recibió el primer premio ilustración de la Asociación de Editores de Revistas, en 1992. También realizó las viñetas y dibujos del libro de su hermano Luis María "Bicho": "Jazz, orígenes y evolución", publicado en Buenos Aires.

Llegó a radicarse a Bariloche a fines de 1952, con su esposa Norma María Bralo y su hija mayor, Silvia Marcela. Comenzó a trabajar como guía de turismo y también como fotógrafo, en las excursiones lacustres "con las embarcaciones que tenían Parques Nacionales y Nello Garagnani". Asimismo continuó dibujando para diarios de Buenos Aires. Una enfermedad de su padre obligó a los Casalla a regresar a la Capital Federal. Chingolo ingresa como empleado efectivo en editorial Columba.

Regresó al sur en 1969, con sus tres hijos: Silvia, Patricia y Carlitos. Tenía el carné de periodista profesional y contrato con tres editoriales porteñas. Alquilaron una casa en la zona del Llao Llao, cercana a la cancha de golf. "Un lugar paradisíaco", recuerda. Con los años construyeron una casa en el barrio Melipal que vendieron, para mudarse más arriba, hacia el cerro Otto, "donde había más tranquilidad", sostuvo.

En esos años conoció al gallego Manolo Puente Blanco, un montañés del Club Andino Bariloche, entusiasmado por la historia, la investigación y los pioneros del Nahuel Huapi. "Manolo repitió varios de los viajes que hicieron los exploradores Nicolás Mascardi y Francisco Menéndez y me entusiasmó para preparar mi primer trabajo sobre los pioneros de la zona -explicó y agregó- Descubrí personajes increíbles, como Guillermo Cox, quien visitó la zona en 1860 y vivió aventuras fantásticas", afirma Casalla.

Otro de los pioneros que lo deslumbró fue Geroge Chaworth Musters, quien en 1869 viajó de las islas Malvinas a tierra del Fuego, luego a Santa Cruz y desde allí hasta las tolderías de Shaihueque, en el Caleufu (unos 100 kilómetros al norte del lago Nahuel Huapi), continuando luego al fuerte del Carmen de Patagones, donde se sumó a una de las expediciones de los indios tehuelches. Musters tenía 29 años.

En su otra pasión, la música, incursionó a partir de los 16 años. Con su amigo y compinche Geno Díaz, un gran pianista, con quien se conocieron en Bellas Artes, comenzaron a concurrir a los bailes y cafés, para escuchar jazz y tango. En 1945, con Enrique Villegas, lograron grabar su primer tema musical. Formaron un trío y Chingolo fue el baterista. "Se ganaba bien, juntábamos tres veces mi sueldo de dibujante en el diario", recordó. No obstante, la seguridad de un empleo fijo lo llevó a priorizar el dibujo antes que la música.

La residencia en Bariloche lo alejó de la música. "Comencé a juntarme con Nelson Pearson y formamos una bandita "La Última Jazz Band", también con Norberto Gandini, Telechea, Sarandría y otros", recordó con nostalgia. Hicieron varias giras por la provincia y según Chingolo "nos divertimos bastante".

Fue un grupo de aficionados, hasta que llegó Diego Rapoport, con una importante trayectoria profesional. El grupo se reformuló y también se sumaron Miguel Nitzche, en saxo alto, y el hijo de Chingolo, Carlitos, en bajo y percusión.

Sostiene que "la música funciona como terapia, alivia las neuronas". Lleva el ritmo en la sangre y por ello, es frecuente que las reuniones familiares se transformen en un recital. No en vano, la mayoría son grandes músicos. Están Javier (hijo de Eduardo) un gran violinista que integró la Orquesta Sinfónica Nacional y hoy el grupo BajoFondo, Carlitos, percusionista y bajista que actuó varios años junto a Miguel Cantilo.

En la película de Luz se puede ver a toda la gran familia "Raposalla" y "Casaport" en concierto, con los abuelos, hijos y nietos. Joaquín, hijo de Javier Rapoport se suma a Nehuen y Santiago, hijos de Diego Rapoport, pianista que formó parte de Spinetta-Jade, Raíces y Celeste. El documental finaliza con un recital en el cine Arrayanes, con el grupo BajoFondo, al que se sumaron varios integrantes de las familias.

Dos grandes "clanes"

Los Casalla y los Rapoport se presentaron por primera vez en público durante el mes de enero de 2006, a sala llena, tanto en la Biblioteca Sarmiento como en el Salón Araucanía.

Los recitales arrancaron con el trío "Truco Gallo", Guillermo Navarro, Francisco Martínez Castro y Santiago Rapoport, quienes templaron en escenario con tres temas "Hotel", "Lloró" y "Capicúa" y mucha energía.

Detrás llegaron Javier Casalla con su virtuoso violín y su primo Carlitos en percusión y toda clase de sonidos aleatorios para dar comienzo a un derroche de buena música con un verdadero ensueño sonoro.

A partir de allí la noche no cambió, el recital ofreció un constante flujo de talento en un dinámico recambio de músicos contundentes que, casi jugando, compartieron con el público el placer que sienten y el amor que ponen a la hora de hacer música.

Custión de familia: la admiración entre padres, hijos, hermanos, primos y amigos fue otro condimento agradable del concierto.

En ese tren, Diego Rapoport vibró la emoción de tocar por primera vez junto sus hijos Santiago y Nehuen, bajistas ambos -a pesar del esfuerzo de su padre por inculcarles el piano- de excelente madera. Como fondo sonó la inigualable batería de Chingolo.

En noviembre de 2007 se presentó "La Chingolera", con un CD y un show a cargo de la familia Casalla. La cita tuvo lugar en el salón El Cóndor del hotel Edelweiss y fue motorizada por Javier Casalla, quien se había radicado en Bariloche hacía algunos meses.

El show fue espectacular y combinó el folclore, el jazz y el rock con la música cubana y afroamericana. Estuvo a cargo de Chingolo (percusión y voz) y su hermano Eduardo (batería); Carlitos (hijo de Chingolo, en percusión, bajo y voz); Javier (hijo de Eduardo, en violín, guitarra y coros) y Joaquín (hijo de Javier, en percusión). También participaron Pablo Juni (batería), pablo Aznarez (violín), Juanjo Miraglia (guitarra) y Mariela Alzatti (congas).

Los músicos grabaron el CD "La Chingolera", que mereció cuatro estrellas en la revista "Rolling Stone.

   
   
 
 
 
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