"1810 les cayó del cielo como un meteorito y no sabían qué hacer con él. La revolución les sobrevino y sólo unos años después empezaron a darse cuenta de que esto era definitivo", grafica el historiador Luis Alberto Romero los inicios del proceso de independización de lo que hoy es la Argentina.
"El desmoronamiento del imperio español con las invasiones napoleónicas desencadenó una crisis política y con lo que se encontró la gente el 25 de mayo de 1810 fue con que no había poder legítimo y que alguien tenía que hacerse cargo. Y se hicieron cargo".
El cabildo abierto de mayo de 1810 dio así paso a un proceso revolucionario que decantó finalmente en 1816 en la Declaración de la Independencia de las Provincias Unidas del Sur, gran parte de lo que hoy es Argentina.
Recorridos 200 años de aquel momento histórico, hoy "la oportunidad quizás no es tanto como para que pasen cosas sino como para pensar qué es lo que hicimos y qué es lo que podríamos hacer", plantea Romero en una entrevista con la agencia dpa.
En estos dos siglos Argentina registró cambios notables, con fuertes olas de inmigración extranjera e interna desde el siglo XIX que tuvieron una influencia clave en la formación de la identidad nacional. Incluso para los historiadores resulta complejo trazar una línea de comparación.
"Argentina sufrió un cambio tan impresionante a lo largo de su historia que nada queda de aquel país que fue hace 200 años, ni siquiera rastros materiales", señala el historiador Gabriel Di Meglio, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) especializado en la época de la Revolución.
"Por oposición al ´viejo mundo´ que encarnaba Europa, si algo tienen en común los revolucionarios y las generaciones que proyectaron la Argentina y otros países de la región es que miraron hacia adelante. La construcción es hacia adelante y no hacia atrás. La idea de recuperar un pasado glorioso no existía", afirma el historiador.
Quizás allí nacen algunos rasgos del "nacionalismo soberbio" que explica Romero, al aseverar que muchos creían "que Argentina tenía un destino de grandeza asignado".
También del "nacionalismo paranoico, en el sentido de que si las cosas no resultaron como tenían que resultar fue porque desde afuera estaban decididos a perjudicarnos".
Mientras tanto, varios de los ideales que proclamaron los revolucionarios se lograron, como el de "crear un país independiente, una república, en nombre de la libertad". "Pero otro principio que es fuerte en la Revolución y que queda mucho menos logrado es el de la igualdad. Es el principio que queda más trunco" a lo largo de la historia argentina, señala Di Meglio.
Pero cada época le da un sentido diferente a los mismos ideales, puntualiza Romero. "La igualdad en 1813 probablemente significaba la eliminación de la aristocracia y de la esclavitud, y en 1945 significaba la justicia social", precisa.
"Hacia fines del siglo XIX Argentina tenía una sociedad muy móvil, con mucha capacidad para integrar inmigrantes y para que los hijos estuvieran mejor que los padres. Hoy, Argentina dejó de ser móvil e integrada y se parece bastante a lo que era Latinoamérica en 1900, con sociedades escindidas", señala Romero.
"Hasta la década de 1970, el país era en general progresista, pero desde allí hasta ahora es un país decadente", asevera el autor de una extensa bibliografía sobre investigación histórica.
El politólogo Rosendo Fraga coincide con Romero. "El Bicentenario encuentra al país en una situación de decadencia", subraya a dpa. "No sólo el volumen de su economía ha caído sino que también lo está haciendo su nivel educativo".
"En 1810, Argentina era aproximadamente el 2 por ciento de la economía de América Latina; un siglo después, el 50 por ciento; y ahora ha retrocedido al 8 por ciento", precisa el director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.
Fraga sostiene que los principales desafíos de esta nación sudamericana son "reconstruir la credibilidad institucional, dadas las constantes y reiteradas rupturas en las reglas de juego". "En lo social debe reducir la desigualdad y para ello es fundamental elevar la calidad de la educación pública. Reinsertar el país en el mundo es otro punto central de la agenda pendiente".
El analista político subraya que "el problema del Bicentenario es que encuentra al país con menos voluntad de emprender la agenda de asignaturas pendientes". En ese contexto, hay "muy poco interés por el festejo del Bicentenario, tanto dentro como fuera del gobierno".
Di Meglio plantea otra mirada para entender "qué nos pasó" sin partir desde la "idea del fracaso". "La pregunta negativa lleva a una respuesta negativa", advierte.
"Si uno compara con las expectativas, sin duda hay un fracaso. Ahora, si uno compara con las cosas que también podrían haber sucedido, no. Argentina podría haber sido Australia y podría haber sido Haití, perfectamente. No estaba escrito en ningún lado que tenía un destino glorioso", asegura.
Di Meglio remarca que "la mirada nostálgica de una Argentina potencia está generando algo que nunca existió". "Es un mal argentino creer que la historia terminó, que ya perdimos y fracasamos, pero en realidad el partido está jugándose todavía".
CECILIA CAMINOS