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Evitan entrar a discutir la calidad del gasto que el Estado dedica a la educación, por Horacio López | ||
No es cierto que el Gobierno no tenga dinero como lo expresa el Ministro; es más, lo viene gastando y desde hace décadas lo que ocurre que no lo hace bien. | ||
La convivencia con un conflicto durante décadas puede expresar dos cosas, la incapacidad de los involucrados por resolver el problema o bien una mutua conveniencia del estado de situación, algo así como un falso sentimiento de bienestar, producto de no modificar el statu quo.Año tras año, para esta época comienza el acostumbrado conflicto docente. Se disparan entonces las guerras de declaraciones entre los responsables de Educación del gobierno y los sindicalistas, cada uno repitiendo sus mismos argumentos. De esta forma el conflicto progresa, sin posibilidad de solución adentrándose en el paro como amenaza. Perdidos varios días de clase, las partes comienzan a flexibilizar sus posturas y luego, consumado el desastre, se ponen de acuerdo. Lo que sigue es una discusión de meses sobre los descuentos de los días no trabajados, la relativización del daño causado al calendario escolar, las propuestas mágicas de recuperación y finalmente se consume otro ciclo lectivo. Hasta aquí nada nuevo, una historia decadente, frustrante y conocida sin beneficio para nadie y con perjuicio para la educación pública.Ni al sindicato ni al gobierno le aburre esta patética historia reiterada, lo que si ambos evitan es entrar en la discusión de los verdaderos temas importantes, aquellos que en el fondo destrabarían el conflicto y probablemente para siempre. Lo que se evita es entrar a discutir la calidad del gasto que el Estado dedica a la educación y para eso hay que poner los números sobre la mesa, de la misma manera que para hacer un diagnóstico sobre nuestra salud, leemos los números que aparecen en nuestros análisis de laboratorio. No es cierto que el Gobierno no tenga dinero como lo expresa el Ministro; es más, lo viene gastando y desde hace décadas lo que ocurre que no lo hace bien. En los últimos cuatro años, solo en salarios docentes y no docentes el estado pasó de pagar 355 millones de pesos anuales en 2005 a 970 millones en 2009. Lo lamentable de esto es que en el mismo período los alumnos del sector estatal pasaron de 162.843 en 2005 a 161.165 en 2009. Quiere decir que mientras el gasto en salarios creció 170% la matrícula descendió 1%. La explicación está en que mientras descienden los alumnos aumentan los cargos docentes.En 2005 los cargos, incluidas horas cátedras sumaban 18.368 y cuatro años más tarde se acercan a 21.000 o sea un crecimiento del 14%. Si juntamos el gasto en salarios y la matrícula entonces las cifras sorprenden aún más:En 2005 un alumno le costaba al estado rionegrino solo en concepto de sueldo docente 2.189 pesos anuales, mientras que en el 2009 esa cifra se acerca a los 6000. Cuando hablaremos entonces de lo importante, que no es el coctel de números de los párrafos anteriores, sino la decadencia de un sistema que expulsa estudiantes al sector privado o lo que es peor fuera de la escuela. No es momento entonces de hablar de calidad educativa, de productividad del recurso humano, de capacitación docente, de todo aquello que transforme al sistema en inclusivo y eficiente en lugar de burocrático y repelente. Una década atrás el sistema funcionaba con un cargo docente cada 14 alumnos, porque hoy no podemos dar mejor educación si tenemos un cargo cada 8.Lo más triste es que esta educación la sufren los sectores más vulnerables de la sociedad, porque en definitiva quienes creen que la salida a esto la da la educación privada toman sus decisiones y de esta forma es que se explica que en los últimos diez años la mátricula estatal creció solo 5% mientras que la privada aumento un 42% y 30 de esos 42 puntos lo hizo entre los años 1997 y 2002 no justamente los de mayor bonanza económica. De continuar evitando la discusión de la calidad del gasto, el nivel de conflictividad y puja será creciente y lejos quedará el anhelo de una educación de calidad para todos, indispensable para el verdadero desarrollo de una sociedad.
Horacio López, administrador de empresas. | ||
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