Martes 09 de Febrero de 2010 20 > Carta de Lectores
Un asunto de Estado

Según los partes médicos, Néstor Kirchner está recuperándose con rapidez de la operación de emergencia a la que fue sometido el domingo por la tarde, de suerte que dentro de un par de días podrá hacer lo que se llama una vida normal, pero así y todo el episodio ha servido para recordarnos lo precaria que es la salud no sólo del ex presidente sino también del esquema sui géneris de poder que ha sabido construir. Si bien en nuestro país es casi rutinario que el presidente o su equivalente se vea constreñido a visitar el quirófano por problemas cardíacos, como le sucedió en octubre de 1993 a Carlos Menem y en junio del 2001 a Fernando de la Rúa, y era de dominio público que Kirchner tenía que cuidarse mucho porque era propenso a sufrir enfermedades gástricas agudas, la noticia mantuvo en vilo a todos los preocupados por la evolución de la política nacional. Aunque Kirchner no ocupa ningún lugar formal en el organigrama gubernamental, sigue actuando como si todavía fuera el presidente de la República y, lo que es peor, insiste en que todos los ministros, sin excluir al supuestamente encargado de manejar la economía nacional, obedezcan sin chistar todas sus órdenes, por excéntricas que fueran. Puesto que desde hace años el mundillo político en su conjunto, incluyendo, huelga decirlo, a las distintas facciones opositoras, gira en torno a Kirchner, el eventual alejamiento del diputado de los centros de poder tendría un impacto muy fuerte en la vida del país, ya que sería necesario crear un sistema nuevo. ¿Sería capaz la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de cumplir sus funciones sin contar con la presencia constante de su cónyuge? En teoría, debería poder hacerlo, pero parecería que se ha acostumbrado tanto a desempeñar un papel secundario en el esquema improvisado por su antecesor, con la aquiescencia cada vez más malhumorada del resto de la sociedad, que es legítimo dudarlo.

Mal que nos pese, la transición hacia la democracia que se inició cuando por fin los militares optaron por abandonar el rol de "reserva moral de la República" que se habían adjudicado dista de haber concluido. Hemos logrado resistirnos a la tentación de entregar el poder a una dictadura supuestamente iluminada toda vez que nos encontramos en crisis, pero aún no hemos conseguido dejar atrás el caudillismo que, al permitir que una sola persona concentre el poder en sus propias manos, les ahorra a los demás la obligación de asumir plenamente todas sus responsabilidades. Solucionar el problema no es nada fácil. No basta con que algunos, acaso muchos, individuos se opongan al autoritarismo arbitrario del mandamás de turno. Para que la Argentina fuera una democracia de verdad, sería preciso que también la mayoría de los oficialistas mismos aprendiera a anteponer el respeto por las reglas constitucionales a la lealtad para con su jefe, algo que, por desgracia, no está por ocurrir. Mientras tanto, tendremos que habituarnos a la alternancia de períodos de estabilidad aparente en los que el caudillo cuenta con la aprobación del grueso de la población con otros muy conflictivos signados por la lucha entre un oficialismo que se bate en retirada y una oposición confusa resuelta a apurar ya su salida, ya a forzarlo a actuar con menos prepotencia.

Tal y como están las cosas, lo que en otras circunstancias sería un drama personal se convierte automáticamente en un asunto de Estado. Si, como se prevé, Néstor Kirchner se recupera completamente en los días próximos, muy poco cambiará, pero si por razones médicas tiene que conformarse con un tren de vida mucho menos ajetreado que antes, el panorama político frente al país será muy distinto. Con tal que la presidenta no se sienta demasiado desanimada por la enfermedad de su marido, podría ayudar a impulsar la transición aún incompleta hacia la democracia aceptando que no se trata de un sistema que sólo funciona si el Poder Ejecutivo logra marginar al Legislativo y al Judicial, sino de uno en que la autoridad está compartida y por lo tanto a menudo es necesario consensuar. Caso contrario, la posibilidad de que en cualquier momento Kirchner sufra una nueva recaída hará todavía más incierto el futuro político nacional que ya se ha visto oscurecido por la negativa obstinada del ex presidente a entender el mensaje que le envió el electorado a mediados del año pasado.

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