PUERTO SAN ANTONIO ESTE (ASA).- El grueso lecho de caracoles blancos que crujen bajo los pies de los que se acercan a la costa parece no terminar nunca. En la amplitud de la playa que se abre como una postal, el mar irrumpe con su azul intenso fundiéndose con los tonos celestes del horizonte, como si el agua fuera sólo una prolongación del cielo.
Así de mágica es la imagen que devuelve "La conchilla", con sus playas ubicadas a sólo 50 kilómetros de San Antonio Oeste y a 70 de Las Grutas, en el acceso al Puerto San Antonio Este.
Aquí todo es distinto, desde la textura y los colores del paisaje hasta la quietud y el silencio que lo caracterizan, que se quiebra de pronto no por el bullicio de los turistas ni por la música de algún parador, sino por la musicalidad de esas miles de conchillas erosionadas por el tiempo que le dan nombre al lugar, que al ser movidas por el vaivén de las olas producen un sonido cristalino, como una sinfonía que se repite sistemáticamente, aportando relax a los que se entregan a disfrutar de la playa con todos los sentidos.
La particularidad del lugar atrae a un perfil de visitantes que se alejan de las aglomeraciones y sus innumerables ofertas recreativas. En las largas jornadas al aire libre que se desarrollan en este balneario no existe la masiva presencia de animadores que arenguen a bailar, ni la repetición de las canciones de moda por potentes altoparlantes.
Dispersos por la costa, las familias, los grupos de amigos o las parejas comparten ruedas de mate, toman sol o controlan a sus niños que corren libremente hasta el borde del agua, en la que una franja de delicada arena se hace más evidente imprimiendo las huellas que luego borra la espuma que deja el mar a su paso.
Tal vez debido a estas características, el sitio es cada vez más elegido por aquellos que no sólo lo visitan para satisfacer su curiosidad sino que optan por rendirse a su calma y disfrutan en él el grueso de sus días de estadía.
Tiempo atrás, la ausencia de los servicios básicos en la playa contribuía a hacer más cortas las visitas de los veraneantes, pero actualmente la presencia de un parador inaugurado hace unos años aporta confort a las jornadas y tienta a los turistas. Nadie se aleja sin probar las opciones que ofrece el menú del lugar, basado en tradicionales mariscos y pescados de la zona, que pueden ser degustados en el marco de ese paisaje único.
Además, la cercanía de la pequeña villa pesquera permite realizar incursiones al casco de la ciudad ya sea para curiosear la oferta gastrónomica del puñado de locales del rubro que se distinguen por la calidad y frescura de sus productos, o para ingresar a otras playas cercanas, desde las que se puede observar la actividad que despliega la terminal de servicios portuarios, que en plena temporada de exportación es visitada por numerosos buques de altura, que llegan desde los más remotos países a aprovisionarse de fruta.