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¿Por qué los lectores descargan tanta agresividad en sus comentarios? | ||
"Muchos de los comentaristas de páginas y blogs suelen vaciar "pensamientos" dignos de letrina, que seguramente no osarían proferir si firmaran con nombre y apellido, ya que su propio lodo no dejaría de enchastrarlos", explica el periodista Marcelo Moreno al analizar la conducta de quienes dicen "opinar" en la web y en realidad están haciendo otra cosa muy distinta. | ||
Que Internet es la maravilla de las maravillas que nos deslumbra y seguirá haciéndolo cada vez con fulgores más potentes, ya resulta difícil de discutir. Que está produciendo, acelerada y silenciosamente, una revolución cultural de alcances desconocidos, es una afirmación que parece fuera de debate. Pero este súbito prodigio, como la vida misma, trae sus daños colaterales. Bien lo saben las industrias de la música, los libros, el cine y la prensa, entre otras, con la cultura de lo gratis en la red. Bien lo saben los maestros y profesores de medio mundo, desafiados por la cultura fraudulenta de "copiar y pegar". Una de las desdichas más malsanas de Internet es la explosión de la cultura del odio, ese sentimiento profundamente estúpido, burdo e irracional que recorre la historia, en general bajo la reiterada forma de persecuciones étnicas, raciales y religiosas. Parapetados en el presunto anonimato de sus nicks, muchos de los comentaristas de páginas y blogs suelen vaciar "pensamientos" dignos de letrina, que seguramente no osarían proferir si firmaran con nombre y apellido, ya que su propio lodo no dejaría de enchastrarlos. Hay, incluso, hasta sitios de "odio" y otros que convocan a esa ya casi enigmática pulsión -aunque tan contemporánea- que nos arroja al universo intelectual de las cavernas. Hace años que tengo un blog en Clarín.com, llamado "Antilógicas". He explicitado en varias oportunidades las normas mínimas de educación que es necesario guardar para publicar los comentarios de los combloguers. Sin embargo, hay recalcitrantes que envían diatribas ofensivas, que saben impublicables, acaso sólo por el placer de escribirlas. O a sabiendas que sólo tendrán un lector: el que elimine lo que se tomaron el trabajo de enhebrar. Se parecen a los pequeños que muestran, orgullosos, sus heces a sus padres. Confieso que no encuentro explicación a semejante actitud pero doy fe que no supone una rareza. Quizá, simplemente, porque a veces el odio es más fuerte. (Publicado por Marcelo Moreno en la columna Disparador de Clarín el miércoles 3 de febrero del 2010) | ||
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