| Si no fuera por el hecho de que en diversas ocasiones en el pasado un derrumbe económico se haya visto precedido por un boom de consumo, el incremento notable que se ha registrado este año de la cantidad de personas que han podido disfrutar de vacaciones en los lugares turísticos del país haría pensar que el estado de la economía nacional dista de ser tan malo como suponen muchos empresarios, analistas y políticos opositores. Hasta ahora, empero, los voceros del gobierno kirchnerista han sido extrañamente reacios a tomar lo que promete ser una temporada muy exitosa por evidencia de que su "modelo" goza de buena salud, acaso porque se sienten tan sorprendidos como el que más por lo que ha ocurrido o porque sospechan que en cualquier momento podría ocurrir algo que los obligara a retractarse. Sea como fuere, el que el auge consumista no haya contribuido a mejorar la imagen de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y la de su marido debería preocuparlos mucho. Al fin y al cabo, no es ningún secreto que la pareja espera reconciliarse con la ciudadanía, sobre todo con la parte representada por lo que aún queda de la clase media, haciendo aumentar el gasto público con el propósito de difundir la ilusión de que merced a sus esfuerzos el país está experimentando un período de prosperidad inédita. Si la estrategia así supuesta no funcionara, las perspectivas ante los Kirchner seguirían siendo sombrías. De todos modos, las noticias positivas que han llegado desde el frente turístico contrastan con otras que son mucho menos alentadoras. En varias provincias del interior como Córdoba y Santa Fe, la crisis energética se ha hecho sentir mediante apagones prolongados y, puesto que el sistema nacional ya está operando al límite, existe el peligro de que lo mismo ocurra en la Capital Federal, lo que con toda seguridad daría lugar a protestas airadas. Por lo demás, la agresividad insólita de sindicalistas y sus aliados coyunturales como aquellos que, en la terminal de Retiro, apedrearon un ómnibus lleno de turistas, ha contribuido a caldear los ánimos de quienes ya se sentían abrumados por la ola de calor que afectaba buena parte del país. Huelga decir que la sensación de descontrol producido por tales episodios no ayuda del todo a un gobierno que ya se ha visto criticado por el escaso interés que ha mostrado por los temas relacionados con la seguridad ciudadana y por su propensión a anteponer la voluntad de congraciarse con líderes sindicales desprestigiados a su deber de hacer respetar la ley. Como es natural, los perjudicados por los apagones atribuyen la condición precaria de la red energética a la falta de previsión de un gobierno que, por motivos electoralistas, obstaculizó durante muchos años las inversiones en el sector, mientras que los afectados directa o indirectamente por la violencia sindical la achacan a la notoria resistencia de la pareja gobernante a enfrentarse con los "movimientos sociales", a menos que se trate de las agrupaciones antikirchneristas que han provocado desmanes en Santa Cruz. Como los voceros de tantos gobiernos anteriores, los del actual siguen mofándose de "los agoreros" que prevén desastres por venir que, por fortuna, aún no se han concretado, pero últimamente lo han hecho con menos convicción que en el pasado. Dadas las circunstancias, puede entenderse la inquietud que se ha apoderado de todos salvo los kirchneristas más vehementes. Aunque a fines del año pasado la mayoría de los economistas, incluyendo a los empleados por instituciones internacionales, creyó que la Argentina, al igual que casi todos los demás países latinoamericanos, reanudaría el crecimiento luego de una recesión no muy grave atribuible a la crisis internacional, la confianza así manifestada ha dado lugar al pesimismo provocado por el temor a que el gobierno continúe cometiendo errores garrafales como los que desataron el conflicto con el presidente del Banco Central. Por lo demás, se prevé que, de producirse la recuperación vaticinada, la inflación no podría sino cobrar más fuerza, lo que agravaría la situación ya penosa en la que se encuentran los sectores de menores ingresos del conurbano bonaerense que, a pesar del deterioro de su estándar de vida, siguen constituyendo el "núcleo duro" del electorado kirchnerista. | |