NEUQUÉN (AN).- La agrodependiente localidad de San Patricio del Chañar ha visto casi duplicar su población con el arribo de unos 4.000 trabajadores temporarios que entre diciembre y abril se abocan a la cosecha de la manzana, pera y vid. La gran demanda de residencias hace que muchos golondrinas terminen hacinados en pequeñas habitaciones que alquilan por precios exorbitantes. Otros se quedan en las gamelas y galpones que tienen las chacras en las que trabajan también en condiciones lamentables.
El fenómeno migratorio está a la vista en la plaza del pueblo y calles de esta pequeña localidad, ubicada a 55 kilómetros al norte de la capital provincial, que no llega a los 7.000 habitantes y que colapsa con cada vez que comienza la temporada de cosecha.
El área productiva del Chañar se extiende poco más de 25 kilómetros a ambos lados de la ruta 7. Manzana, pera, cereza y desde hace una década viñedos, son el fuerte de la zona que atrae a miles de trabajadores golondrinas de provincias del norte del país, principalmente tucumanos y santiagueños, que se ven beneficiados ante la falta o ausencia de mano de obra local.
Fuentes oficiales y de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre) coinciden al advertir que para esta temporada hay alrededor de unos 4.000 norteños trabajando en las chacras del Chañar.
"Nosotros tenemos unos 2.500 golondrinas registrados y pueden haber llegado a los 4.000 en los primeros días de este año", reconoció Oscar Galaci delegado de la Uatre.
Mientras tanto, en las afueras de la comisaría 13º, frente a la plaza, se observan grupos de norteños realizando los trámites de rigor para obtener la libreta que les permita trabajar.
En cuanto a las condiciones en las que viven la mayoría de los trabajadores norteños son bastante complicadas, dato que es confirmado desde la Uatre.
"La demanda durante la cosecha genera problemas sociales en el mismo pueblo que no está preparado para recibir a tanta gente. Los empleadores les dan plata para que alquilen una piecita en la que terminan viviendo hacinados entre siete u ocho trabajadores. Después, si uno se da una vuelta por el pueblo, los ves a todos cuando cae la tarde sentados en la vereda tomando mate", contó Galaci quien admitió que los arrendadores se aprovechan de la gran demanda que hay y sacan ventaja de esa situación.
A los trabajadores golondrinas, una pieza se la alquilan por encima de los 750 pesos. Muchos terminan tirando colchones o frazadas en el piso para poder dormir.
Durante el fin de semana la plaza se transforma en el centro de reunión de los trabajadores temporarios a los que se ve sentados en los bancos o en el césped compartiendo bebidas y mates.
Hay otra porción importante de trabajadores que consigue techo en las gamelas de las chacras que son contratados y sólo van al pueblo día por medio en busca de alimentos ya que al no tener heladera no pueden comprar más de lo que consumen.
Las gamelas son edificios de material de unas diez habitaciones de 2,50 metros cuadrados, cada una, cuentan con luz, agua, un baño común que incluye ducha por lo que al final de la ardua jornada se pueden refrescar.
En estos lugares también suelen estar hacinados entre seis y siete personas por habitación, algunos de ellos con niños.
No en todas las chacras el trato es el mismo ya que hay empresarios que acondicionan las gamelas antes de la temporada y no permiten más de cuatro personas por habitación. Pero son los menos. Existen otros casos donde los trabajadores terminan arrumbados en la esquina de un galpón o en improvisadas carpas donde pasan sus horas de descanso sin agua y sin baño.
GUILLERMO ELIA