La fiesta está llegando a su fin y ahora se acerca el tiempo de pagar la diversión. Los años de bonanza están dando paso a un período de penurias y complejidades que van a revivir viejos fantasmas.
La Casa Rosada se convierte en el epicentro de todos los reclamos. Los tiempos de los vítores y elogios han quedado atrás. Afloran resquemores, viejas cuitas. Dardos envenenados azuzan al país.
Son los primeros síntomas de la descomposición de un esquema de poder draconiano, basado en comprar voluntades. Un esquema tan viejo como la historia misma y que subsiste en la medida en que existan recursos, pero que se derrumba en épocas de vacas flacas.
Así se ve hoy el país. Cruzado por una tempestad de problemas, con la población en la más absoluta indefensión y con la dirigencia política jugando sus propios intereses, cuando no de vacaciones.
Los números fiscales, la inflación encubierta y un creciente número de desempleados encubiertos son el fiel reflejo de un país al borde de otra crisis.
El déficit fiscal amenaza con ser la causa madre de otro quebranto generalizado. Los ahorros de los futuros jubilados siguen siendo la fuente de ingresos clave del sector público. El exceso de gastos de la administración Kirchner apunta ahora a dilapidar el esfuerzo de millones de argentinos en pos de su proyecto político.
Una prueba de ello. Cuando se confiscaron estos ahorros privados se argumentó que una de las causas era que las ex AFJP invertían la mitad de la cartera en títulos públicos y que esto llevaría a la ruina a los futuros beneficiarios. El Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) que maneja la Anses muestra que la inversión en títulos públicos supera el 62%. Dicho de otro modo, de cada 8 pesos invertidos 5 corresponden a títulos de la deuda. Para colmo y merced sólo a movimientos especulativos de los mercados, esos títulos dejaron una jugosa ganancia en el 2009, a pesar de las funestas inversiones realizadas en papeleras quebradas o en el mantenimiento de una aerolínea que arroja pérdidas. Una de las curiosidades que muestra la cartera de la Anses es que casi 1/4 de las inversiones en acciones corresponde a Telecom, una empresa que por estos días afronta la amenaza de la estatización si no entrega la mitad de su paquete accionario a algún amigo del poder, en una aventura estatista que puede costar millones de dólares en litigios.
Esto fortalecería la tesitura oficial. Sin embargo, el gobierno se apropió de las ganancias de los ahorros jubilatorios y las utilizó para enjuagar el déficit fiscal.
El déficit fiscal del 2009 real es de 40.000 millones de pesos. El contable fue de 7.100 millones de pesos. Pero se computaron como ingresos unos 10.500 millones de pesos provenientes de la ayuda extraordinaria del Fondo Monetario Internacional (FMI), otros 11.000 millones de pesos de la colocación de las reservas del BCRA -en rigor se trata de ganancias contables no realizadas-, más unos 12.500 millones de pesos provenientes del FGS, lo que totaliza los 40.000 millones de pesos de rojo fiscal.
Este nivel de déficit esconde una explosión del gasto público que es insostenible porque en el 2010 no se contará con los ingresos extraordinarios del FMI, las ganancias superlativas del FGS y de la colocación de reservas que será menor en la medida en que sirvan para sustentar el proyecto político del matrimonio regente.
Sólo para que en el 2010 las cuentas se igualen a las del 2009, habrá que hacer un recorte del gasto público de unos 25.000 millones de pesos. ¿Alguien cree que los Kirchner utilizarán la tijera en momentos que arrecian los pedidos de fondos de las provincias para financiar sus gastos? La realidad del interior muestra que hay una media docena de provincias que paga sus sueldos en cuotas. Otra media docena que no puede refinanciar sus vencimientos de deuda, y otras tantas que paga tasas superiores al 15% para conseguir financiamiento de cortísimo plazo. El resto, por ahora, no muestra síntomas de preocupación.
Hasta las provincias más ricas están en una situación de apremio. Por caso, Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba enfrentan penurias. Ahora, en las sombras, el oficialismo -cercado por los fallos judiciales recientes- negocia con las provincias y con el radicalismo una porción del Fondo del Bicentenario (FOBI) para paliar la precaria situación financiera. El FOBI ascendería a unos 10.000 millones de dólares, a repartir 6.500 millones para la Nación y el resto a distribuir entre las provincias, lo que va a desatar una puja por esos recursos.
Pero esto es sólo una ilusión. ¿Hasta cuándo durará la ficción? Cuando se acaben los fondos habrá que echar mano nuevamente a las reservas.
Mientras tanto, y a la par con el enjuague de gastos, el gobierno vuelca al mercado una mayor cantidad de liquidez que ya no puede ser absorbida por las colocaciones de letras por parte del BCRA, lo cual se convierte en combustible para la inflación.
El propio BCRA no pudo hacer una estimación de la escalada de precios que espera para el 2010, como tampoco pudo hacer una proyección de la demanda de ajustes salariales que pedirán los sindicatos en las próximas discusiones paritarias.
Déficit fiscal, emisión monetaria, inflación y puja salarial son el revés de la moneda de la pelea por las reservas del BCRA.
Para algunas personas esta historia puede resultar conocida. Tal vez los que peinan canas encuentran una reminiscencia de los años ´70. El gobierno también y repite la historia con una obstinación llamativa. La fiesta llegó al final. ¿Quién paga la cuenta?
MIGUEL ANGEL ROUCO
(*) Analista económico