No es la primera vez que el suscripto y otros innumerables vecinos del Neuquén y Río Negro ponemos en letras nuestra preocupación por la degradación que sufren los principales recursos naturales de las dos provincias, que son los ríos que componen la cuenca del Negro.
Esta reiteración en manifestarnos demuestra que el problema no se resuelve y se agrava a medida que crecen las poblaciones sin el acompañamiento adecuado de servicios básicos, como son, en este caso, las redes cloacales y las correspondientes plantas de tratamiento, que no solamente se deben construir sino deben funcionar adecuadamente, con tecnología y mantenimiento apropiados.
Bienvenido el nuevo informe de la Defensoría del Pueblo de Neuquén, que ha puesto sobre la mesa este viejo tema; pero me preocupa la displicencia con que han respondido, o han callado que es otra forma de respuesta, los organismos responsables, como son la municipalidad, el EPAS, Recursos Hídricos del Neuquén, Medio Ambiente, Autoridad Interjurisdiccional de Cuencas. Por ejemplo, el representante municipal que respondió se preocupó sólo de que los balnearios no estuvieran contaminados, aunque no pudieron evitar que algunos de estos centros fueran clausurados, justamente porque los niveles de contaminación pondrían en riesgo la salud de los bañistas.
El río genera múltiples actividades y es justamente la balnearia (es decir las posibilidades recreativas) la menos relevante para el proceso de degradación que sufren el Limay y el Neuquén, con la permanente derivación continua de miles y miles de litros de efluentes cloacales sin tratar y de otros caudales que provienen de plantas industriales de distinto tipo.
Está visto que los funcionarios que tienen responsabilidades sobre la calidad de los cursos y espejos de agua no tienen en claro que las poblaciones ribereñas de las dos provincias se encuentran allí porque están los ríos. Que el hombre se asentó aquí no por capricho ni porque le gustaba el viento, sino por las posibilidades que le ofrecían estos manantiales en medio del desierto norpatagónico. Por algo se sintetiza la importancia del recurso en tres palabras: el agua es vida. Elemental, básico, para que sea entendido por todos, incluidos los funcionarios.
Seguramente, como están acostumbrados a hacerlo, funcionarios y autoridades políticas relacionados con el tema capearán este temporal de denuncias y demandas, y en poco tiempo otros hechos o la llegada del otoño y el retiro de los bañistas les darán tregua.
Pero, como una enfermedad silenciosa, la contaminación seguirá avanzando sobre el cuerpo ya afectado del hasta unas pocas décadas inmaculado, impoluto Limay, del aluvional Neuquén y del manso y generoso Negro. ¿qué hará falta para que los administradores del Estado de las dos provincias reaccionen y se impongan un programa eficaz y continuo de saneamiento? Involucro a los rionegrinos porque desde sus costas también se contamina, pero fundamentalmente porque aceptan mansamente que nosotros, los neuquinos, le enviemos aguas abajo los desechos cloacales de Neuquén, Plottier, Centenario y efluentes industriales de todo tipo.
Éstos son los temas que exigen políticas y acciones regionales y deberían ser motivo de reuniones, afectación de recursos y monitoreos permanentes. ¿O acaso porque el Alto Valle rionegrino se riega desde una toma ubicada fuera del área contaminada (dique Ingeniero Ballester), no temen que los exigentes compradores del norte algún día rechacen sus peras y manzanas por la calidad del agua con la que se riega?
Estamos convirtiendo a nuestros ríos en tributarios de desechos y si el proceso continúa en algunos años serán una enorme cloaca que llevará todo al Atlántico. Ya no tengo dudas: la necedad nos gobierna. Pero me ilusiono con que la ciudadanía responsable, de las dos provincias, se ponga de pie en defensa de la vida, como tantas veces lo hicimos.
Ricardo Villar
DNI 8.377.070 - Neuquén