PUERTO PRÍNCIPE (AFP).- El gobierno haitiano quiere desplazar a centenares de miles de damnificados por el sismo hacia el interior del país, plan recibido con indiferencia o recelo por una población desorientada.
Un millón de personas se quedó sin hogar hace poco más de dos semanas en el peor sismo en cerca de dos siglos en Haití y más de 235.000 ya abandonaron la capital, donde se concentraba en torno al 60% de la riqueza del país.
Los parques de Puerto Príncipe fueron tomados masivamente por los refugiados pero mucha gente duerme también ante sus casas, en plena calle, sin querer perder de vista sus pertenencias.
Los damnificados "deberán abandonar los campamentos", afirmó el lunes el ministro de Salud haitiano Alex Larsen, quien advirtió del riesgo de epidemias. Los que abandonaron Puerto Príncipe, sin embargo, lo hicieron por decisión propia.
El gobierno dice contar con dos campos casi listos para albergar a 40.000 personas, uno de ellos en Croix de Bouquets, a unos 15 kilómetros de la capital. "¿Irme a Croix de Bouquets? No tengo problema, si hay seguridad", dice Israel Jeanclaude, de 62 años, que vive a cielo abierto frente al derruido palacio presidencial.
Jeanclaude va y viene infatigablemente del campamento hacia su casa destrozada en la calle principal, sacando ropa para su familia.
Su principal preocupación es la seguridad de sus tres hijas adolescentes, para las cuales la escuela o la universidad se terminó este año. La familia Jeanclaude recibió la primera ayuda -un saco de arroz- de las fuerzas estadounidenses y no tiene nada que perder, dice el padre.
"No tenemos nada, sólo lo que llevamos encima. Pero no queremos una tienda, queremos un techo", insiste. Ni Israel Jeanclaude ni su hijo han oído hablar de programas para limpiar las calles de escombros, que les permitirían ganarse un sueldo.
"Yo no voy a ir a Croix de Bouquets ni a ningún lado. Mañana empiezo a trabajar de nuevo", afirma rotunda Martine Désir, de 24 años. Martine vive con su familia, nueve en total, también ante el palacio presidencial, uno de los lugares que el ministro de Salud quiere desalojar en primer lugar. Trabaja de operadora para una compañía telefónica local.
Martine muestra orgullosa el mensaje que le mandó su empresa al celular: "Confirme por favor antes del miércoles que está disponible". Su trabajo, pagado a 100 gourdes (unos 3 dólares) brutos por hora, puede significar la diferencia entre la miseria y una vida decente para el resto de la familia. "No puedo ir tan lejos, imposible", se lamenta.
Pero el caso de Martine es particular dentro del océano de damnificados en Puerto Príncipe: gente que tiene un trabajo pero no un techo.
El 70% de los haitianos no tenía un empleo antes del sismo y el 80% vivía con menos de dos dólares al día.
Manassé Osny, de 33 años, y su madre duermen bajo un humilde toldo en una calle del barrio de Delmas. La casa que alquilaban se vino abajo y ninguno de los dos tiene dinero ni para lo más imprescindible.
"Somos 39 familias que vivimos en la calle", cuenta Manassé. Por la noche la bloquean para poder dormir, como sucede en centenares de calles de toda la capital. Eso ya creó tensiones con los conductores de transporte con ayuda.