En una reciente audición de televisión por cable, se observó un hecho que puede llegar a reproducirse en la Cámara de Diputados. En efecto, se trataba el tema del Fondo del Bicentenario y eran invitados, entre otros, los diputados Diana Conti, Federico Pinedo, Alfonso Prat Gay y Fernando "Pino" Solanas. Cuando le tocó hablar a este último, lanzó un violento ataque sobre la legitimidad de la deuda externa y cuestionó que se estuvieran discutiendo temas que no hacían a la esencia del problema, que era debatir la legitimidad y rechazar, por ende, hasta que ese debate no se produjera, cualquier pago al respecto.

Lo sorprendente fue que este virulento planteo dejó en silencio a los demás participantes de la mesa redonda, especialmente a los diputados considerados de "derecha", Pinedo y Prat Gay, temerosos, al parecer, de mostrarse defendiendo a los bonistas.

Los bonistas, muchos de ellos residentes argentinos, nos dieron su dinero para comprar títulos públicos emitidos por el país a una tasa de interés que reflejaba el denominado "riesgo país". Si luego el país despilfarró esos recursos en gastos improductivos, no es culpa de los bonistas.

Tildarlos, como se hizo durante el canje, de avaros, codiciosos y usureros no fue sino otra muestra de nuestra permanente tendencia a culpar a otros, de nuestra irresponsabilidad.

Estas consideraciones podrían habérselas hecho a "Pino" Solanas los citados diputados de "derecha", pero el referido temor parece haberlos paralizado. ¿Por qué puede ser tan terrible para los políticos ser considerados de "derecha"? Todos quieren ser "progresistas", porque "derecha" es sinónimo de insensibilidad social, de no querer la redistribución del ingreso, de no interesarse ni de la salud y ni de la educación públicas. "Derecha", en fin, parece ser un anatema electoral.

Nuestra dirigencia política, en general, desconfía del capital, de la ganancia y, por sobre todas las cosas, aborrece todo lo financiero, sinónimo de pecado, y lo opone a la economía "real"; pero eso sí, vive hablando de la necesidad del crédito abundante y barato y, a la par, atacando la "renta" financiera, es decir castigar a aquel que coloca sus ahorros en depósitos a plazo fijo.

Mientras no se entienda el nexo entre lo financiero y lo productivo, seguiremos con la escasez crónica del crédito y reclamaremos, en vano, por el nivel de las tasas de interés.

LUIS GARCIA MARTINEZ

(*) Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas