En el fútbol nunca se juega por nada. Incluso los partidos amistosos ocultan historias que pueden estallar con una derrota. Como le pasó a Boca en un torneo de verano.

Hace casi una semana, Alfio Basile renunció después de que River lo goleó y lo bailó. Pero no fue el verano el que se tragó al Coco.

El DT ya había renunciado un día antes del comienzo de la primavera, tras aquella derrota en La Bombonera ante Godoy Cruz (2-3). Aquella vez lo convencieron y siguió hasta la caída con River (1-3) de la semana pasada. Esta vez nadie se interesó en convencerlo y el Coco se fue.

La historia reciente dice que en Boca las cosas van mal hace tiempo. No sólo porque el equipo juega muy mal, sino porque las divisiones internas lo están comiendo por dentro, en el vestuario y en las oficinas. El plantel está partido y la dirigencia también se resquebraja.

Están quienes apoyaban a Basile y quienes no. Y quienes apoyaban a Carlos Bianchi y quienes no lo pueden ni ver. Por suerte para estos últimos, Bianchi ayer renunció a su cargo de manager, el otro gran fracaso boquense. ¿O debiera decirse el verdadero gran fracaso, aunque Ameal insista en decir lo contrario?

En esto debió estar pensando el relator de tevé, quien parece tener viejas cuentas pendientes con el Virrey y se regodeaba con las miserias futbolísticas de Boca y gozaba del toque de River, que será una anécdota pasado mañana.

Mientras tanto, su comentarista no paraba de mandar avisos publicitarios y Tití se encargaba de leer de su celular las cargadas de los hinchas de River a los de Boca.

JUAN MOCCIARO