Gracias Alicia y Ángel por las historias y los escritos y un afecto reiniciado.
Mi tío Carlos murió hace dieciocho años, y tenía ochenta y nueve.
A veces, muy pocas, nos cruzábamos en la vereda, nos saludábamos y? nada. Y él sabía que yo sabía.
Sabía que solidariamente me refugió en su casa varios días, en aquellos terribles tiempos de 1974. Nunca lo vi. No vi a nadie, salvo a Rudy, que una noche vino a decirme con voz ronca de emoción "nació Facundo". Y fue en el auto del tío Carlos que Rudy me llevó al sur, lejos de la persecución pregolpe de estado.
Si hubiera parado y lo hubiera invitado a un ca-fé? No. Este verbo inútil no reinará en esta nota.
Demuestra la física cuántica que existen muchos universos paralelos.
En uno, el que yo viví, nos cruzamos con el tío Carlos y seguimos cada cual a lo suyo. En otro, nos paramos y después de los saludos y algún silencio, me animo y lo invito a tomar un café.
Charlamos. Mucho. Mucho más de lo que puedo resumir aquí.
Tío, te agradezco la mano que me diste aquella vez. No es nada, cualquiera lo hubiera hecho. No. No cualquiera, sonrío, pero no le discuto. El sabe que es familia comprometida en la solidaridad. Contame de vos, le pido. Sus ojitos pícaros y sabios se clavan en los míos: ¿todo?, sí, todo.
Como le digo al almirante Anaya, en esta carta que le mandé en agosto del 82, "soy un hombre de 80 años. Nací en 1902 en el barrio de Almagro. A los siete años mis padres se radicaron en Puerto Militar (hoy Puerto Belgrano). Allí conocí jefes como los almirantes Irízar, Montes, Domeq, otros más. Los que hicieron la historia de la Armada, verdaderos hombres de mar. Y voy al grano."
"Después de Malvinas, Galtieri se lavó las manos y pidió el retiro. El aviador Lami Dozo también lleno de laureles, se va a su casa. Ahora usted anuncia para días más, que se las toma pidiendo pasar a retiro, que, como los dos anteriores, les resulta rociado con una abultada mensualidad? Y ¿sabe por qué le escribo? Porque los marinos tienen la "ley del mar". Yo estaba en Ushuaia se hundió el "Monte Cervantes". El único que no se salvó, pudiendo hacerlo, fue su capitán? "Y después de este tragicómico accionar de esta trilogía antorchada, del episodio de Malvinas no nos quedan más que los muertos de esa asesina aventura pergeñada entre gallos y medianoche? pero usted pide pasar a retiro y aquí no ha pasado nada. Señor almirante, cuando en su plácido retiro sienta remordimientos por su complicidad y gran culpa en el episodio Malvinas, relea esta carta"?
Uau, digo. ¿Y te contestó?
Se termina el café de un trago y me dice, qué va, qué me iba a decir ¡Tiene razón señor! Y no tuviste miedo, (como si yo no supiera lo que era enfrentar esta gente, como si no me acordara que se arriesgó a prestarme su casa y su auto?) y me responde claro, pero las cosas hay que decirlas, ¿no?
Sí. Hay que decirlas. Prendo un cigarrillo. No te molesta. No, pero deberías dejar de fumar, hace mal. Y contame cuando fuiste periodista en Puerto Belgrano y escribiste como ahora escribo yo, cosas de la vida, detalles. Y saca un pliego de papeles y me muestra: "El ruiseñor" por J. Carlos Segovia y una presentación del editor acerca de "las virtudes del joven JCS", y" El conquistador" y "La niña cursi" y?
Y cuando le escribiste a monseñor De Nevares, me dejás ver ésa, claro, aquí está, yo puteaba porque la jerarquía de la Iglesia no decía nada de los atropellos, y me contestó. Y veo esa cursiva magnífica, elegante, "estimado señor Segovia, enero de 1976"? nena, me tengo que ir, no te vayas, contame de esas cartas y de las notas en el diario de Puerto Belgrano y de cuando te ibas a Hong Kong en barco y tus hermanas te escondieron las maletas y no pudiste ir y te enojaste tanto que te fuiste a Ushuaia y de cuando trabajaste en la cárcel y el Petiso Orejudo te cortaba el pelo?
Se me hace tarde, tengo papeles que revisar en la escribanía, seguimos otro día, eh?
Y paga, por supuesto, y salimos del brazo a la mañana clara.