El poder es un ámbito donde declinan los más encumbrados valores, las tentaciones rompen con elementales equilibrios y donde se arman los entornos y componendas como principal arma para la intimidación y así amedrentar virtudes sometiendo conciencias y creando una legión de temerosos esclavos.

El poder seduce y el mayor miedo de los corruptos e inmorales es quedar fuera de su aura protectora. Se puede mantener inmune a este flagelo si uno tiene sólidas sus convicciones, incólume los valores morales y bien en alto el honor de lo que se representa si no se trepida en el sano propósito de su logro.

Muchos son los que sostienen que el poder corrompe. Esto es una terrible falacia. Nadie con sano criterio puede sostener tamaño despropósito; quienes alimentan esa idea es porque son corruptos o cómplices de esas prácticas.

Cuando el pueblo delega en sus representantes la autoridad para la realización de fines nobles, de ninguna manera está implícita la idea de transformar el gobierno y el poder en formas corruptas de ejercerlos.

Cuando esta situación se da es porque quienes llegaron a él utilizaron prácticas demagógicas, apelaron al engaño y fueron embaucadores para poder hacerse de la voluntad popular y así concretar lo obvio: una real estafa a la voluntad popular.

El poder de un gobierno nunca podrá ser mancillado por la oprobiosa conducta de deliberados farsantes; el poder de un gobierno es honorable y los hombres y mujeres que lo detentan deben honrarlo. Ésa es la natural tendencia y, por mucho que se lo manosee, su suerte no será otra que la de encausarse, porque indefectiblemente la voluntad de todo el pueblo se impondrá.

Agustín R. Molina, DNI 8.635.983 - Catriel