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Entre la calle y las caricaturas | ||
Cristian Valverde tiene 35 años y hace más de 10 se gana la vida haciendo caricaturas. Observa con detenimiento, analiza y dibuja los rostros, a veces sobre papel y en otras muchas ocasiones imaginariamente, de todos aquellos que pasan por la calle. Donde él trabaja, donde el desarrolla "su don". Sentado al lado de su tablero de dibujo, en la céntrica y transitada vereda del Banco Nación de Bariloche, donde trabaja desde los 23, confiesa que desde muy chico quiso hacer lo que hace: dibujar. Cuando terminó la secundaria se fue a vivir a Buenos Aires. Allí estudió y perfeccionó su técnica en la Escuela Argentina de Historieta. Sólo con un lápiz, una hoja y su talento a cuestas, espera el día en que algún turista se acerque en busca de una caricatura propia. Mientras tanto "vivo bien gracias a lo que hago, brindo un servicio diferente y encima me divierto", sonríe. Con orgullo, explica que la gente se sienta frente a él y en menos de 5 minutos caricaturiza sus caras. "Lo fundamental es sacar la expresión y la esencia de los gestos", explica, y agrega que "para hacer esto es importante tener creatividad y sobre todo, la cabeza abierta". Le brillan los ojos cuando habla y su sonrisa es grande y plena, a pesar del "fresco" cordillerano. Se nota que disfruta lo que hace. Está en su horario de trabajo y charla distendido, como si estuviera conversando con amigos en un bar. "No me imagino haciendo otra cosa. Desde muy chico hago esto. Todavía no caminaba y ya andaba dibujando", bromea. Pero no todo es color de rosas para Cristian, ya que a la hora de hablar de las contras que existen al trabajar en la calle, asegura que además de tener que soportar las bajas temperaturas del invierno, "es como estar en negro, porque no tengo obra social, aportes jubilatorios ni nada". "Cuando tenga 80 años voy a seguir firme acá, no me va a quedar otra", sostiene, entre risas. Además "hay muchos prejuicios con respecto al trabajo callejero, ya que muchos lo menosprecian y no entienden que es un trabajo más, como cualquier otro", indica. Después de muchos años de esfuerzo, Cristian pudo conseguir un techo propio donde vive hace 3 años junto a su novia. Gracias a lo que gana, afirma que todavía tiene la suerte de "poder vivir" haciendo lo que le gusta. Todos los días llega a "su vereda" cerca de las 15 y suele irse a las 22, aunque "a veces son las doce de la noche y sigo dibujando". Allí hace alrededor de 10 caras por da y en temporada alta la cifra alcanza las 40 diarias. Cristian está caricaturizando a un joven de musculosa. Con movimientos rápidos y gran meticulosidad, baja y sube el lápiz sobre el papel, mira al chico, sombrea, observa otra vez, remarca y finalmente, termina su obra. El jovencito se va contento con su rostro reflejado en una simple hoja y el dibujante sigue haciendo eso que tan bien sabe hacer. | ||
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