Antes de los recitales en Buenos Aires, y bastante antes de llegar a Neuquén, "Río Negro" habló con Joaquín Sabina, casi un local en la Argentina. Algo que quedó demsotrado el jueves, en la Bombonera, cuando se llevó al público en el bolsillo.
Pero lo cierto es que Sabina viene de un largo silencio. Cuatro años para ser más exactos que ahora se traducen en "Vinagre y rosas", disco de Platino en el país, y razón de esta gira que lo traerá el 11 de febrero a Neuquén (ver aparte).
El anterior disco, "Alivio de luto", se editó en 2005. El primero es del 78.
Pasados casi 32 años, ha publicado dieciocho discos, de los que ha vendido más de nueve millones de ejemplares.
De las catorce canciones de "Vinagre y rosas", diez las compuso con Benjamín Prado, una con Luis García Montero y otra sobre un poema de Violeta Parra (1917-1967).
Hoy, con sesenta años a cuestas, (nació en Úbeda, Jaén, el 12 de febrero del 49), Sabina sigue mostrándose escéptico, utópico, real y fantástico, y a la vez, nostálgico, decepcionado, inspirado, emocionante y despojado humorista.
Felicidad doméstica
"Yo había hecho "Enemigos íntimos" con Fito (Páez), un compacto compuesto y grabado entre dos. Luego, "Dos pájaros de un tiro" que resultó de unos conciertos, mejor de una fiesta intergeneracional con mi primo el catalán. Y me faltaba escribir un disco a cuatro manos. Me encontré con mi amigo el poeta Benjamín Prado en un bar de Madrid y me dijo: ¡estoy hecho mierda! Y me preguntó cómo estaba. Le contesté: en una cierta felicidad doméstica. ¿Cómo has podido caer tan bajo?, me replicó.", cuenta Sabina, en la entrevista con "Río Negro".
Y sigue, casi sin pausa: "Pues tenía razón, no se me ocurría una puta canción y nos fuimos a Praga el día siguiente. Así suceden las cosas que a mí me gustan, un poco por azar y casualidad. Con Benjamín fue una experiencia preciosa que el ha contado en un libro, "Romper una canción". Es un exagerado. No hubo tantas mujeres?", se ríe el cantante.
"A esta edad he descubierto el placer de desayunar, de dormir la siesta, ver telebasura. ¡Una porquería! Antes la vida era más al límite, más peligrosa, pero mucho más divertida. Ignoraba yo dónde iba a despertarme y con quién. Ni siquiera sabía cómo me llamaba. La noche era lo único que vivía, ahora estoy descubriendo el día y no está tan mal!", dice, no sin cierta melancolía por el tiempo que ya se fue.
"Hoy me veo más viejo. Con muchísimos miedos a envejecer, a morirme. No tengo nostalgia, pero sí memoria y me acuerdo que era un trueno. Ahora vengo a Buenos Aires y no puedo prenderle fuego ni salir por las noches. Voy con guardaespaldas".
-¿No te jode?
Me veo más viejo. Más viejo y con el mismo problema de siempre, a ver si se me ocurre algo, si consigo otra vez engañar a la gente.
-Acabás de definir tu trabajo de compositor como engaño. ¿Cómo se teje una canción? ¿Aparece después de haber vivido una instancia fuerte, luego de un momento de vacío, de un período de soledad? ¿Cómo se gesta un tema que termina convirtiéndose en nuestro, con el tiempo?
-Yo envidio muchísimo a una gran parte de mis colegas que hacen un trabajo riguroso y sistemático. Es decir que van por las mañanas o por las tardes o por las noches, a una determinada hora, a trabajar para que nazca una canción. Nunca fui capaz de hacerlo, nunca supe hacerlo. Lo intenté muchas veces. Las canciones vienen o no. En mi caso, paso secas muy largas, a veces de años. Si ellas no quieren venir, pues no vienen. A veces las provoco, a veces se dejan provocar y otras veces, no. Pero no tengo un procedimiento sistemático ni una fórmula siquiera.
En mi casa hay un estudio de grabación estupendo y un despachito maravilloso, todo preparado para escribir muy bien. Jamás conseguí sentarme ahí y hacer una sola canción. Aparecen en los trenes, en los aeropuertos, si me voy a Praga con Benjamín Prado o en La Biela (Recoleta), una noche. O yo qué sé.
De verdad no sé y me gustaría saberlo, porque eso me ahorraría muchas desesperaciones. Si sé cuándo tengo un pájaro en mano y cuándo puede evolucionar hacia una canción. Y una vez que la tengo escrita, tampoco sé si se producirá el milagro de ir a cantar a Neuquén y que la gente la cante. Porque hay obras mías que nadie canta. Nunca sabe uno. Es un género tan turbio, tan mixto, tan relacionado con la sentimentalidad popular, con el corazón de las personas, que es casi milagroso. Si lo supiera, con el dinero que da el mercado del pop, del rock y de la canción popular, repetiría la misma fórmula siempre. Me han llamado personas a decir: quiero cantar un tema tuyo, por qué no me haces una como "Y nos dieron las diez". Imposible. Claro?"
