Si bien los presidentes de ciertos países africanos son reacios a arriesgarse emprendiendo giras prolongadas a otras partes del mundo por miedo a que un rival los desensille antes de su regreso, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no tiene motivos genuinos para temer que si se ausentara del país por 10 días el vicepresidente Julio Cobos aprovecharía la oportunidad para producir cambios que no serían de su agrado. Como señaló el presidente de la UCR, el senador Ernesto Sanz, Cobos "nunca fue un peligro ni tomó una decisión cuando le tocó reemplazar a la presidenta". Que éste haya sido el caso puede entenderse, ya que Cobos sabe que su buena imagen depende de la impresión de que, a diferencia de la presidenta y su marido, él sí está resuelto a respetar la letra y el espíritu de la Constitución, de suerte que sería poco probable que se prestara a maniobras destinadas a debilitar todavía más a un gobierno que últimamente parece haber tomado conciencia de su propia precariedad. ¿Por qué, pues, dice Cristina que la razón por la que ha suspendido su visita a nuestro "aliado estratégico", China, consiste en su negativa a permitir que Cobos se encargue del Poder Ejecutivo? En opinión de muchos, es porque quiere tapar el conflicto en torno al uso de las reservas y la independencia del Banco Central que tanto le ha costado por otro que podría tener un desenlace que desde su punto de vista sería más favorable. Puede que se haya equivocado, ya que la situación difícil en que se encuentra el gobierno se debe a mucho más que la presencia ingrata de un hombre de personalidad conciliadora que tiene poco en común con los demás integrantes del equipo oficialista, pero no cabe duda de que los Kirchner y sus simpatizantes se sentirían aliviados si por fin lograran librarse del mendocino cuya supervivencia les recuerda a diario que su poder es más limitado de lo que quisieran hacer pensar.

Con todo, los Kirchner entienden que muchos opositores están a favor de privar a Cobos del atril que le supone la vicepresidencia. No les preocupa tanto lo anómalo que es que el radical disidente se las haya arreglado para combinar los papeles presuntamente incompatibles de vicepresidente y referente principal de la oposición, cuanto el hecho de que Cobos se haya erigido en el favorito para suceder a Cristina como presidente de la Nación y que desde hace más de un año sea el político más popular del país. Así las cosas, otros aspirantes como Elisa Carrió, Mauricio Macri, Francisco de Narváez y algunos líderes radicales desearían privarlo de una ventaja que podría ser decisiva, obligándolo a competir con ellos en igualdad de condiciones.

Por su parte, Cobos preferiría mantenerse en su puesto hasta vísperas de las próximas elecciones presidenciales, puesto que no puede sino comprender que su figuración actual se debe en buena medida a que, para desazón de los Kirchner, insiste en conservar el cargo que le dio el electorado en el 2007. Para colmo, a esta altura nadie puede ignorar que Cobos representa mejor que Cristina lo que en aquel entonces quienes votaron por la fórmula oficialista creían elegir, ya que no se preveía que, a pesar de no ocupar ningún lugar en el organigrama gubernamental, el ex presidente Néstor Kirchner seguiría actuando como presidente de facto.

Según Cristina, Cobos se niega a cumplir "el rol que le asigna la Constitución". Sin embargo, sucede que la Constitución dice muy poco sobre lo que debería hacer el vicepresidente salvo desempeñarse con el mismo "patriotismo y lealtad" que el presidente, lo que no significa que le es forzoso obedecer sin chistar a su superior inmediato o, como en el caso actual, al cónyuge de la presidenta. Lo entiendan o no los Kirchner, todavía no se ha reemplazado la Constitución nacional por el conjunto de reglas no escritas que impera en su facción peronista particular, de modo que sería poco probable que prosperara un intento de echarlo mediante un juicio político o una maniobra jurídica. Así y todo, tarde o temprano llegará el día en que el propio Cobos tendrá que decidir si le conviene continuar ocupando el puesto para el que fue elegido, aunque es de suponer que se resistirá a abandonarlo hasta que se haya asegurado otro igualmente útil como candidato presidencial de una alianza dominada por la UCR.