Israel podría convertirse en la más paupérrima de las grandes economías del mundo una vez que obtenga el dorsal número 32 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), cuyo secretario general, Ángel Gurría, aseguró el martes que ese país entrará en la organización este año.
Israel, que inició las negociaciones para entrar en la OCDE en el 2007, ha recibido numerosas recomendaciones para que su perfil social y económico se acerque al de las grandes economías del mundo.
Los dos gobiernos que han dirigido el país desde entonces, el de Ehud Olmert y el actual de Benjamin Netanyahu, han respondido con medidas en materia de empleo, educación, trabajo o asuntos sociales, y ya ha recibido la aprobación de la OCDE en los campos de tecnología, innovación, inversión y mercados financieros.
Capítulos que, sin embargo, no logran hacer sombra a los puntos negros en el expediente de Israel: grandes diferencias sociales, altos índices de pobreza entre árabes y judíos ultraortodoxos, excesivo gasto público en seguridad y clara ausencia de políticas para disminuir las diferencias.
Israel tiene una elevada deuda externa relacionada con su Producto Interior Bruto (PIB), uno de cada cinco israelíes vive en la pobreza sobre todo en comunidades como la árabe o la ultraortodoxa judía, en las que el índice de pobreza se acerca al 60% y donde el crecimiento demográfico dobla al del resto de la población.
La OCDE reprocha a Israel un excesivo gasto en seguridad, que emplea apenas el equivalente al 16% ciento de su PIB a políticas para combatir la pobreza, frente al 21% de la media de los países de la organización.
Además, cerca del 40% de los israelíes entre 15 y 64 años no trabaja, en comparación con el 33% de la OCDE y los trabajos peor remunerados son a menudo ocupados por árabes, ultraortodoxos y extranjeros.
Políticas contra la corrupción en la industria de defensa, normas para la protección de los derechos de autor y la exclusión de las estadísticas de los territorios ocupados palestinos, que no son considerados parte del país, son otros de los requisitos que exige la OCDE.
Israel tiene grandes motivos para convertirse en el miembro número 32, después de Chile. Una vez dentro tendrá un contacto más estrecho con los grandes jugadores de la economía mundial y se le abrirán de inmediato nuevas puertas comerciales. Pero quizás lo que más persiga Israel sea el consecuente y esperado lavado de imagen.