Lunes 18 de Enero de 2010 Edicion impresa pag. 29 > Cultura y Espectaculos
CLAVE DE Y: Billy, Amsa Te y yo

¿Y ahora qué se hace en Playa Unión?

La respuesta a la pregunta de Sandra avanzaba hacia nosotros.

Sólo que ella no lo sabía. Nosotros tampoco.

Avanzaba, recortada negro sobre negro con el sol poniente detrás, con el paso lento, cadencioso que impone la arena, ondulando ristras de cosas y bolsos de maravillas.

El grupo aprovechaba el último sol, desafiando precariamente el viento patagónico: sombrilla, paraviento, mate, paletas, pelotas, churros... familia, amigas, y yo, claro, yo que estaba frente a la respuesta que avanzaba y se paraba justo cuando Sandra, con su pregunta, tiraba la toalla, es decir, vámonos de aquí.

Hola, dijo y se arrodilló y abrió su cofre de maravillas, anillos de plata, mariposas, dragones, toninas, ballenas... el grupo se apretuja en torno del hombre negro de toda negrura, negro azulado su piel, negros sus ojos, sonrisa deslumbrante, asintiendo, probando, buscando, ¿éste gusta? ¡Síííí! Yo, esta mariposa, la compro, me va justo, y veo las dos toninas encontrándose en el lomo, Sandra dice te lo regalo, y tomo el dragón, amo los dragones, Panchito, regalame el dragón, y ya tengo los dedos llenos de seres mágicos.

Y alguien eligió otro, y niños y grandes ora miraban el producto, ora a su vendedor, que no es cosa común para nosotros un negro- negro.

Cómo te llamás, no entiende, yo Beba, y vos, ah, vuelta la sonrisa deslumbrante, yo Billy.

¿Billy? Billy, y de dónde sos, incomprensión, estás en Argentina, y vos... ah, yo, África. África, y qué país, ahí fue duro el trance, hasta que dijo Senegal.

Yo, Senegal. Su mano negra de toda negrura señala el horizonte, y más.

Allá, dice. Senegal, África.

Magdalena, nuestra joven artesana, intenta un intercambio comercial argentino senegalés cortésmente denegado. Se fue.

Luego, el debate por los extranjeros.

Así estamos, llenos de chilenos bolivianos y ahora negros y los nuestros qué, a los nuestros no les gusta trabajar la tierra, mirá las huertas de los bolivianos, claro, pero los argentinos no trabajan por chauchas, no, directamente no trabajan, tres generaciones con planes trabajar, jefas de hogar, y el tono va subiendo: qué querés, que seamos como la madre patria, rebota a los nuestros y son de clase media, profesionales, músicos conocidos, vamos, si así es la madre, cómo será la suegra?

Y ocurrió que al mediodía siguiente, en la playa sol a plomo mar turquesa, se acerca Billy, y enseño mis añillos, él se sienta y arriesgo, cuál es tu nombre, Billy, no, tu nombre en Senegal.

Su mirada es cautelosa, y dice muy bajo ásate, algo así, yo cómo, y entonces de su mano negra se irguió vertical una gaviota negra, quieta en el horizonte azul y dibujó A- M-S-A y dejó pasar unos segundos y la gaviota negra de su dedo dibujó T-E, yo, AMSA, sí, AMSA TE, repito despacio AMSA TE, y asiente, y siento pena o indignación porque cree que inventándose Billy adquiere un pasaporte de legalidad desmentido por todo él, pero no digo nada de esto, digo familia, hijos, y señalo niños jugando con las olas, sonríe, y la gaviota negra surge de su mano ahora abiertas sus alas, una V perfecta, dos, digo, sí, y mujer, sí mujer, todos Senegal, hay guerra en Senegal, noooo, Senegal paz Senegal muy pobre yo vendo cosas y mando plata, Argentina bien, Brasil bien, España Italia no bien, no entrar ahí. Cierto o no, eso me dijo.

A veces tengo la sensación de que ni calentamiento global ni cambio climático conseguirán volvernos ciudadanos de la Tierra.

La casi, o sin casi, obsoleta noción de Nación se hundirá, y nosotros con ella.

MARÍA EMILIA SALTO

bebasalto@hotmail.com

 

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