BUENOS AIRES.- Algo quedó claro en los últimos días: la política fue la gran ausente en la búsqueda de una solución a la crisis desencadenada por la remoción de Martín Redrado del Banco Central y el intento de pagar deuda con reservas a través de decretos de necesidad y urgencia.
Se probaron muchos caminos y todos condujeron al mismo resultado: A diez días de que explotara con el pedido de renuncia a Redrado, la crisis lejos está de tener un desenlace. El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner está atravesando un nuevo tsunami político pero, a diferencia de otras oportunidades, esta vez lo hace sin el poder del que disfrutó tanto su marido como ella misma en su primer año de gestión.
Los funcionarios nacionales siguen utilizando un discurso de ataque permanente que, en otras épocas, les dio resultados. Pero hoy queda al borde del surrealismo: Redrado es un okupa y mostró su verdadera personalidad y sus ambiciones. La oposición, con Cobos "Iscariote" a la cabeza, son conspiradores. Los medios, golpistas. Los jueces que fallan contra el gobierno son delivery o embargadores seriales.
Redrado, por su parte, alimenta la hoguera con fuego propio: "Ellos creen que me matan y yo creo que se suicidan".
La realidad, como siempre, no está en los extremos. En el gobierno se confiaron en que no pasaría nada con la creación del Fondo del Bicentenario por decreto de necesidad y urgencia. También pensaron que alcanzaría para remover a Redrado con un pedido telefónico. No imaginaron es que se abriría un escenario complejísimo con aristas judiciales, políticas, económicas e internacionales. Todo ello originado en la desprolijidad en el manejo de la cosa pública.
Durante estos días se considera conspiración y maniobras políticas a los pedidos de debate parlamentario y a los fallos judiciales adversos (tanto nacionales como foráneos).
Pero se niega sistemáticamente a debatir, dialogar y buscar consensos que la nueva realidad política post 28 de junio impone.
La oposición, a su vez, está intentando sacar provecho de esta crisis, pero muestra un pobre desempeño. Ya surgieron diferencias que no hacen más que debilitar su rol. La denuncia de Elisa Carrió de la existencia de un pacto entre radicales y oficialismo abrió una grieta importante.
Una vez más, la soberbia y la prepotencia, tanto oficial como opositora, dejan en ridículo a quienes la practican cuando éstos no tienen el respaldo suficiente para darse el lujo de tener esas actitudes. (DyN)