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Haití: una carrera contra el tiempo para distribuir comida y agua | ||
Desde el Gobierno aseguran que unas 300 mil personas están viviendo en las calles de Puerto Príncipe. Se registraron incidentes en el estadio que funciona como centro de rescate. Los esfuerzos internacionales pelean entre sí para hacer llegar la ayuda. El aeropuerto está totalmente congestionado. | ||
Sobrevivientes hambrientos y harapientos del terremoto en Haití clamaban el sábado por alimentos y agua, mientras los donantes internacionales se esforzaban por determinar cómo enviar ayuda y los rescatistas libraban una carrera contra el reloj para liberar a los atrapados entre los escombros. El gobierno de Haití por sí solo ya ha recuperado 20.000 cuerpos, sin contar aquéllos recuperados por sus familiares o los organismos independientes, dijo el primer ministro haitiano Jean-Max Bellerive a The Associated Press. Dijo que un saldo final de 100.000 muertos "parecería ser lo mínimo''. Bellerive dijo que unas 300.000 personas están viviendo en las calles de Puerto Príncipe y que "darles agua, alimentos y refugio es nuestra primera prioridad''. Había señales crecientes de que la ayuda extranjera y los rescatistas estaban llegando hasta las personas más necesitadas _ incluso los sobrevivientes aún sepultados bajo toneladas de escombros _ mientras otros se esforzaban todavía por resolver el problema sanitario que representan innumerables cuerpos abandonados en las calles. Grupos numerosos de haitianos se agolpaban en torno de los trabajadores extranjeros que removían pilas de escombros de los edificios derrumbados con la ayuda de perros entrenados y en algunos casos palas mecánicas. Los rescatistas introdujeron una cámara desplegable en un orificio en el derribado Hotel Montana y divisaron a tres personas con vida y escucharon la voz de una mujer que hablaba en francés, dijo David Betancourt, un trabajador ecuatoriano de la Cruz Roja. Un disturbio estalló en un estadio de fútbol del centro de la ciudad transformado en un centro de rescate, luego que helicópteros de la Armada estadounidense dejaron caer raciones de alimentos y líquidos embotellados. Aproximadamente 200 jóvenes pelearon entre ellos por los víveres y algunos arrojaron piedras. Mientras la comida, el agua y otras formas de ayuda comenzaban a llegar a Haití en grandes cantidades, había señales de que los esfuerzos internacionales de asistencia reñían entre sí mientras luchaban por llevar esas provisiones desde el atiborrado aeropuerto, a los sobrevivientes hambrientos y demacrados. El ejército estadounidense, que se encuentra operando el dañado y saturado aeropuerto principal de Haití, dijo que actualmente puede manejar unos 90 vuelos por día, pero que resultaban insuficientes para cubrir con todos los aviones que están siendo enviados por donadores extranjeros y gobiernos, por lo que ha pedido que algunos envíen su ayuda por tierra desde la vecina República Dominicana o por mar. El ministro de Cooperación de Francia, Alain Joyandet, dijo a The Associated Press que él había entregado una queja oficial al embajador de Estados Unidos después que oficiales norteamericanos a cargo del aeropuerto de la capital haitiana le negaron permiso a dos aviones franceses para aterrizar. Uno de los aviones estaba llevando un hospital de campaña y el otro debía evacuar a ciudadanos franceses. Mientras aumentaban las señales de tensión y cuellos de botella en el aeropuerto internacional, el presidente de Haití, René Preval, imploró el sábado a los donadores internacionales que coordinen mejor sus esfuerzos de ayuda y los exhortó a que no riñan. ``Esta es una situación sumamente difícil, así que debemos mantenernos tranquilos para la coordinación y no acusarnos entre nosotros'', dijo Preval a reporteros después de reunirse con el embajador estadounidense y otras autoridades. Destruidos el Palacio Nacional y varios ministerios, el presidente Preval se reunía con sus ministros al aire libre en un círculo de sillas de plástico en un cuartel de policía ruinoso que es utilizado como su oficina principal temporal. La secretaria de Estado estadounidense Hillary Rodham Clinton tenía planeado llegar a Puerto Príncipe el sábado para hablar con el presidente Preval y funcionarios civiles y militares de varios países sobre cuál es la mejor manera de colaborar con las tareas de asistencia y con el gobierno local. El Comando Sur de Estados Unidos dijo que tiene 24 helicópteros en misiones de ayuda _muchos de los cuales parten de buques anclados frente a la costa_, con 4.200 efectivos en el terreno y 6.300 más que arribarían el lunes. Había escasas señales de ayuda en la ciudad cuatro días después del sismo y muchas señales de que los desesperados _y los delincuentes_ estaban tomando la delantera. Un conductor de un camión de agua dijo que fue atacado en uno de los barrios precarios de la ciudad. También había informes de saqueos aislados, con jóvenes que caminaban por el centro con machetes. Un grupo de ladrones presuntamente mató de un disparo a un hombre que quedó tirado en la calle. ``No sé cuánto tiempo más podemos aguantar'', dijo Dee Leahy, un misionero laico de San Luis, Misurí, que repartía provisiones junto a un grupo de monjas. ``Necesitamos comida, necesitamos insumos médicos, necesitamos medicamentos, necesitamos vitaminas y necesitamos analgésicos. Y los necesitamos urgente''. Las tareas de ayuda se topaban con caminos bloqueados, la congestión del único aeropuerto, falta de equipamiento y otros problemas. Los soldados de la fuerza de paz de la ONU que patrullan la capital dijeron que la gente se mostraba cada vez más enojada y advirtieron a las caravanas de ayuda que llevaran seguridad adicional ante el riesgo de saqueos. ``Por el momento no se puede llevar nada por aire a Puerto Príncipe. El aeropuerto está totalmente congestionado'', dijo el portavoz de la Cruz Roja Internacional Paul Conneally a The Associated Press vía telefónica desde Santo Domingo. Conneally dijo que la caravana llevaba un hospital de campaña de 50 camas, equipos quirúrgicos y una unidad de telecomunicaciones. En Ginebra, el vocero Matthew Cochrane dijo que dos hospitales de campaña más grandes llegarían en las próximas horas. La Cruz Roja calcula que entre 45.000 y 50.000 personas murieron por el terremoto de magnitud 7 del martes. Los trabajadores enterraban cuerpos en tumbas colectivas, pero numerosos cadáveres seguían en las calles y aún se veían extremidades que sobresalían entre los escombros de escuelas y hogares. Otros cuerpos terminaron amontonados en camiones para luego ser quemados en las afueras de la ciudad. Los pobladores se ponen pasta de dientes en las fosas nasales y ruegan por mascarillas para no sentir el olor. ``Si el gobierno aún existe y Naciones Unidas anda por aquí, espero que nos puedan ayudar a sacar los cuerpos'', dijo Sherine Pierre, una estudiante de comunicación de 21 años que perdió a su hermana al derrumbarse su casa. Se estima que un tercio de los nueve millones de haitianos necesitarían ayuda. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, dijo que el Programa Mundial de Alimentos repartía galletas de alto contenido energético y comidas listas para consumir a unas 8.000 personas ``varias veces por día''. ``Obviamente, es sólo una gota en el mar ante la enorme necesidad, pero la agencia irá incrementando (la ayuda) para alimentar a alrededor de un millón de personas en 15 días y a dos millones de personas en un mes'', dijo. La Organización Mundial de la Salud dijo que el sismo destruyó ocho hospitales en Puerto Príncipe. Milero Cedamou, un haitiano de 33 años dueño de un pequeña compañía de reparto de agua, llevó dos veces su camión tanque a un campamento de gente sin hogar, donde cientos se arremolinaron a su alrededor con baldes de plástico. ``Esta es una crisis de una magnitud indescriptible, es normal que todos los haitianos ayuden'', dijo. ``Esto no es caridad''. Equipos médicos extranjeros armaron hospitales improvisados para atender a los heridos más graves. Sin embargo, el tiempo se acababa para la gente que puede estar atrapada bajo los escombros. ``Más allá de tres o cuatro días sin agua, la gente estará muy enferma'', dijo el doctor Michael VanRooyen de la Iniciativa Humanitaria de Harvard en Boston. ``Alrededor de los tres días, la gente empezaría a sucumbir''. Aún así, había algunos triunfos increíbles. ``Es un milagro'', exclamó Anne-Marie Morel con los brazos levantados al cielo cuando un vecino fue encontrado vivo en los restos de su casa. ``Tonterías, no hay Dios ni hay milagro!'', le gritó Remi Polevard, otro vecino, cuyos cinco hijos estaban enterrados en los escombros. ``¨Cómo pudo hacernos esto?'' AP | ||
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