Viernes 15 de Enero de 2010 18 > Carta de Lectores
Chapucería serial

Como advirtió hace semanas quien sigue siendo el presidente formal del Banco Central, Martín Redrado, la decisión del Poder Ejecutivo de apropiarse de una parte de las reservas sirvió para abrir un boquete en el muro que hasta entonces las había mantenido fuera del alcance de los llamados fondos buitres. Así las cosas, era de prever que, ante una novedad tan importante, el juez neoyorquino Thomas Griesa fallara a favor de quienes están tratando desde hace años de obligar al Estado nacional a entregarles el dinero que a su entender les corresponde. No es que Griesa sea el "embargador serial" de la imaginación febril del ministro de Economía, Amado Boudou, -en realidad, siempre se ha mostrado propenso a aceptar los planteos de los abogados contratados por el gobierno de los Kirchner- sino que la forma de proceder de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y sus colaboradores le ha dado buenos motivos para suponer que en realidad el Banco Central no es un ente autárquico. Aunque el dinero en juego, 1,8 millones de dólares depositados en una cuenta bancaria en Nueva York, carece de importancia, la repercusión del fallo de Griesa ha sido enorme. Luego de haber estado a un paso de reinsertarse en los mercados de capital, algo que, como ha subrayado Cristina, nos traería muchos beneficios, la Argentina se ve nuevamente flotando en una especie de limbo extrajurídico a causa de la torpeza apenas concebible de sus gobernantes.

No es la primera vez que una maniobra oficial supuestamente astuta haya resultado ser contraproducente. El avasallamiento del Indec se inspiró en la idea ingenua de que mejorar las estadísticas difundidas por el organismo ayudaría a reducir la tasa de inflación al moderar las expectativas. Aquel ardid sepultó para siempre la credibilidad del gobierno kirchnerista. Asimismo, el Ejecutivo intentó justificar el traslado de una parte de las reservas al ampulosamente denominado "Fondo del Bicentenario" afirmando que contribuiría a restaurar la confianza ajena en la voluntad del país a saldar sus deudas con los acreedores. Huelga decir que ello no ha ocurrido. Por el contrario, puesto que muy pocos creían que la Argentina estuviera a punto de protagonizar otro default, muchos, tanto aquí como en el exterior, dieron por descontado que el propósito real del gobierno era conseguir más dinero para despilfarrarlo en un esfuerzo desesperado por reconciliarse con la sociedad desatando un miniboom de consumo, además de ampliar las ya extensas redes clientelistas, repitiendo así lo que ya hizo con los fondos de jubilación privados. Como señaló el "Financial Times" londinense, un diario muy influyente en el mundo de los negocios, "la abrumadora impresión es que el gesto es parte de un patrón de apropiación de activos en serie, no sólo para pagar la deuda sino para liberar liquidez para otros gastos".

Desde la defenestración de Roberto Lavagna por su negativa a dejarse intimidar, el ex presidente Néstor Kirchner y el secretario de Comercio Guillermo Moreno se han encargado del manejo diario de la economía nacional. Puede que a los sucesivos ministros de Economía se les haya permitido aportar algunos consejos, pero nadie ignora que han tenido la última palabra dos aficionados que son reacios a preocuparse por los detalles técnicos y que se resisten a prestar atención a las advertencias formuladas por quienes no comparten sus prioridades políticas. Los costos del arreglo irracional así supuesto ya han sido elevados. En vista de la tendencia de un gobierno debilitado y sumamente nervioso como el kirchnerista a encerrarse cada vez más, en buena medida porque profesionales prestigiosos no quieren arriesgar su propio futuro vinculándose con él, dichos costos se harán todavía más abultados en las semanas próximas, de suerte que un año que se preveía sería fructífero merced a la mejora de las condiciones internacionales podría resultar ser todavía peor que el anterior. De ser así, se confirmaría, por si aún fuera necesario, que el gran problema del país es político y que, mientras las instituciones no funcionen como es debido, chapuceros no preparados seguirán provocando destrozos que perjudicarán a millones de compatriotas, en especial a los más pobres cuyo destino depende por completo de la evolución de la economía nacional.

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