Muchos sueñan con encarar la ruta y atravesar una extensa región geográfica, con la aventura y la intuición como mayores guías. A diferencia de muchos que permanecen sólo en el deseo, el periodista Tom Dieusaert (1967, Amberes, Bélgica) lo concretó: se subió a un VW escarabajo en México y seis meses después llegó a Argentina. "Hay muchos viajeros que escriben libros; yo soy un escritor que hizo un viaje. Quería escribir un libro sobre todo el continente, entonces hice el viaje pensando en el libro y juntando material. Digamos como Darwin hizo el viaje con el Beagle, no para pasear sino para buscar elementos sobre origen de las especies. O como viajó Von Humboldt con un claro interés botánico y geológico, yo tenía interés en descubrir el hilo rojo que uniera los países de América Latina, desde la conquista hasta hoy", explica Dieusaert a "Río Negro".
Una vez en la ruta, este aventurero se dio cuenta -dice- de que ese hilo rojo terminó siendo el pasado. "A través de libros que leía en el camino y lugares que visitaba, traté de armar la historia de América Latina como un rompecabezas, vinculando esos procesos históricos con los hechos político-sociales de hoy".
-¿Qué fue lo más grato del viaje?
-Encontrar lugares desconocidos, casi por casualidad, como Portobelo (Panamá) o el Fortín Boquerón (en el Gran Chaco paraguayo) que tuvieron algún significado histórico, sin tener afluencia turística como, por ejemplo, Machu Picchu. Pero ahí uno tiene la historia en la cara y de repente todo se hace mucho más comprensible. El viaje lo hice solo. Lo que no siempre es agradable pero le abre a uno la posibilidad de encuentros impensados.
-Previo al viaje, ¿qué sabía de la historia de América Latina?
-De la historia sabía poco y creo que eso fue intelectualmente lo más grato del viaje, cómo fui conociendo más en el camino. Porque cuando ves el canal de Panamá con tus ojos, todo se vuelve más entendible que cuando lo lees en una enciclopedia. Entre los detalles que uno observa y cosas que uno lee, se va completando el rompecabezas. Creo que es una lástima que América Latina no tenga una buena historia, bien contada.
-¿Cambió su idea sobre los países americanos luego de conocerlos?
-Yo vivía en México antes y durante mi viaje he notado un gran cambio entre América Central y América del Sur, cruzando desde Panamá a Colombia. Centroamérica es definitivamente mucho más indígena (o mestiza) en sus formas, la comida, las costumbres. Son países coloridos, pequeños, donde se lucha por el espacio, inestables y no sólo por los volcanes. La gente es más pequeña en estatura y eso incluso se nota cuando uno anda por las calles de, por ejemplo, El Salvador, donde tenía que ir agachándome por los tendederos de los puestos de venta ambulante. El indígena también tiene otras formas.
-¿Como cuáles?
-Es amable pero menos directo y a veces se aplica otra lógica que la nuestra. Tuve muchas conversaciones absurdas y traté de volcarlas en el papel. Cuando llegué a Colombia, de repente tenía la idea de tener mucho más espacio y poder entender mejor a la gente. El mismo contraste lo viví yendo de Ecuador -un país claramente indígena, de altiplano- a Perú. Lo que llama la atención son a veces las grandes diferencias entre los países, al nivel mentalidad de la gente.
-¿Qué experimentó a nivel personal?
-Al nivel inconsciente, sin duda hay cambios a niveles de karma. Fue un viaje que en ese punto de mi vida tenía que hacer y, como lo terminé vivo, ya estoy en otro nivel. Con otras palabras: lo que no te mata, te hace más fuerte (risas). ¡El cambio más notable fue que me quitó por un largo rato las ganas de viajar a ninguna parte! Seis meses andando en un auto es mucho tiempo y en un VW escarabajo ni hablar.
-¿Cómo fue el proceso de escritura?
-En teoría uno puede escribir diez libros sobre el mismo viaje. Lo que pasa es que semanas después de haber llegado, con el café o el mate en la mano, trabajás con los recuerdos como material para construir algo que sea legible para el lector, que tenga ritmo y consistencia. O sea le das forma y sentido a algo que no lo tuvo. Eran sólo experiencias sueltas y no podés enchufar a un lector una serie de experiencias sueltas y pensamientos profundos. Eso lo dejamos a las vacas sagradas de los suplementos literarios, que a mí me aburren.
-¿Leyó libros similares al suyo?
-Son muy pocos los relatos de viaje que he terminado de leer. Me costó muchísimo terminar un clásico como "En Patagonia" (Chatwin), aunque la ambientación de la soledad y la melancolía es buenísima, por la forma errática en que se desplaza el autor y justamente ese toque impresionista, stream of consciousness. Los libros de viaje que más me gustan son aquellos en que el autor se demuestra apasionado por un tema, como Kapuscinski, que trata de captar cada detalle para poder entender mejor una situación político-social. O cuando son muy divertidos, como los de O´Hanlon.
-Generalizando, ¿cree que hay prejuicio del europeo respecto del latinoamericano?
-Obvio, el europeo es bastante ignorante sobre lo que pasa aquí porque no recibe muchas noticias y, si las tiene, son de Chávez, narcotráfico y cosas así.
-¿Por qué eligió vivir en Argentina?
-Es una elección rara porque Argentina no es realmente América Latina ni Europa; quizá por eso. Me encanta Buenos Aires como ciudad, los porteños tienen su parte llorona pero lo compensan con su inteligencia y humor (negro). Es gente con sensibilidad.