Domingo 10 de Enero de 2010 Edicion impresa pag. 43 > Cultura y Espectaculos
LA PEÑA: El especialista

Seguramente no tendrá la trascendencia de la muerte de Mercedes Sosa, ni siquiera la de muchos otros exponentes del folclore. Pero es uno de los hombres del bombo, el alma del grupo musical que integraba, el que le ponía vida a muchos escenarios, capaz de levantar a públicos de pocos aplausos. Exponente digno de un Santiago del Estero con alma de folclore.

Murió Juan Carlos "Ñato" Gramajo, fundador de La Chacarerata Santiagueña, cultor de un género o subgénero dentro de la chacarera. Porque están las chacareras y están las chacareras que toca la Chacarerata.

Pero fue mucho más que eso. Para quienes pudieron verlo alguna vez en un escenario del folclore, Gramajo fue el alma de ese grupo que en cada presentación hizo un homenaje a la chacarera, con un bombo de excelencia, con violines de categoría y con ese contagioso folclore que se baila. Eso fue y tal vez seguirá siendo la Chacarerata, porque eran los especialistas en divertir a la gente, en despertar a los públicos de festivales apagados y ahí el rol de Gramajo fue clave, porque se ponía su grupo al hombro y empezaba con su prédica que en pocos minutos se traducía en un montón de gente bailando al ritmo de una Chacarerata inigualable.

Una cosa es prácticamente la otra, porque Gramajo fue la Chacarerata y la Chacarerata fue Gramajo. No se podía concebir una sin otro, porque el folclore que hacían era de estilo único y allí el folclore cobraba su propia identidad. Gramajo sin la Chacarerata no era el mismo, como tampoco su grupo sonaba igual sin su bombo y sin su entusiasmo.

Los pocos que informaron el día de navidad sobre su muerte, lo definieron como bombisto, recitador, artesano de bombos y bailarín.

Si se quiere es una definición acorde con lo que hacía, pero Gramajo se debe definir desde otro costado, además de su capacidad para tocar, para hacer bombos, para bailar.

Gramajo era la vida en el escenario, él era vida frente a miles de espectadores que esperaban cada presentación para ver con qué salía. Era un maestro del escenario, capaz de diferenciarse de todos con cualquier tema que interpretaran, porque lo hacían a su modo, porque le ponían una mirada diferente.

Ni hablar de los recitados junto a alguno de sus compañeros, a la música, a la chacarera, a su Santiago del Estero, que ponían la piel de gallina en un instante. Y como todo aquel que ama lo que hace, se plantaba en un segundo frente a todos, buscaba pareja y bailaba como los mejores.

Pero no era un todo terreno porque no le quedaba otra, lo era porque justamente tuvo la capacidad de hacer todo diferente a los que hacen de la música, de cualquier género, una cuestión comercial.

La Chacarerata es de esos grupos que remaron siempre, que tienen que trabajar para subsistir, de los que se destacan por su capacidad pero a los que nadie les regaló nada. Y allí Gramajo tuvo rol protagónico. Jamás se la creyeron, a pesar que en su larga trayectoria compartieron escenario con los mejores, siempre con la música, la humildad y el don de gente a cuesta, fueron capaces de conquistar públicos difíciles.

Cuando una chacarera no alcanza para despertar, debemos trabajar nosotros para hacer que la gente sienta lo mismo que sentimos y traduzca la apatía en aplausos, solía decir Gramajo. Y así lo hicieron.

Con casi 55 años de trayectoria en el mundo artístico, con sólo 13 años Gramajo formó parte de la agrupación de Andrés Chazarreta, para luego continuar con el grupo de Ariel Ramírez y viajó por todo el mundo con la obra conceptual "La Misa Criolla". Hasta que promediando la década del 80, fundó la Chacarerata Santiagueña.

Se fue un verdadero sinónimo del folclore.

 

JORGE VERGARA
jvergara@rionegro.com.ar

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