| El presidente venezolano Hugo Chávez no podrá continuar enviando valijas llenas de dólares a sus simpatizantes en otros países de la región por una razón muy sencilla: se le está acabando el dinero. A pesar de ser el quinto exportador de petróleo del planeta, privilegio que le ha permitido disfrutar durante décadas de ingresos fabulosos, iguales a docenas de planes Marshall, Venezuela se ha hundido en una profunda crisis económica debido al derroche insensato, la falta de previsión y otros males que son característicos de sociedades que dependen de un solo recurso natural. Aunque el precio del barril de crudo venezolano ha bajado a aproximadamente 57 dólares luego de haber alcanzado niveles mucho más altos antes de iniciarse la debacle financiera mundial, sigue siendo muy elevado, de suerte que en buena lógica Venezuela debería encontrarse en una situación económica muy cómoda. Sin embargo, el año pasado el producto bruto bolivariano se achicó el 2,9%, mientras que la tasa de inflación real superó el 30%. Aún más dramático, si cabe, ha sido el impacto de una crisis energética que ha obligado al gobierno chavista a dejar en la oscuridad por horas zonas comerciales y residenciales, suspender las operaciones de plantas industriales y exhortar a sus compatriotas a conformarse con lo que Chávez llama “el baño comunista” de tres minutos, ya que en su opinión sólo los enemigos del pueblo pensarían en lavarse con lentitud oligárquica. Si bien en Corrientes y Chaco se ha declarado la emergencia energética, gracias a la recesión del año pasado aún no hemos experimentado últimamente una crisis energética tan severa como la de Venezuela, pero así y todo el ejemplo brindado por el país de Chávez debería servirnos de advertencia, ya que es consecuencia de una estrategia populista miope no demasiado distinta de la adoptada por los Kirchner. En ambos países los gobiernos optaron por congelar las tarifas eléctricas de este modo desaconsejando las inversiones, con el resultado de que la infraestructura energética no está en condiciones de afrontar un período prolongado de sequía u otro fenómeno climático adverso. En nuestro país, algunos días de calor o de frío suelen resultar más que suficientes para sobrecargar el sistema, como en efecto ya ha ocurrido en las provincias del norte con la llegada del verano. En Venezuela la situación es todavía peor a causa de la sequía ocasionada por “el fenómeno del Niño” que periódicamente afecta el clima mundial. Con todo, mientras que la Argentina es apenas autosuficiente en petróleo, la principal fuente de energía del mundo, Venezuela lo posee en gran abundancia, pero aun así los problemas que enfrenta son todavía más graves que los nuestros. Para un mandatario con pretensiones revolucionarias como Chávez, el fiasco económico que está protagonizando su país es muy peligroso. Lo mismo que otros dirigentes de retórica populista, el bolivariano siempre ha dado a entender que su prioridad consiste en mejorar el nivel de vida de los más pobres, a su juicio víctimas de décadas de “capitalismo salvaje”, pero la realidad es que pocos han sido beneficiados por el torrente de petrodólares que ha inundado su país y, de todos modos, los programas de asistencia social que se han ensayado a fin de atenuar sus penurias se han visto reducidos debido a la merma de los ingresos. Sucede que, al igual que los gobiernos anteriores, el de Chávez ha resultado ser incapaz de cambiar una sociedad clientelista que deriva su riqueza del petróleo en que casi todos, desde el empresario más opulento hasta el campesino más humilde, se sienten con pleno derecho a recibir subsidios que deberían permitirles vivir sin tener que esforzarse. Privada de los ingresos petroleros, la mayoría abrumadora de los venezolanos pronto caería en la miseria más absoluta. La situación sería otra si la clase dirigente se hubiera dado cuenta a tiempo de que le convenía aprovechar la bonanza que le había supuesto la suerte geológica para impulsar la educación y el desarrollo de actividades económicas que serían auténticamente competitivas pero, lo mismo que sus equivalentes del mundo árabe, se las ingenió para convencerse de que los miles y millones de dólares procedentes de la exportación de crudo tuvo algo que ver con sus propios méritos. | |