Martes 05 de Enero de 2010 20 > Carta de Lectores
El Indec de Moyano

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, confían en que la economía crezca con brío este año y el siguiente, lo que a su entender les brindará la posibilidad de reconciliarse con la opinión pública. Se trata de una apuesta arriesgada. El gasto público ha aumentado tanto en los últimos años que a juicio de muchos amenaza con asfixiar la actividad económica. También ha alcanzado un récord histórico la presión impositiva. Por lo demás, aunque es probable que el "viento de cola" procedente del exterior sople con fuerza en los próximos meses y que como consecuencia de ello el país disfrute de una tasa de crecimiento respetable atribuible a las exportaciones de bienes agropecuarios, no hay muchos motivos para creer que el gobierno se vea políticamente beneficiado, ya que a juicio de casi todos los especialistas el nivel de desempleo seguirá siendo muy elevado y los conflictos laborales propenderán a agravarse.

Paradójicamente, entre los más decididos a provocarlos se encuentra el principal aliado sindical del matrimonio patagónico, el camionero y jefe de la CGT Hugo Moyano. Al filo de año nuevo a Moyano se le ocurrió advertirle al gobierno: "Nosotros tenemos un Indec propio, el Indec del supermercado, de las amas de casa, de los trabajadores que cuando llegan les dicen ´esto aumentó´. Así sacamos los porcentajes de reclamo salarial que tenemos que hacer".

Huelga decir que otros dirigentes sindicales, sobre todo aquellos que no se sienten obligados a hacer gala de su oficialismo acendrado, también prestarán más atención a la sensación térmica que a la tasa de inflación supuestamente registrada por el termómetro gubernamental, lo que garantizará que en el transcurso de los próximos meses pidan aumentos superiores al 20 o el 30% desatando así una carrera en que incluso los presuntos ganadores terminarían perdiendo. Sucede que tanto en nuestro país como en el resto del mundo los más perjudicados por los procesos inflacionarios suelen ser los que dependen casi por completo de sus salarios, es decir, los trabajadores, ya que a diferencia de quienes poseen un patrimonio importante no están en condiciones de aprovechar los golpes financieros típicos de etapas signadas por la inestabilidad. Sin embargo, aunque en buena lógica los líderes sindicales deberían encabezar la lucha contra la inflación en defensa de los intereses básicos de sus afiliados, no les es dado desempeñar un papel que en todas partes es propio del gobierno.

En el ámbito económico, el sindicalismo es contestatario por naturaleza. Por kirchnerista que se afirme Moyano, sencillamente no puede darse el lujo de ordenar a los trabajadores, comenzando con los camioneros, conformarse con lo que ya perciben. Aunque el país se hundiera en una crisis económica atroz le sería muy difícil transformarse en un paladín de la disciplina laboral. Tiene forzosamente que continuar reclamando cada vez más. Asimismo, los líderes de otros sindicatos se saben constreñidos a asumir una postura que por lo menos sea igualmente combativa a la de Moyano porque de lo contrario serían blancos fáciles de quienes los acusarían de dar prioridad a su propia relación con el gobierno o con los empresarios. Que los sindicatos estén programados para pedir más sin tomar en cuenta la condición de la economía en su conjunto no causaría demasiados problemas si el gobierno estuviera dispuesto a hacer cuanto resultara necesario para frenar la inflación, pero el actual, además de negar que el aumento constante del costo de vida plantee un problema serio, parece decidido por motivos políticos a impulsar el consumo sin preocuparse en absoluto por las eventuales secuelas. Y para que la situación frente al "modelo" efectivamente existente sea aún más incierta, los sindicalistas saben perfectamente bien que los Kirchner no se animarán a tomar medidas que la oposición "progresista" tildaría de "liberales". Así, pues, se ha roto el equilibrio que en un orden más sano existiría entre los resueltos a privilegiar la estabilidad financiera por un lado y, por el otro, quienes no pueden sino presionar por aumentos salariales, lo que hace prever que el año que acaba de iniciarse será todavía más conflictivo de lo que fue el anterior.

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