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  Lunes 04 de Enero de 2010  
  Edicion impresa pag. 12 »  
  Premio Nobel de la Paz  
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El químico sueco Alfred Nobel inventó la dinamita y se enriqueció con ella. La debe haber visto como una terrible arma de guerra, aunque nunca se usó como tal sino, sobre todo, en minería. Igual, le debe haber remordido la conciencia y con su legado creó los premios que llevan su nombre y que son el máximo galardón a que puede aspirar un físico, químico, médico, fisiólogo o escritor. Nobel murió en 1896 pero los premios comenzaron a otorgarse en 1901. En 1969 el Banco Central de Suecia agregó a esta lista la Economía, que se otorga "en la memoria de Alfred Nobel", aunque no figura en sus disposiciones testamentarias.

Si bien todos los premios son concedidos en base a recomendaciones de personalidades o instituciones mundialmente reconocidas, es obvio que en el otorgamiento hay una buena dosis de subjetividad, y de política. Los premios en ciencia rara vez se discuten, pero los de literatura son, por lo menos, polémicos. ¿Los parlamentarios suecos pueden distinguir entre un novelista chino, un ensayista chileno y un poeta italiano? A pesar de que Churchill fue el líder máximo de la guerra contra el nazismo, no se puede decir que su autobiografía fuese una gran obra literaria pero, como no había un Premio Nobel por la guerra, le dieron el de literatura. También se dijo que Jorge Luis Borges nunca recibió el premio por su malhadada visita a Pinochet en 1976, de la después se arrepintió alegando ignorancia. También hay casos célebres en que los premios no fueron otorgados, sobre todo el de literatura: Jean Paul Sartre lo rechazó en 1964 alegando que era filósofo y no literato y Alexandr Solyenitsin (1970) lo rechazó por temor a que no lo dejaran volver a la URSS desde Suecia. En Argentina, en cambio, además de los dos notorios de Bernardo Houssay (Medicina y Fisiología, 1947) y Luis F. Leloir (Química, 1970) nos solemos atribuir el de César Milstein (Medicina y Fisiología, 1984), que trabajó en Inglaterra después de que le hicieran la vida imposible en la Argentina. También tenemos dos de la Paz: Carlos Saavedra Lamas (1936), por haber colaborado en terminar la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, y Rodolfo Pérez Esquivel (1980), como señal internacional de protesta contra la dictadura argentina contra la cual luchó con su grupo.

El Premio Nobel de la Paz es el más singular de todos. A diferencia de los demás, no es conferido por los suecos sino por un comité del Parlamento noruego y entregado por el rey de Noruega en Oslo. La primera que recibió el Nobel de la Paz (1901, cinco años después de la muerte de Nobel) fue la activista pacifista Bertha von Suttner, que fue secretaria y amiga de Nobel. El testamento de Nobel define así el que merece el premio: es quien "haya hecho más o la mayor obra en favor de la fraternidad entre las naciones, por la abolición o reducción de los ejércitos y por la realización y promoción de congresos a favor de la paz".

Si es difícil elegir entre dos literatos, más lo es decidir quién hizo algo por la paz en un mundo tan violento. Hay casos indiscutibles: quien lucha por la libertad de los amerindios contra la sujeción secular a la oligarquía blanca de América Latina (Rigoberta Menchú, 1992) lo merece, como quien lucha contra una tiranía universalmente repudiada como la de Myanmar (Aung San Suu Kyi, 1991); sin embargo, el premio es sumamente político y muchas veces mal atribuido, por tareas hechas por la mitad. Esto estaba ya en el testamento de Nobel: "promover congresos por la paz" no es una hazaña independiente de si se logra allí algo o no. Primero hacen la guerra y les dan el premio cuando la terminan. Yasser Arafat e Itzjak Rabin y Shimon Peres (1994) hablaron de hacer la paz en Oslo y la guerra sigue. El premio fue por un ineficaz apretón de manos. Otra cosa fue el caso de Anwar El-Sadat y Menachem Begin, que realmente lograron la paz entre Israel y Egipto.

Hay una larga lista de injusticias: por ejemplo, no le dieron el galardón a Mahatma Gandhi, héroe de la acción no violenta, pero se lo dieron a Henry Kissinger y Le Duc Tho por negociar la finalización de la guerra de Vietnam (1973, dos años antes del fin efectivo de la guerra), pero Kissinger fue y sigue siendo la eminencia gris de una política agresiva, el responsable directo de, por ejemplo, el golpe de Pinochet contra el gobierno constitucional de Salvador Allende el mismo año en que le daban el premio por la Paz...

En 1990 fue Mijail Gorbachov "por haber finalizado la Guerra Fría", pero eso no fue obra de "Gorby" sino de una serie complejísima de factores. Claro que tuvo el coraje de enfrentar a la vieja y petrificada burocracia soviética e iniciar la "transparencia y transformación" de la URSS, proceso que terminó con ella a manos de Yeltsin en 1991.

El del 2001 fue dado a la ONU y a Kofi Annan, su secretario general, por tratar de cumplir su deber con un éxito muy relativo.

Otros fueron equivocados deliberadamente: a Mohammed Yunus (2006), el bengalí inventor de la banca del pueblo Grameen (con la que lo compartió), deberían haberle dado el Premio de Economía, no el de la Paz. Pero aquél está reservado para economistas neoliberales -de los que algunos después se rebelaron, como Joseph Stiglitz (2001, compartido) y Paul Krugman (2008)- y para matemáticos (John F. Nash, 1994, compartido). La excepción: Amartya Sen (1998), cuya obra trata de la pobreza y no de la riqueza.

Al Gore compartió el premio 2007 con el IPCC, pero éste trabaja y aquél hace propaganda poco eficaz. ¿Un nuevo premio a la publicidad? Estaría de acuerdo con los tiempos. Exagero: contribuyó en cierta medida a la toma de conciencia de la gravedad del problema del calentamiento global, pero como político ambientalista es completamente ineficaz. En el 2005 le tocó a Mohamed El-Baradei y la Organización Internacional de Energía Atómica; pero los grandes no cumplen el TNP y la proliferación es un peligro cada vez mayor.

En cambio, como tantos otros, el premio de 1993 a Nelson Mandela y Fredrik de Klerk fue ampliamente merecido por haber logrado acordar la democratización de Sudáfrica del Apartheid sin derramamiento de sangre. Pero el éxito recién se pudo apreciar varios años más tarde, y podría haber fracasado como las negociaciones de Oslo entre israelíes y palestinos.

También las Conferencias Pugwash y Joseph Rotblat, el último de los signatarios de la declaración de Russell-Einstein, lo merecieron (1995), porque ese fue durante toda la Guerra Fría el único sitio en que los científicos occidentales y sus colegas soviéticos podían hablarse libremente ayudando a evitar un holocausto nuclear.

Llegamos al final de la lista con Barack Obama, el ya no tan nuevo presidente de los EE. UU. (2009). Uno se pregunta -y no soy el único-: ¿por qué se apuraron tanto y le dieron el premio por puras promesas de campaña electoral? Ahora ya es evidente que no está cumpliendo esas promesas de paz: Irak, Guantánamo, los asentamientos israelíes, todo sigue como era entonces después de un año de gobierno de Obama. Más aún: desde entonces se han multiplicado las bases militares en Colombia y Panamá, hipócritamente destinadas a combatir el floreciente narcotráfico, porque no se puede combatir el consumo en las potencias occidentales y porque en Sudamérica están surgiendo regímenes que no les gustan a los poderosos en los EE. UU. El poder del presidente es muy limitado; véase, si no, las grandes dificultades que tiene para hacer pasar unos elementales servicios de salud pública para quien no puede pagarse un seguro. Obama debería haber rechazado el premio diciendo al mundo: "Primero, vean si hago algo". A nadie se lo debiera premiar por puras promesas. Si Obama hubiese dicho: "Trato, pero no me dejan y, en todo caso, denme un premio por haber hecho algo, no sólo por prometerlo", hubiese realmente hecho historia, aunque tal vez a riesgo de su vida. En vez de eso, habló de las "guerras justas" -un concepto ambiguo si los hay- y manda más tropas a Afganistán. Una lástima: tal vez esperábamos demasiado de un presidente de los EE. UU. para el que, según un comentarista ingenioso, su manto púrpura esconde una cadena que lo mantiene maniatado.

 

TOMAS BUCH (*)

(*) Físico y químico


TOMAS BUCH

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Nos dejo su opinión
04/01/2010, 11:19:43 Reportar Exceso
alba
estoy en total acuerdo con esta reseña historica que has hecho de los premio Nobel por la paz. No creo que hayan dado premios equivocadamente.......ellos saben bien¡¡¡¡¡¡ La pena de todo esto es que los Pueblos no dan testimonio de sus premios. Y me refiero a los otorgados a YASSER ARAFAT y otro a SHIMON PERES. "CONSTUYAMOS UN MUNDO MEJOR" para nosotros y para la posteridad ya que a los PREMIOS como a otras cosas no perduran en el consciente colectivo de los pueblos
 
 
 
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