Sábado 02 de Enero de 2010 20 > Carta de Lectores
Guerra en el aire

De haber logrado el yihadista nigeriano Umar Farouk Abdulmutalab derribar el avión de pasajeros norteamericano en que viajaba a Detroit, los jefes de Al Qaeda y sus muchos simpatizantes en el mundo musulmán lo hubieran celebrado como una gran victoria sobre Estados Unidos, pero puede que su fracaso haya resultado serles aún más útil. Como explicó un presunto vocero de Al Qaeda a través de la internet, al burlar los controles con tanta facilidad Abdulmutalab asestó "un gigantesco golpe al mito de los servicios de inteligencia estadounidenses y globales y muestra cuán frágiles son sus estructuras". Coincide con Al Qaeda la secretaria de Seguridad estadounidense, Janet Napolitano: durante una semana, insistió en que los controles rutinarios habían funcionado muy bien, pero finalmente tuvo que admitir que en verdad "el sistema de seguridad aérea fracasó miserablemente".

Es de prever que de resultas de este episodio alarmante se intensifiquen las medidas de control en todos los aeropuertos del mundo, lo que supondrá inconvenientes sumamente molestos para millones de personas. Desde hace ocho años, cuando un terrorista ocultó explosivos en sus botas, es común pedirles a los pasajeros sacarse los zapatos antes de pasar por los controles. Después, al descubrirse que un grupo de guerreros santos planeaba hacer estallar siete aviones usando explosivos líquidos, las autoridades prohibieron a los pasajeros llevar consigo frascos con líquidos de cualquier tipo. Puesto que Abdulmutalab ocultó explosivos en su ropa interior, y otros terroristas ya han cometido atentados con bombas escondidas dentro de su propio cuerpo, el desafío que enfrentan los responsables de vigilar la seguridad en el aire se ha hecho todavía mayor. Hasta que cuenten con escáneres corporales que en efecto desnuden a los pasajeros, cuyo eventual uso motivaría la furia no sólo de fanáticos religiosos reacios a permitir que una mujer muestre a un extraño cualquier parte de su piel sino también a muchísimos otros, los viajeros tendrán que acostumbrarse a demoras aún más largas que las ya habituales. Así las cosas, no sorprendió que en las bolsas de valores cayeran abruptamente las acciones de las empresas aéreas; además de tener que gastar todavía más en seguridad, es probable que se reduzca la cantidad de pasajeros.

Según la prensa norteamericana, el atentado frustrado significa que se ha abierto en Yemen "un tercer frente" en la batalla contra Al Qaeda y una multitud de organizaciones parecidas. Sería más realista hablar de un cuarto, quinto o sexto frente, ya que no es ningún secreto que células yihadistas de alcance mundial están operando desde hace tiempo en Irak, Afganistán, Pakistán y Somalia. Con todo, el fenómeno que tantos problemas está planteando no se originó en aquellos países sino en Arabia Saudita. Aunque por razones estratégicas y económicas los funcionarios estadounidenses y europeos prefieren no decirlo en público, entenderán muy bien que militantes sauditas, muchos de ellos relacionados con la numerosa familia real, han estado involucrados en una proporción importante de los atentados más sanguinarios y que los sauditas gastan anualmente miles de millones de petrodólares para financiar la construcción de mezquitas en el resto del mundo para que las aprovechen predicadores fogosos resueltos a atizar el odio antioccidental rencoroso de los fieles y exhortarlos a participar de una guerra santa sin cuartel. La resistencia de los gobiernos occidentales a reconocer las dimensiones del desafío que enfrentan puede entenderse, ya que a ninguno le gustan las connotaciones del hecho indiscutible de que, si bien la mayoría de los musulmanes es pacífica y respetuosa de las leyes de los países en los que vive, hay una minoría sustancial, una que se cuenta por millones, que está conformada mayormente por personas bien instruidas como Abdulmutalab, que simpatiza con los extremistas y está dispuesta a ayudarlos. Sin embargo, tanto el atentado frustrado de Navidad, como la matanza perpetrada a comienzos de noviembre pasado por un militar musulmán en Texas, los han obligado a modificar su actitud, lo que entraña el riesgo de que tarde o temprano los yihadistas consigan provocar una reacción antimusulmana que sirva para transformar a jóvenes moderados en militantes.

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