NEUQUÉN (AN).- Al caer la tarde, subido al escenario, el primer poeta lanza un pequeño maratón de versos que dura más o menos lo que una canción. Chicas y chicos hippies, intelectuales, chicos rockers, conforman un público variopinto y definitivamente atractivo.
Es martes. Estamos en el Teatro del Viento y los "Villancicos vrutales" celebran su tercera edición entre chicas de Letras y seguidores de las bandas de rock locales que se toman una cerveza mientras escuchan.
Afuera las editoriales independientes la Cartonerita Solar, El Fracaso y Hormiguero Negro exhiben y venden sus ejemplares. Un oasis de literatura y música para relajar y pasar la tarde en este fin de año ventoso.
En 2006, 2007 y este año , "Villancicos..." se ha consolidado en la propuesta de integrar bandas de rock y de escritores de la región y Buenos Aires, con la idea de "vincular a los públicos de uno y otro ámbito en una sintonía artística común, donde cada lenguaje se potencia en el encuentro con el otro", como dice el promotor del encuentro, el periodista y poeta Alfredo Jaramillo.
Cuando termina de leer sus trabajos Carlos Blanco, el primero de los poetas (de Cutral Có), toma la palabra Angélica Molina, y le sigue Maxi Della Torre. Además de la frescura joven, además de escribir como se habla, Maxi se diferencia de los otros porque tiene los versos atrapados en la memoria de su celular. Detalle que aparece como su marca registrada novedosa. El público, sentado tomándose una cervecita, ríe y aplaude.
Sobre un segundo escenario, Astronauta abre el juego musical a puro rock, para que a lo largo de la noche, literatura de por medio, le sigan otras bandas como Ruta del Desierto, Amorfuss, Atrás hay Truenos, Volva y Hierophonte. Todas, se nota, tienen sus fans que aprovechan la ocasión para hacer fotografías y grabar imágenes en video.
Entre banda y banda sigue la poesía de Macky Corbalán, Alejandra Kurchan, Verónica Padín, Mario Inostrosa, Bruno Revello, Gustavo Lupano, Mercedes Halfon y Alfredo Jaramillo. Para cuando sube al escenario Fernando Castro se escucha el único cuento de la noche: "Penúltima versión del mal".
Así, los "Villancicos vrutales III" pasan a lo largo de cinco horas como una celebración explosiva de la literatura y la música joven y subterránea. De gente que -se puede deducir- elige hacer circular sus trabajos de mano en mano, a través de los contactos sociales o por Internet, como una forma consecuente con el ideal estético y ético que rige sus creaciones.
De esta manera se confirma el punto de unión ente la literatura y el rock que anunciaba Jaramillo. Una convergencia necesaria que, quizás, apunta a poner en discusión la tradición existente en una y otra disciplina artística.