La doctora Maristella Svampa en su nota "El modelo minero" publicada en este diario el pasado 26 se aboca a la tarea de corregir o refutar apreciaciones de mi autoría respecto de los conflictos reales o potenciales en el ámbito de la minería. Sin embargo, estimo que las herramientas elegidas para ello no han sido las adecuadas. En primer lugar, reincide en la utilización de ciertos lugares comunes de la problemática medioambiental que son más propios de los clichés que utilizan ciertos políticos sensibles a las luces mediáticas (recuerdo al pasar cumpliendo este papel al promocionado cineasta y diputado Pino Solanas). Podemos citar aquí dos de tales narraciones: a) Relato 1. Referirse a la existencia de planes conspirativos que apuntan al saqueo de los recursos naturales y en el que participa una multiplicidad de agentes -el gobierno nacional, los políticos afines al mundo minero, los empresarios, los gremios oficialistas, las organizaciones internacionales (ONU, Cepal, Pnud, etc.), científicos y tecnólogos de universidades nacionales, etc.; b) Relato 2. Difundir cifras que generen repercusión en ciertos sectores de la opinión pública (porcentaje de agua utilizada, montos de energía, toneladas de escombros, etc.). El punto débil de este tipo de argumentaciones radica en que se realizan tales aseveraciones sin mencionar el contexto adecuado que identifique con propiedad cada uno de los varios niveles, jerarquías y procesos sociales, económicos, ambientales y tecnológicos de la minería. Esto es importante, ya que la propia complejidad de la actividad minera, sujeta por otra parte al control que en principio establecen las legislaciones ambientales nacionales y municipales, implica que sea imprescindible mejorar la eficiencia técnica del sistema, si se desean alcanzar satisfactoriamente los objetivos de la explotación del recurso. Por lo tanto, al hablar de tecnología conviene usar como unidad de análisis al sistema, describiendo y explicando satisfactoriamente las interrelaciones de sus componentes o dimensiones. En tal sentido resulta útil el esquema que se observa en la figura 1 (tomado de J. A. Acevedo Díaz: "Modelos de relaciones entre ciencia y tecnología", aparecido en la Revista Eureka, 3 (2), año 2006):

Si hacemos hincapié sólo en aquellos condicionantes institucionales, ideológicos y culturales (es decir en el dominio de la sociotecnología, terreno en donde se despliega en la mayoría de los puntos de vista la Dra. Svampa y otros referentes de la cruzada antiminería), tendremos una imagen sesgada, incompleta. Lo mismo ocurre, en el otro extremo, cuando la explicación se restringe sólo a lo específicamente técnico, o sea a aquel ámbito que nos habla de los aspectos cognitivo y procedimental (saber experto). Lo que ocurre con el discurso de la Dra. Svampa es que al entender el espacio de lo científico y técnico como una manifestación más de las relaciones y conflictos de poder, la especificidad del conocimiento científico y tecnológico involucrado pierde su relativa autonomía y termina subsumida dentro de análisis sociológicos, políticos o literarios. Es por ello que este tipo de posturas cae con tanta frecuencia en expresiones sin asidero como aquella que plantea que la minería de cielo abierto se generaliza por doquier por la creciente escasez del recurso minero. Esto no se corresponde ni con desarrollo histórico ni con la evolución del conocimiento tecnológico específico. En la minería del cobre, por ejemplo, a lo largo de la historia se buscaron para explotar distintos tipos de yacimientos, como se aprecia someramente en la tabla siguiente:

Si corresponde la explotación a cielo abierto o minería subterránea, dependerá de las características particulares de cada yacimiento; en este sentido, no hay una receta única de aplicación universal del tipo que postula la Dra. Svampa. Por otra parte, a los tradicionales métodos para obtener cobre refinado (la pirometalúrgica y la hidrometalúrgica) se han incorporado en el último tiempo innovaciones técnicas como por ejemplo el método de extracción por solventes (SX). Éste produce mejoras en la eficiencia, reduce el costo de extracción y limita en mayor grado el impacto ambiental del proceso.

En segundo lugar, entiendo que el marco conceptual que trasunta la Prof. Svampa no es el más adecuado para analizar de manera apropiada el subsistema sociotécnico. Tampoco, a mi juicio, reúne los atractivos suficientes como para disputar el espacio de lo público y lo político en beneficio de los sectores populares. Un estilo de pensamiento como el posmoderno -que al decir del analista británico Terry Eagleton es un estilo que desconfía de las nociones de verdad, razón, identidad y objetividad, de la idea de progreso universal y de la enunciación de grandes relatos explicativos- poco puede aportar a desentrañar las redes de interrelaciones que caracterizan al complejo mundo social, sus intereses y sus conflictos. Además, entiendo que poca justicia le hace la Dra. Svampa al historiador y filósofo de la ciencia Thomas Kuhn al querer situar el origen de las ideas del movimiento cultural de resistencia antiminería en la obra "La estructura de las revoluciones científicas" (ERC) y en su concepto de paradigma. Como se recordará, un Kuhn contrariado decía en su "Segundos pensamientos sobre los paradigmas": "Lamento tener que concluir que una parte del éxito del libro (la ERC) consiste en que puede significar todo tipo de cosas para todo tipo de gente. Ningún aspecto del libro es tan responsable de esa excesiva plasticidad como la introducción del término paradigma, la palabra que con más frecuencia aparece en sus páginas (aparte de las partículas gramaticales)". ¿Cuántas de las veintiuna diferentes nociones de paradigma que encontró en el texto de la ERC la filósofa Margaret Masterman son las que fundamentan el camino de autorreflexión y crítica historicista de la ciencia de la que nos habla la Dra. Svampa?

En último lugar, y no menor por cierto, es el rol a ocupar por el Estado nacional. De acuerdo con los aires de familia que existen entre los diversos grupos ecológicos fundamentalistas de nuestro continente, la respuesta es un no rotundo a la participación del Estado como agente económico y empresario de la minería. Cuando uno observa las críticas que desde los grupos ecologistas locales realizan a la política minera del actual gobierno de Cristina Fernández y del anterior de Néstor Kirchner podría suponerse que se los cuestiona porque comparten con cierta izquierda opositora el diagnóstico de ese espacio político que juzga como insuficiente el accionar gubernamental en dos cuestiones principales: a) poner el Estado nacional como un actor de relevancia que limite el accionar de las empresas mineras multinacionales modificando la matriz legal heredada del neoliberalismo; b) diseñar políticas adecuadas que protejan el medioambiente. No es el caso. Fronteras afuera ni Evo Morales, presidente de Bolivia, ni Rafael Correa, presidente de Ecuador, ambos referentes ineludibles de la izquierda latinoamericana real, se salvan de los dardos del fundamentalismo ecológico. En Ecuador, en el marco de la revolución ciudadana y del socialismo del siglo XXI, se aprobó una nueva ley minera que incluye fuertes condicionamientos ambientales a la actividad y que también habilita a que ese país tenga su primera empresa nacional de minería. Sin embargo, la fuerte oposición de algunos grupos indigenistas en alianza con ONG ecologistas a la nueva legislación hizo que el presidente Correa se refiriera a ellos en duros términos: "ecologismo infantil", "provocadores" y "fundamentalistas irresponsables que dicen defender el bien común y sus propios mitos y necedades".

Para sintetizar: la posición de la Dra. Svampa, y de aquellos grupos contrarios a la actividad minera que comparten sus puntos de vista, se muestra como altamente insatisfactoria, más allá de las genuinas convicciones y anhelos que pudieran tener muchos de sus integrantes. Desde sus supuestos ideológicos y metodológicos, porque facilitan discursos y prácticas irracionalistas, relativistas y anticientíficas. Desde sus supuestos políticos, porque objetivamente ponen obstáculos al desarrollo económico, social y político de nuestros países.

VLADIMIR L. CARES (*)

(*) Ingeniero. Coordinador. Profesorado de Educación en Tecnología. UNC