-En todos sus libros usted reflexiona, en un momento dado, sobre los imaginarios con que suele moverse el poder político en la Argentina, ese creer que, por ejemplo, se tiene el poder para siempre o que éste se reproduce en términos permanentes. No hay fuerza política, o incluso los procesos de facto, que no haya caído en ese lugar. ¿Cuál es la razón más profunda que, en su criterio, alienta este tipo de conducta?
-¡Ah qué tema!...
-Hablamos de una pulsión constante. Creo que fue Oscar Terán quien habló de esa tendencia en términos de una de las "excepcionalidades" que definen a la Argentina, negativamente, claro.
-Por lo menos es una conducta bastante recurrente en manos de la política. Tengo la impresión que la razón de esta conducta radica en cierto mito que recorre nuestra historia: que la Argentina se puede refundar permanentemente? que puede caer, puede bordear la desintegración, pero que de una u otra manera puede arrancar de nuevo. Es un convencimiento omnipotente que anida en la sociedad, representa mucho el imaginario que la sociedad se ha construido de sí misma. En determinados momentos, la política se hace cargo de ese convencimiento. Lo toma, opera desde ahí. Toma decisiones respaldada por ese convencimiento. Esto sucedió incluso a lo largo de la transición, porque con perfiles en todo caso diferentes ese convencimiento estuvo presente en Raúl Alfonsín, Carlos Menem, la Alianza y con Kirchner se reactualizó. A la cola de cada crisis siempre se vive, siempre está vigente este convencimiento de creer que hay que refundar el país.
-¿Desde lo político, en lo práctico que implica este convencimiento?
-Una forma de reunir o mejor de recomponer consenso.
-Que puede lograrse, ¿no?
-Sí, pero si se logra, ese logro genera otro convencimiento: creer que se han superado, sin más, las razones de la crisis. Es un mecanismo básicamente imaginario, ya que las razones de la crisis jamás son atacadas en su núcleo duro, en sus causas estructurales más gravitantes. Lo que se hace desde el convencimiento de la refundación es simplemente patear los problemas hacia delante? es un procedimiento que ya es cultura en la política argentina. Uno de los casos más paradigmáticos de esta cultura es hoy lo que sucede con el sistema educativo. Se aumentan los recursos, eso es cierto. Pero no se trabaja en mejorar la gestión del sistema, que sigue teniendo muy bajo rendimiento... En alguna medida lo que sucede, en esta materia, es la consecuencia de un proceso reflexivo sustentado en el "ya veremos". No importa. La cuestión es poner la situación en otro lado... en ese "ya veremos". Todo este tipo de cultura tiene que ver, en sus raíces, con una propensión muy elocuente, muy firme en nuestra historia que caracteriza a la política argentina: correr riesgos al punto de ir hasta el desborde, o sea que la dialéctica de un proceso termine potenciando los problemas.
-Ese ir a los extremos ¿atañe tanto a lo discursivo como a la acción misma?
-Hablo de la política desde su todo? el discurso, la acción. Todo ese despliegue siempre está alentado por imaginarios, por conductas... conductas.
-¿Kamikazes?
-O algo parecido. Son conductas que terminan enfermando un sistema de decisión y, por traslación, al sistema político. Lo tensionan, lo crispan... el kirchnerismo, por caso.
-¿Por dónde va la nutriente ideológica de esa conducta?
-No me parece que esta propensión tenga o sea la consecuencia de ideologías. Con la independencia de los avatares propios de sus historias, los partidos políticos más influyentes de la Argentina -peronismo y radicalismo- no son fuerzas sujetas a dictados ideológicos muy fuertes. Son, aun en sus diferencias, de centro. Ése es su denominador común desde lo ideológico. O sea, creo que la propensión al riesgo y más riesgo, a la hora de ejercer el poder político, tiene más que ver con cuestiones culturales que con cuestiones ideológicas.
-Siguiendo ese razonamiento. El kirchnerismo no sería la consecuencia de dictados ideológicos...
-Efectivamente. Kirchner usa ideología propia de los años 60/70, que fue un tiempo de fuerte creencia en las ideologías. Él se presenta siempre muy vinculado a convicciones que fueron propias de aquellos años, pero en realidad lo que hace es usar, tomar esto o aquello de algunas de esas convicciones. Las usa, las manipula. No apela a esas convicciones desde una entrega total, romántica incluso, si se quiere. Manipula. El ejemplo más claro es el manejo que hace de los derechos humanos. A él nunca le interesaron, no hay un atisbo de militancia de él en ese campo. Pero cuando llegó a presidente asumió la cuestión a modo de una entrega total, como si en él hubiese sido una bandera de siempre, pero lo que realmente hace es un uso, una manipulación permanente del tema. Este tipo de conductas en él es lo que me dice que no hace política desde dictados ideológicos firmes, sustentados en una arquitectura de ideas que haga a una visión integral de la historia, del armado de una sociedad. Lo que hace es manipular las ideas.
-Pero manipula a todo vapor. ¿No se enlaza esto con un punto de vista que usted desplegó recientemente en "La Nación", vía un artículo "El juego del colectivo loco", en el que comparaba reacciones del kirchnerismo con la conducta del chofer que, harto de críticas y peticiones del pasaje, acelera y acelera peligrosamente no sólo para él sino para el conjunto del pasaje?
-Los Kirchner ofrecen, en cuanto a lo que pueden llegar a hacer desde el poder, muchos interrogantes. Si nos preguntamos cuánto hay, por caso, de convicción o de especulación en relación con lo que deciden o dicen, tal vez lo que nos debemos preguntar es si son capaces de llegar hasta el final, acelerar el paso y consumir ellos mismos desde la vesania con que ejercen el poder, lo que les queda de poder. O, si tras el aceleramiento, levantan el pie, evitando así más colisiones...
-¿Usted qué piensa que harán en lo que les queda en el poder?
-Me inclino que levantan el pie. ¿Por qué? Porque en ellos prima más el instinto manipulador que la convicción. El matrimonio es hijo, muy hijo, del peronismo contemporáneo, el más contemporáneo, uno de cuyos rasgos en el manejo de convicciones es ser singularmente flexible. Desde esa perspectiva, los Kirchner son más peronistas sobrevivientes que peronistas románticos... Lo que sí puede pasar es que si se bajan del colectivo pueden causar mucho daño a quienes los acompañan con toda determinación y que pueden seguir en el colectivo hasta el final... No me imagino a los intelectuales de Carta Abierta ante una decisión de los Kirchner de levantar el acelerador.
-¿Usted me está diciendo que pueden llegar a negociar un mejor posicionamiento de su gobierno?
-Digo que no los veo consumirse en este viaje alocado que caracteriza su ejercicio de poder. Me parece que van a negociar con otros planos del peronismo el mantenimiento de cuotas de poder antes de perderlo todo en estos dos años de poder que les quedan... ese negociar es incluso lo que los caracteriza como empresarios, porque éste es un matrimonio fundamentalmente empresario más que político.
Hace poco escuché a un dirigente peronista dar una muy acertada definición de lo que es el matrimonio: "Siempre fueron un proyecto político con una fuerte pata económica; Hoy son cada vez más un proyecto económico con una fuerte pata política". Ergo: para mantener y reproducir su proyecto económico personal van a tener que levantar el pie del acelerador.
-¿Pero están en condiciones de recuperar poder?
-Manejan el aparato de Estado. Esto conlleva tener, aunque estén recortados, recursos como para causar daño, como para presionar en consecuencia esos recursos que cuentan a la hora de negociar, máxime si computamos que el sistema político argentino es definidamente presidencialista, un espacio desde el cual se puede incidir con dureza sobre la oposición, sobre el adversario. Por otra parte, no olvidemos que se trata de Kirchner...
-¿Lo dice por la búsqueda frenética de la decisión con que ejerce el poder?
-En parte? Creo, y así lo he publicado, que la visión que Néstor Kirchner tiene de la política hace a una puesta permanente en escena de la voluntad. Le importa la estética de la decisión con independencia de la decisión misma. De ahí que, como quedó demostrado en el conflicto del campo, no les interese distender un conflicto, buscarle una solución racional? Lo que les interesa es mantenerse en sus siete para ratificarse en "su voluntad" de que tienen razón, de que nadie les tuerce el brazo...
-Temerario...
-Lo que usted quiera...