Mientras el gobierno sigue corriendo cuesta abajo con su estilo confrontador -las peleas estelares de esta semana fueron con Arturo Valenzuela, enviado de Barack Obama a la región, y con la jueza de la Corte Suprema, Carmen Argibay-, en el peronismo y en el radicalismo hay un frenesí inorgánico: se trabaja para que los dos últimos años del kirchnerismo, al que aspiran a suceder, transiten con un ejercicio equilibrado del poder. Algo difícil de alcanzar a juzgar por la conducta salvaje de los argentinos, poco afectos a respetar los derechos de los demás.
Claro, no hay fórmulas mágicas para alcanzar la armonía en los dos grandes partidos, uno de los cuales, el PJ, debe darse al duro cometido de desbancar a Néstor Kirchner, y el otro, la UCR, incorporar formalmente al vicepresidente Julio Cobos, sin romper en esa tarea con su principal aliada, Elisa Carrió.
Una de las figuras empeñadas en cerrar acuerdos mínimos a efectos de limitar el accionar de la presidenta Cristina Fernández es el ex ministro Roberto Lavagna. Quien fue colaborador de Raúl Alfonsín y candidato presidencial en una coalición con el radicalismo en el 2007, está muy entusiasmado y le da aliento a una oposición con propuestas. Dice que recién a mediados del 2009 muchos tomaron conciencia de lo que él venía sosteniendo desde 2006: que los Kirchner habían perdido el rumbo. Se molesta cuando le mencionan a Mauricio Macri y Francisco De Narváez. "Son la derecha", descalifica y también tiene palabras admonitorias para Carrió: "Es gritona, mesiánica".
Lavagna tiene la costumbre señorial de acompañar a sus visitantes hasta el ascensor. Allí sorprende al periodista con un comentario que corta de cuajo la posibilidad de cualquier descalabro institucional: "En 1975 (Ricardo) Balbín afirmaba que había que llegar con muletas a las elecciones. No se logró. Este gobierno tiene que llegar al 2011, razonablemente bien, sin muletas".
Lavagna se reúne con empresarios, sindicalistas, hombres de la Iglesia para tratar de dar un contenido preciso a los consensos que se impulsarán en el Congreso, donde el oficialismo perdió la mayoría en Diputados y quedó en paridad de fuerzas en el Senado.
Si uno recorre el espinel político no kirchnerista, toma conciencia de que las batallas por venir se darán para modificar el Consejo de la Magistratura, dar más recursos a las provincias, ratificar la alianza estratégica con Brasil, en desmedro del acercamiento excesivo a Venezuela y lanzar una cruzada contra la pobreza.
Lavagna, quien en el peronismo se ve con Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Juan Manuel Urtubey, Alberto Fernández, por mencionar unos pocos, y no rehúye el contacto con Cobos, advierte que además de transparentar los números inflacionarios y cerrar el Onnca que distribuye subsidios por un millón de dólares, hay que concentrarse en la cuestión de la marginalidad.
"El problema -señala- no es el piqueterismo, sino el aumento de la pobreza estructural. Si no tomamos este combate en serio, estaremos condenando a uno de cada tres argentinos, y a todos nosotros como Nación". Desecha de plano que se vuelva a caer en default o que los gobernadores se vean obligados a emitir cuasimonedas. Sin embargo, "Río Negro" pudo saber que en un acto celebrado en la Rosada, el cordobés Juan Schiaretti le informó a su colega socialista de Santa Fe, Hermes Binner, que si Cristina no le manda a la brevedad 240 millones de pesos para pagar sueldos públicos, tiene listo "los leales", unos bonos que lo sacarían del apuro pero sumergirían a la Argentina en una nueva situación anómala.
El entrecruce de conversaciones da pábulo a las versiones que indican que la dirigencia tradicional está abocada a fortalecer el bipartidismo, en contra de la pretensión de los núcleos más pequeños, que despotrican en la actualidad por el desamparo al que los somete el veto presidencial a la reforma política.
Si bien habrá esfuerzos para no cerrarles las puertas a las representaciones minoritarias, el PJ y la UCR se ufanan de tener hasta concejales en los puntos más distantes del país. De alguna manera, consideran a Carrió un desprendimiento del radicalismo y a Fernando Solanas, del peronismo. Ambos líderes están construyendo proyectos, de envergadura nacional el de "Lilita" y ceñido a la Capital y el Gran Buenos Aires, el de "Pino". A los socialistas de Binner los ubican más cerca del radicalismo.
La principal dificultad radicará en la proliferación de fracciones y escasos dirigentes con pasta de líder, en un país con fuerte raigambre presidencialista. Además, hay que determinar dónde ubicar a De Narváez, el empresario que le ganó a Kirchner el 28 de junio en la provincia de Buenos Aires. De Narváez pensaba trabajar para la gobernación, pero en las últimas horas no desestimó ir por la presidencia "por el PJ".
Kirchner, por si hiciera falta, ha notificado que "nos estamos preparando para seguir gobernando la patria, con el compañero o la compañera que le toque". Duhalde, que hace unos años había jurado que no disputaría más un cargo electivo, ahora indica convencido que será candidato presidencial, aunque todavía esperará unos meses a que Carlos Reutemann termine de deshojar la margarita.
Entretanto, la Corte se molesta porque el gobierno no cumple las órdenes de la Justicia y el enviado del presidente norteamericano se hace eco de la preocupación de las empresas de su país por "la falta de seguridad jurídica", situación que motivó una fuerte protesta del canciller Jorge Taiana ante Hillary Clinton.
ARNALDO PAGANETTI