Martes 22 de Diciembre de 2009 18 > Carta de Lectores
Una gambeta peligrosa

Al gobierno kirchnerista le gusta sorprender a los mercados con medidas contundentes que según sus voceros están destinadas a convencerlos de que la Argentina sí está resuelta a pagar sus deudas, siempre y cuando pueda hacerlo conforme a pautas que le sean propias. Es lo que sucedió cuando, la semana pasada, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció la creación de un fondo especial de 6.500 millones de dólares, respaldado por las reservas del Banco Central, que supuestamente servirá para que cambien de opinión quienes sospechan que podríamos caer otra vez en default y por lo tanto nos permitirá tomar créditos a tasas de interés menos elevadas que las ya habituales. Pero si bien los mercados reaccionaron dando la bienvenida al pomposamente llamado "Fondo del Bicentenario para el Desendeudamiento y la Estabilidad" -producto, cuando no, de un decreto de necesidad y urgencia de legitimidad constitucional cuestionable-, las dudas en cuanto a su validez no tardaron en surgir. Según el ex jefe del Banco Central, Alfonso Prat Gay, la maniobra es ilegal porque "el Central es una entidad independiente y el gobierno no puede apropiarse de sus reservas", mientras que a juicio del ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, "lamentablemente hay comportamiento trucho" puesto que poco antes apareció un decreto que autoriza al gobierno a endeudarse en el exterior". Asimismo, se informa que el titular actual del Banco Central, Martín Redrado, advirtió que la iniciativa brindaría a los "fondos buitres" una oportunidad irresistible para intentar embargar el dinero que se aparte de la órbita del Banco Central, lo que, claro está, no contribuiría a mejorar nuestra relación con el ya hostil mundo de las finanzas.

Tal y como ha ocurrido en otras ocasiones, se supone que lo que realmente buscaba el impulsor principal del viraje, el ex presidente Néstor Kirchner, era impedir que el Fondo Monetario Internacional hurgara en las cuentas nacionales para entonces difundir un informe que dejara malparado al gobierno. Sucede que en las capitales principales del mundo está haciéndose cada vez más evidente el fastidio causado por la resistencia de nuestro gobierno a acatar las reglas que procuran respetar los demás. A diferencia del ministro de Economía, Amado Boudou, que quisiera acercarse poco a poco al "mundo" para ponerle fin al aislamiento financiero que tantos perjuicios nos ha causado, Kirchner se niega a abandonar su guerra santa contra el FMI, razón por la que está dispuesto a probar suerte con virtualmente cualquier alternativa, por contraproducente que resultara, como la que fue supuesta por la opción tremendamente costosa de permitir que por un rato el gobierno del presidente venezolano Hugo Chávez desempeñara el papel de prestamista de última instancia.

Como Boudou entiende muy bien, "la Argentina tiene un problema de reputación", el de haberse acostumbrado a engañar a los acreedores so pretexto de que invertir en nuestro país es una forma de agredirlo. Así las cosas, toda manifestación de heterodoxia motiva sospechas no sólo aquí sino también en el exterior. Quienes critican la decisión de echar mano a las reservas del Banco Central en lo que podría interpretarse como un intento de seducir a los acreedores y a los inversores en potencia, dicen que en efecto equivale a usarlas para gastos corrientes y que, si bien podría ahorrarnos algunos problemas en el 2010 y, tal vez, en el 2011, planteará a los sucesores de los Kirchner un problema mayúsculo. En los años últimos, el gobierno ha aumentado muchísimo el gasto público, ya que a menos que encuentre el modo de frenar la expansión del gasto corriente llegará el momento en que el "modelo" implosionará. Para impedir que el déficit financiero adquiera dimensiones monstruosas, además de intensificar drásticamente la presión impositiva, el gobierno kirchnerista se ha apoderado del dinero disponible en los fondos previsionales privados y en organizaciones estatales que en teoría disfrutan de cierta autonomía como la Anses y el Banco Nación. Desde el punto de vista de los alarmados por la rapacidad insaciable del Poder Ejecutivo, ahora ha puesto la mano en las reservas del Banco Central sin preocuparse en absoluto por las consecuencias a mediano plazo -para los Kirchner, el largo no existe- de tanto despilfarro.

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