Martes 22 de Diciembre de 2009 Edicion impresa pag. 45 > Cultura y Espectaculos
El complejo mundo de la falsificación
Daniel Schavelzon analiza el papel de lo falso y lo verdadero en los mercados de arte y los museos en su reciente libro.

En su libro "Arte y falsificación en América Latina" el especialista Daniel Schavelzon aborda algunos de los más resonantes casos vinculados al tema y sostiene que al menos la mitad de los productos culturales del pasado "son falsos, han sido alterados o están mal atribuidos".

¿Qué es lo falso y qué lo auténtico? ¿Por qué ambos son conceptos culturales? ¿Qué roles desempeñan la oferta y la demanda en el mercado de lo falso en el arte y la arqueología? son algunos de los disparadores a partir de los cuales el autor se sumerge en este atrapante mundo donde no todo es lo que parece.

El libro (editado por Fondo de Cultura Económica) aborda casos resonantes de la historia -unos confirmados y otros no-, como que el Louvre borró la firma del autor de la Venus de Milo para hacerla pasar por una escultura de otro período o si la Gioconda que cuelga en París es auténtica o una copia de las seis que realizó en 1914 un falsario para venderlas.

Según Schavelzon, no sabemos cuál de las dos Venus de las Rocas de Rafael es la verdadera, si la del Louvre o la de la National Gallery de Londres y cada uno opina que la suya es la auténtica, mientras que se pregunta qué hacer con las aguafuertes de Durero copiadas por Rembrandt, o las tantas obras copiadas por Rubens.

"La existencia del arte tal como lo concebimos hoy necesita de lo espurio, de lo falso, de la ficción, para existir", sostiene el autor en el libro, y agrega que "no hay arte en la sociedad capitalista sin esta confrontación dialéctica entre lo original y lo falso, entre realidad e ilusión, entre sagrado y profano, entre el bien y el mal".

¿Quién legitima lo falso?

Pero, ¿quién legitima lo falso? "El tema es complicado. La autenticación la realiza el mercado en el 90 por ciento de los casos, especialistas, marchands, la familia del artista, las casas de remate, y casi todos ellos tienen intereses concretos, son jueces y parte, lo cual los hace poco creíbles", dice Schavelzon en diálogo con Télam.

"Además, los expertos son pocos y caros. Y cuando las falsificaciones son muy buenas, muy antiguas, o cuando son más las atribuciones, es difícil técnicamente resolverlo", asegura este reconocido arquitecto y restaurador de monumentos arqueológicos.

Mientras que la mitad de los productos culturales del pasado generan sospechas, los museos los atesoran y los exhiben, a la vez que consideran la falsificación con un mero hecho policial, desgrana en su obra el también autor de "Arqueología de Buenos Aires" y "Las ciudades mayas".

"Durante mucho tiempo, lo que hicieron las instituciones fue esconder en vez de abrirse, y uno de los pedidos de este libro es que abramos el juego: si es falso digámoslo, publiquémoslo, exhibámoslo para mostrarle a la gente lo que es y que la gente aprenda. Es la única manera de combatir la falsificación", propone.

"Creo que en los últimos diez años el tema cambió profundamente porque hay una nueva camada de investigadores que no tiene prurito en decir lo que piensa, y empezaron a analizar, publicar, discutir, y los museos han empezado a aceptar que tienen cosas que no son auténticas o que están mal atribuidas", explica.

Schavelzon cuenta que hace poco estuvo en el Metropolitan de Nueva York, en la sala de arte de Chipre, fundada por un italiano que -luego se supo- armó piezas falsas a partir de fragmentos que tomó de sus originales, de un siglo y medio de antigüedad.

"Las esculturas están expuestas con un cartel muy chiquito que dice ´estas piezas fueron traídas cuando se fundó el museo, probablemente sean falsas o no correspondan las partes entre sí´ y me pareció una manera elegante de contar la historia y también de mostrar la pieza. Creo que eso es lo que tenemos que hacer: abrir en vez de cerrar". (Télam)

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