Mientras todo el mundo estaba prestando atención a los resultados de la primera vuelta electoral de Chile el 13 de diciembre, en la que ganó el candidato de centroderecha Sebastián Piñera, hubo otro acontecimiento que pasó casi inadvertido, pero que probablemente será recordado como un evento mucho más importante en la historia de ese país.
En una reunión realizada dos días después en París, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el club de las treinta democracias más ricas del mundo, invitó formalmente a Chile a convertirse en un país miembro.
Se había postulado para integrarse a la OCDE hace dos años -junto con Rusia, Israel, Estonia y Eslovenia- y fue el primero en ser admitido de ese grupo. Chile se convertirá así en el primer país sudamericano miembro de la OCDE tras una ceremonia oficial programada para el 10 de enero en Santiago.
Es probable que el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet haya querido minimizar la importancia de la reunión de París para poder darle mucho mayor relieve mediático a la ceremonia que se realizará en Chile y utilizar ese evento para darle un espaldarazo al candidato presidencial de la coalición de centroizquierda gobernante, Eduardo Frei, en la segunda vuelta electoral del 17 de enero.
Sin embargo, los gobiernos de centroizquierda chilenos de las últimas dos décadas merecen todo el crédito por haberle demostrado al resto del mundo que existe en Latinoamérica una izquierda moderna, globalizada y financieramente responsable, que ha logrado reducir la pobreza más rápido que cualquiera de sus contrapartes de la región. En un continente donde abundan los demagogos que usan eslóganes izquierdistas como excusa para acaparar poderes absolutos y permanecer indefinidamente en el poder, lo de la izquierda chilena no es un logro menor.
En una entrevista telefónica desde la reunión de la OCDE en París, el ministro de Finanzas chileno Andrés Velasco me recordó que su país ha reducido la pobreza del 40% de la población a principios de la década de 1990, al 13% el año pasado. La pobreza extrema, a su vez, ha bajado al 3% de la población.
Cuando le pregunté cómo explica el éxito chileno, Velasco mencionó entre otros factores el que después de una época de violencia política y turbulencia económica, en la década de 1970, se forjó en Chile un nuevo consenso nacional en favor de la estabilidad y los equilibrios económicos.
Más recientemente, dijo, la decisión del gobierno en el 2006 de ahorrar parte de los ingresos del reciente boom latinoamericano de exportaciones de materias primas para crear fondos de reserva -o sea, el ahorrar en años de vacas gordas para los años de vacas flacas- demostró ser una bendición cuando se produjo la crisis mundial este año. Se calcula que la economía chilena crecerá un 5% en el 2010, agregó.
"En Latinoamérica siempre hemos tenido una sucesión de auges de los commodities que terminan en crisis", dijo Velasco. "En Chile nos propusimos hacer lo contrario, y tuvimos éxito".
ANDRÉS OPPENHEIMER (*)
(*) Analista internacional