NEUQUÉN (AN).- Horacio González, el director de la Biblioteca Nacional, ya habló dos horas sobre buena parte de la historia del peronismo, sobre la vida y la obra de John William Cooke, de las cartas que éste mantuvo con Juan Domingo Perón, y ya habló también de Ernesto "Che" Guevara. Es decir: Horacio González habló sobre buena parte de la historia argentina y latinoamericana del siglo XX y los ecos profundos que los sucesos que acaba de reseñar siguen propagando en el presente. Cuando se cree que lo único que añora es tomar un vaso de agua y salir a almorzar con algunos docentes universitarios, acepta sortear el último obstáculo de unas cuantas preguntas: esto equivale a decir que acepta seguir hablando y entregarse a esas prodigiosas digresiones de las que una y otra vez sale airoso para retomar la senda inicial de una idea.

-¿En qué piensa cada vez que se dictamina el certificado de defunción del libro, con el auge de los nuevos dispositivos digitales de lectura?

-Creo que el libro va a seguir independientemente de que alguien lo diga. Es un error pensar las tecnologías como supresivas. Habrá una gran cantidad de personas que considerará mejor leer libros digitales. De hecho habrá una gran inversión en la Feria de Frankfurt (2010), que en un 30% estará dedicada al libro electrónico. En algún momento va aparecer ese mismo porcentaje en el lector real. Pero como una convivencia. El libro seguirá siendo un objeto irreemplazable pese a las nuevas tecnologías. Los medios digitales más avanzados intentan ser un simulacro del libro. Creo que hay una fisicalidad, un contacto visual, olfativo, que pertenece a un género de experiencia que no puede tener un segundo grado que la sustituya, una segunda gradación de la verdad: el libro electrónico y su virtualidad. Me parece que deben convivir. No hay ninguna experiencia nueva que no aprenda de la anterior. Se puede producir algo parcial, como la coexistencia de la radio y la televisión, que ha potenciado la radio.

-¿La cuestión física sería lo irreemplazable?

-El libro tiene la interesante consecuencia de que acota el flujo de la realidad. Un acotamiento que cierra lo que sería el producto de ese flujo permanente de información que, en definitiva, es la locura. El libro arroja la calma de su cautela: ser un objeto que tiene su espacialidad y temporalidad definida a priori. No se puede decir lo mismo de los medios digitales.

-¿Usted dijo que el blog tiene poco futuro?

-No, me pusieron un título en un diario ("Clarín"). Yo dije que el blog va a originar nuevas formas de escritura. Pero, por cierto, no toda la escritura de blog me interesa. Lo que no me gusta es la escritura anónima, la injuria fácil, eso reproduce el estado en que se ha hundido la opinión pública. Que en forma importante está invitada a opinar de forma anónima en términos muy necios e injuriantes. Toda la opinión que se recoge en la edición electrónica de los diarios es terrible: de algún modo me aparece como si los grandes diarios anunciaran la muerte del periodismo. Muchos, con cualquier cosa terrible que nace de una cloaca, imponen un tema.

-Culturalmente, la ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales ¿es el hecho más trascendente del kirchnerismo?

-Sí. Por eso espero que este Parlamento no cometa el error de pensar que es una ley tratada sólo por un momento de lucha política. El hecho de invitar a fuerzas sociales, institucionales y agrupaciones de todos los sectores a tener su propia forma de expresión mediática es casi una revolución silenciosa para un país. Sin embargo, yo lo veo, además, como una invitación a que la palabra cunda de una manera más diversificada y a que haya nuevas formas de expresión, incluso artísticas. Ahora, yo no creo que el trabajo de la ley esté consumado en el mismo texto, con lo importante que me parece que es.

-¿Lo ve como un primer paso?

-Yo creo que se abre paso al debate sobre la regulación de una nueva gramática. Es un incentivo al uso del lenguaje que nuevos focos creativos puedan formular. Yo confío en que eso ocurra y me parece un avance sustancial. Porque, si no, puede pasar que un grupo de jóvenes entusiastas salgan de la carrera de Ciencias de Comunicación, hagan su radio y se repita la forma del lenguaje de la televisión central. Con las mismas lógicas de verosimilitud y de retóricas. El actual tiene que ser un gran momento de creatividad en términos de lenguaje e imágenes. Y ahí veremos los aspectos positivos de la ley, cuyas dificultades en el debate no desconozco, pero así salen las grandes leyes. Tampoco el motivo de una ley podía haber sido sólo condenar una experiencia de base económica, como el caso de "Clarín", aunque se haya proyectado en forma monopólica. También la ley se ocupa de crear un escenario para que otros tejidos culturales encuentren su espacio.

-¿Se agotaron los principales ejes del discurso de los Kirchner?

-Considero que hay un discurso que intentó generar un quiebre respecto de la historia anterior, introduciendo de una forma más vehemente la cuestión de los derechos humanos, entre otros tópicos. Se construyó un pensamiento que retomó una memoria más amplia sobre el papel del Estado. Ese discurso que incluía a la crítica del neoliberalismo prosperó en los primeros años del gobierno. Y el modo en que construyó su política alrededor de aglutinar voluntades. Este discurso se encontró con intereses y fue refutado por la oposición, con un discur-so de los derechos humanos oportunis-tas y del nuevo papel de la fortaleza del Estado visto desde la derecha como inoportuno y que desde la izquierda sonaba a hueco. En algún punto el kirchnerismo elaboró un discurso intermediario, que en estos momentos está siendo cuestionado porque no tiene la sustancia que hace potente a los discursos. Es un poco el debate argentino actual. En ese sentido creo que el kirchnerismo está viviendo una situación de acechanza y relativización de su discurso.

-¿Qué debe modificar para subsistir?

-Siempre hablando de discursos, me parece que el kirchnerismo debe reproponer grandes temas para la atención pública. La vocación política debe ser recolocada en un lugar más digno en la Argentina. Creo que le toca a la fuerza política gobernante hacer esa gran invitación a todos, ¿no? Y debe hacer más sutil el instrumento parlamentario. La esfera parlamentaria debe ser un gran foro de debates. Y un aspecto central: la transformación social que merece toda sociedad, que en este caso está anunciada, debe ser expuesta de manera más clara, sin la menor duda. En este sentido, me parece que se vienen dos años de debate que pueden equivaler a 20.

-¿Qué Congreso prevé tras el cambio que provocó la última elección?

-Las complicaciones serán evidentes. Pero también se produce una indagación básica: esa oposición que une a (Francisco) De Narváez con aspectos importantes del centroizquierda, en el nuevo Congreso, no puede tener potencialidad fundadora en la Argentina. Algunos podrán pensarla como fundacional. No creo que tenga esa virtud. Poco interesante sería un país que se funde con candidatos a presidente que están en esa coalición momentánea, de antecedentes tan disímiles.

Esa heterogeneidad no puede ser tan injusta de fundar un país de nuevo sobre las bases de rechazar todo lo que se hizo antes. Lo que ocurrió con el nuevo Congreso tiene una carga de novedad frente a la cual el gobierno deberá adecuarse y extremar al máximo su reforma imaginativa de la política, algo que no es muy abundante en la Argentina.

El bicentenario y la Biblioteca

NEUQUÉN (AN).- Horacio González es autor de una importante obra como ensayista. En este rol fue invitado por la Universidad Nacional del Comahue a dictar dos conferencias, organizadas por las facultades de Economía y de Ingeniería.

En una de ellas se ocupó del pensamiento de John William Cooke, ex diputado nacional peronista y delegado personal de Juan Domingo Perón durante un tramo de su exilio; en la otra abordó el bicentenario que el país se apresta a celebrar en 2010.

González es uno de los intelectuales del espacio denominado "Carta Abierta", vinculado al kirchnerismo. Fue fundador de la revista cultural "El Ojo Mocho" y publicó varios libros y ensayos, entre los que se encuentran: "La ética picaresca" (1992), "Decorados" (1993, en colaboración con Eduardo Rinesi), "El filósofo cesante" (1995) y de su labor más reciente: "Retórica y locura, para una teoría de la cultura argentina" (2002) y "Filosofía de la conspiración" (2004) , "Perón" (2006) , "Escritos en carbonilla" (2004).

En la entrevista con "Río Negro" dijo que el bicentenario es una "oportunidad para confrontar el pasado con el presente". "En este análisis de la historia argentina, está claro, hay textos (realidades) ante los que cada uno elige pararse y hacer su homenaje", agregó. El director de la Biblioteca Nacional dice que lee "de manera salteada", que todavía no se conmovió "leyendo algo frente a la pantalla" de una PC y que está escribiendo una historia de la Biblioteca Nacional, que también el año próximo cumplirá 200 años.

Fernando Castro
fcastro@rionegro.com.ar