Un emocionante documental titulado "La pérdida", que se centra en los exiliados de la dictadura argentina, acaba de obtener un merecido reconocimiento internacional. Dirigida por el español Javier Angulo (hermano del ex embajador español en Argentina Carmelo Angulo) y por el director argentino radicado en España Enrique Gabriel, ha ganado el primer premio en su categoría en el Festival de Cine de La Habana. Éste es el segundo galardón que recibe el filme, dado que en el Festival de México obtuvo un segundo premio en la categoría de documentales.
La película está basada en los testimonios de distintas personalidades de la cultura y la ciencia de Argentina que tuvieron que escapar del país huyendo de la Triple A o de la dictadura militar. El tema que aborda es el de la doble pérdida que supone el exilio, dado que -como afirman los directores- "por un lado el exilio es una pérdida para el que se va, pues pierde su país -y ya se dice desde los griegos que el exilio es la peor forma de tortura humana- y por otro para el país, que con éxodos masivos como el argentino se queda empobrecido y pierde esos talentos para siempre".
Entre aquellos que aportan su testimo-nio en "La pérdida" están el escritor residente en Alemania Osvaldo Bayer, los sociólogos Enrique Oteiza y Liliana de Riz, el biólogo Marcelo Cereijido, que ha realizado una importante investigación sobre la esclerosis múltiple, el cardiólogo Juan Carlos Chaques, autor del corazón "bioartificial", la matemática Cora Sadosky o la actriz Cristina Rota, fundadora de una escuela de interpretación que lleva su nombre en Madrid. Son todos argentinos que han triunfado en el exterior en sus respectivas especialidades.
Sobre el drama personal del exilio se han escrito ya numerosos artículos y libros. Pero es la primera vez que un documental logra retratar de modo tan impactante las consecuencias sociales de ese fenómeno. El filme se convierte así en un testimonio desgarrador, que refleja -como señalan los directores- "la pérdida de una generación entera para el país que lo sufre, porque cuando llega una dictadura lo primero que se propone es acabar con todas aquellas personas que pretenden cambiar el mundo, porque las ve como una amenaza. Y viendo la película se ve lo absurda que es esa postura, pues ninguno de los que salen en el filme son radicales de izquierdas y sí gente que pudo haber hecho mucho por su país".
La película deja un sabor amargo, porque obliga a reflexionar sobre un país que se especializa en expulsar a sus científicos y técnicos. Algunos deciden emigrar en busca de mejores oportunidades de desarrollo profesional, pero otros han salido forzados por circunstancias políticas. Según un estudio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la Argentina fue el país latinoamericano que más científicos y técnicos exportó en la década del 90 a los Estados Unidos. Esta medición arrojó la siguiente información: de cada 1.000 argentinos que emigraron en los años noventa a los Estados Unidos, 191 era personal especializado.
En relación con el exilio, cabe también formular otra consideración. Como ha señalado Marina Franco, autora de un conocido ensayo titulado "El exilio", para una cantidad significativa de exiliados que habían creído en proyectos radicales revolucionarios el encuentro con las consolidadas democracias europeas propició un cambio ideológico y el abandono de las viejas perspectivas. Las democracias "fugitivas" de América Latina, caracterizadas como débiles y meramente formales, eran una realidad mucho más tangible en Europa y habían permitido el progreso económico y social de aquellos pueblos en los marcos del Estado del bienestar.
Los fracasados intentos de implantar modelos utópicos por la vía violenta en América Latina habían propiciado una respuesta brutal y desproporcionada de fuerzas reaccionarias que, cegadas por el miedo, se abatieron incluso sobre seres inocentes, como bien prueba la película "La Pérdida". Por consiguiente se imponía una relectura obligada de las viejas teorías. La democracia dejaba de ser una estación de paso, meramente transitoria, en el camino iluminado al socialismo y se convertía en el modo menos traumático de posibilitar el recambio de las élites en el poder. Los exiliados aprendieron así a reconocer en la democracia el único método que permite que los ciudadanos, en ejercicio pleno de su autonomía y libertad, puedan decantar en las urnas, de un modo pacífico, sus preferencias ideológicas y políticas.
ALEARDO F. LARÍA (*)
(*) Abogado y periodista