¿Puede ser un disco de lados B el mejor de un artista? Si la respuesta es que no, pues bien, el tan polémico como brillante británico Morrissey destrozó todos los moldes y lo hizo posible en su recientemente editado "Swords".
Músico de culto de los que ya muy pocos quedan de su talento, aunque sigue llenando estadios a cada una de sus espaciadas apariciones en público, el ex líder de la emblemática banda The Smiths despachó un tremendo álbum de 18 temas absolutamente memorable.
Lo curioso es que se trata de canciones que Morrissey decidió no incluir en sus últimos tres fantásticos discos solistas, "You Are The Quarry" (2004), "Ringleader Of The Tormentors" (2006) y el de marzo de este año "Years Of Refusal".
Los tracks sí fueron editados como discos simples, también llamados lados B, que constan de dos, o máximo tres o cuatro canciones (una modalidad casi totalmente en desuso a la que empero Morrissey parece dedicarle monacal atención), con un target comercial ciento por ciento de fanáticos. De manera que ésta no deja de convertirse en una gran oportunidad para los que no lo son descubran a uno de los rockers más importantes y calificados de la historia.
El compilado tiene otra particularidad digna de mención. Tanto en su gloriosa y a su vez tormentosa época con los Smiths como en su no menos clamorosa y polémica de solista, el producto Morrissey nunca dejó de ser valioso, pero tampoco desprovisto de algunos baches, especialmente en la primera época en la que el frontman francamente desafinaba y no parecía destinado a ser lo que es ahora: además de inmenso letrista, un sólido vocalista.
"Swords", en cambio, es parejo de principio a fin y como mínimo 14 de los 18 temas podrían haber sido -lo son de por sí- auténticos hits como para que las radios se hagan un festín pantagruélico.
El disco tiene joyitas para todos los gustos, aunque prevalecen grandísimas baladas, la acostumbrada dosis de mordacidad, emotividad, ironía y crudeza en la totalidad de las letras y, como si fuera poco, una instrumentación portentosa que viste de lujo a cada una de las piezas.
Hay más en favor del disco, cual es la acertada edición del sello Polygram en cuanto a pegar los tacks de manera que parecieran enganchados por un diestro DJ, un gesto que le concede un encanto especial y adicional a la obra.
Para el pleno destaque, valga la mención de las siguientes canciones: "Good Looking Man About Town" (hay acordes árabes y guitarras distorsionadas), "Don`t Make fun Of Daddy´s Voice" (grandes altos en italiano sobre el final), "Glanglord" (comienzo heavy hasta trocar en balada, colchón de guitarras nerviosas y una genial vuelta de tuerca final), "My Dearest Love" (notable piano al frente, clima subyugante), "The Never-Played Symohnies" (onda navideña, imperdibles redoblantes de fondo), "Shame Is The Name" (en glorioso dúo con Hynde Chrissie, de The Pretenders), "It`s Hard To Walk Tall When Your´re Small" (voz en plenitud, soberbio fraseo, que repite en el único tema en vivo "Drive In Saturday", un hímnico de pura cepa de David Bowie y dos lentos como para abrazarse a quien esté a su lado, "Friday Mourning" y "Because Of My Poor Education", que podría haber integrado el ilustre repertorio solisa de Freddie Mercury (DyN)