Por donde se la vea y más allá de las creencias y convicciones, la navidad y el año nuevo son razones suficientes para empezar de nuevo, para mirar hacia adelante y por qué no hacia atrás.
Son de esas fechas que van más allá de las religiones, porque en definitiva terminan siendo grandes o pequeños encuentros familiares y de amigos que encuentran una excusa para pasar en limpio un año. Y ese año pudo haber sido bueno, muy bueno, más o menos o malo.
Y sirve para pedir, o al menos para imaginar que desde algún lugar alguien nos dará ese empujoncito para seguir, para disimular tristezas, para compartir alegrías, para guardar los mejores recuerdos, para recordar a los que no están, para buscarle explicación a lo inexplicable, para preguntarnos por qué razón unos partieron antes que otros, por qué unos sufrieron más que otros.
Entre brindis y lágrimas acumularemos recuerdos, imágenes instaladas de por vida en nuestros corazones, se nos pondrán en primer plano los momentos compartidos, los gestos nobles de los que no están.
Eso son las fiestas, donde lo religioso juega su rol para los que creen, pero los que no también se suman al encuentro y a la hora del brindis sienten que con o sin Papá Noel, les pasó a lo largo del año lo bueno y lo malo que les pasó a todos, que disfrutaron y sufrieron como los demás, porque estas cuestiones de la vida alcanzan a todos.
Por eso, la navidad y el año nuevo serán razones suficientes para ese balance postergado, para pasar en limpio lo que hicimos bien y lo que hicimos mal, para el ejercicio de memoria que es tan necesario, porque recordar es en cierto modo valorar, homenajear a los que hicieron mucho para que estemos donde estamos.
Este es mi modo de ver la navidad y el año nuevo, porque mil veces, como usted, como tantos, empecé de nuevo y puse las cosas en su lugar.
Vale el ejercicio, valen los recuerdos, valen las sonrisas guardadas de la gente que se fue, vale la de mi madre, la de los hijos de todos, vale la del amigo, vale la de mi vecina que se fue muy pronto, porque esos son en definitiva los gestos y la gente con la que convivimos de un modo u otro.
Vale el brindis, claro que vale. Eso sí, las cosas no se arreglan mágicamente, porque nunca creí que uno o dos brindis de fin de año sirvan para arreglar lo que en uno o varios años no supimos arreglar.
Todo el decorado nos hizo sentir que una y otra fiesta fueron días distintos a todos los iguales que vivimos a lo largo del año, porque son días distintos, porque más allá de las creencias no sé por qué razón, en la navidad y en el año nuevo nos invade la nostalgia, nos vienen a la mente mil cosas, buenas y no tanto.
Ojalá el balance del año sea positivo, ojalá más allá de las penas y las tristezas, haya una razón, aunque sea una, para mirar de nuevo hacia adelante y seguir. Porque de eso se trata, de seguir.
Salud por este año que se termina, por lo que pudimos hacer y por el objetivo pendiente, salud por los que compartan la mesa y por los que no, salud por el trabajo y la salud, por la lucha permanente, por la paciencia que tenemos y que nos tienen. En definitiva, salud por la vida, por estar acá, por sentir que podemos, salud por el país que no terminamos de acomodar.
Y salud por y con los lectores, muchos o pocos, que nos hicieron sentir que somos muchos los que sentimos como propias las tradiciones, la música, los recuerdos, las costumbres. Salud por los que nos dieron temas, por los que hicieron que esta columna sea también de ellos.
Ojalá la navidad y el año nuevo sean razones suficientes para seguir juntos.
JORGE VERGARA