JOHANNESBURGO (AFP) - Sudáfrica acababa de abolir el Apartheid cuando en 1995 alcanzó la final de la Copa del Mundo de rugby y el primer presidente negro del país, Nelson Mandela, llegó al corazón a sus compatriotas blancos al asistir al partido vistiendo la camiseta de los ´Springboks´.
Todo eso fue recreado en la película "Invictus", de Clint Eastwood, dedicada a ese antológico momento.
"Cuando Mandela apareció con la camiseta verde y dorada, la multitud enmudeció de golpe", recordaba el ex rugbyman John Allan, que estaba en el estadio Ellis Park de Johannesburgo aquel 24 de junio de 1995 para presenciar la final contra Nueva Zelanda. El estupor era inconmensurable: el rugby es el deporte de culto de los afrikáners, los descendientes de los primeros colonos europeos que institucionalizaron la segregación racial y mantuvieron a Nelson Mandela en la cárcel hasta 1990. "Fue increíble", añade Steven Roos, responsable de la Federación de Rugby Sudafricana y testigo del acontecimiento. "Entonces sabíamos más que nada que Nelson Mandela era miembro del ANC (Congreso Nacional Africano) y para nosotros era un movimiento terrorista". De terrorista, Mandela "pasó de pronto a presidente pero la mayoría de los blancos seguían siendo escépticos", cuenta. "Algunos incluso almacenaron comida porque pensaban que una vez que los negros estuvieran en el poder se acabaría el abastecimiento".
Y entonces apareció Mandela, elegido un año antes en las primeras elecciones multirraciales, deseando buena suerte a un equipo de un solo color, con la excepción del mestizo Chester Villiams. En la espalda de su camiseta se veía un enorme 6, el número del capitán de los ´Springboks´ François Pienaar. Una vez pasada la primera sorpresa, "todo el estadio empezó a gritar ´¡Nelson, Nelson!´", cuenta Steven Roos. Y en las gradas no tardaron en empañarse los ojos de los hinchas.
Sin embargo, el gesto de Mandela no despertaba unanimidad. "Aquella todavía era la época de la negociación" antes de adoptar una nueva constitución, recuerda Strike Thokoane, secretario general del partido africanista Azapo. "Era prematuro, tuvimos la impresión de que se rendía ante el enemigo". Con el tiempo, el analista del Centro de Estudios Políticos Aubrey Matshiqi lamenta sobre todo que "a su gesto no le siguiera una verdadera reconciliación" entre negros y blancos.
En su opinión, las relaciones entre ambas comunidades no mejorarán hasta que lo hagan las condiciones de vida de los negros. "De lo contrario, será difícil que surja un sentimiento de pertenencia común", dice.
Las desigualdades siguen siendo grandes en Sudáfrica, donde el 43% de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza es casi por completo negra. "Y sigue habiendo esa impresión de que siempre son los negros quienes tienden la mano de la reconciliación", dice Matshiqi. John Allan admite que, en el mundo de rugby como en otros muchos ámbitos, "se han hecho pocos esfuerzos por la integración de jugadores de color", lo que se refleja en el equipo del Mundial-2007, que seguía siendo muy blanco. "En cierta medida los blancos aceptaron a Mandela pero no su raza", dice Matshiqi. "Al convertirse en el símbolo de la reconciliación, enmascaró la ausencia de un cambio real en el país". "No hay que hacerse ilusiones", añade. "Durante la Copa del Mundo de fútbol 2010 verán a negros y blancos animando al mismo equipo. Pero, pasada esa euforia, no habrá más avances".