El día 6 del corriente una nota publicada por este medio daba cuenta del acto recordatorio del centenario de la creación de la escuela más austral de Río Negro, la Nº 29 de Ñorquinco, es decir una de las más antiguas de nuestro territorio.
Tal circunstancia habla por sí misma de su trascendencia, habida cuenta de que por el sólo hecho de la inhóspita geografía de su asentamiento, como a su vez la lejanía de los centros urbanos más desarrollados, se constituye en un emblema de una causa tan loable e imprescindible como es la educación del ciudadano.
Ello revela, sin lugar a dudas, la destacable decisión y voluntad de las autoridades gubernamentales de aquellos tiempos. Sumando, para tal gesta, la sacrificada voluntad de prestar servicios de todos y cada uno de los docentes que desarrollaron con ahínco la pedagogía del saber y transmitieron sus conocimientos para la adquisición de los buenos hábitos de personas de bien para su futura integración a una sociedad y nación grande, generosa y solidaria.
Cuando vimos dicha nota, nos embargó una nostalgia cargada de un gran orgullo por una circunstancia que ha quedado grabada con caracteres indelebles en nuestros corazones. Y esto es consecuencia de que, cuando corría el año 1943, las autoridades del área resolvieron fijar el destino para la prestación de sus servicios docentes en la escuela Nº 29 de una joven (de 20 años), recién graduada en Buenos Aires como "maestra normal nacional", quien residía junto a su familia en Neuquén capital. A ello se sumaba que noviaba con un chacarero de General Roca.
Todo ello nos consta porque estamos hablando de nuestra adorada madre, Juana María del Campo, quien luego de sus dos años de servicio volvió a General Roca luego de habérsele fijado su nuevo destino docente en la escuela Nº 86 "Septimio Romagnoli". Apenas regresada, a fines de 1945, contrajo matrimonio con su entonces novio, Aurelio Lorenzo Palmieri, nuestro querido e inolvidable padre.
La providencia dispuso que ambos se fueran de esta vida muy jóvenes (38 y 39 años, respectivamente). No obstante los años transcurridos, aún guardamos la correspondencia epistolar de su época de novios, la cual da testimonio del inmenso amor al pueblo de Ñorquinco como a sus queridos lugareños, alumnos a los que sentía como hijos propios.
En fin, la presente no guarda otro objetivo que homenajear a tan abnegados hombres y mujeres que, con su encomiable vocación docente, han dejado verdadero ejemplo para las futuras generaciones. Como simples ciudadanos, nos sentimos orgullosos de todos estos argentinos de bien, entre los cuales se encuentra nuestra señora madre.
La fotografía que se adjunta la muestra junto a sus queridos colegas y alumnos.
Enrique Julio Palmieri, DNI 10.155.246
María Rosa
Reinaldo Aurelio
Roca