La suspensión de las negociaciones sorprendió en cierto modo a todo el mundo ayer en la cumbre mundial de cambio climático. La razón por la cual los países africanos, apoyados luego por el grupo de los países en desarrollo o G77, bloquearon por varias horas la conferencia fue porque consideraron que no se estaba tomando en serio la posibilidad de continuidad del Protocolo de Kyoto.
Luego de varias horas de suspenso, las reuniones retomaron su marcha ayer por la tarde cuando la presidenta de la cumbre, Connie Hedegaard, dio garantías de que el debate por el Protocolo de Kyoto no se dejaría de lado. Artur Runge-Metzger, negociador clave de la delegación de la Comisión Europea, lanzó un comentario breve y contundente: "Ahora debemos apurar el paso para poder llegar a tener resultados", dijo "Río Negro", en alusión al tiempo perdido ayer. Aunque a altas horas de la noche, había rumores de que era el turno de Arabia Saudita para bloquear las conversaciones.
En la cumbre existen dos vías paralelas de negociaciones, que se crearon partir de un plan creado en Bali, Indonesia, en 2007. Y que tiene como fecha límite para generar resultados esta reunión anual de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) en Copenhague.
Por un lado, el grupo de cooperación de largo plazo trabaja en la elaboración de un nuevo acuerdo que incluiría medidas de adaptación, así como también nuevas medidas de mitigación (como el mecanismo de reducción de la deforestación y la degradación de los bosques). Por otro lado, el Protocolo de Kyoto, que es un acuerdo legalmente vinculante, establece las medidas de mitigación (reducción de los gases de efecto invernadero) y algunos mecanismos regulados por el mercado.
Las delegaciones de los 192 países miembro de la UNFCCC participan en ambas vías de negociaciones. Pero si bien los países del G77 en general buscan que el Protocolo de Kyoto continúe mediante una segunda fase, los países industrializados prefieren que se arme un nuevo acuerdo global. Una de las claves para comprender el debate es la situación de los Estados Unidos, uno de los principales países que contaminan la atmósfera. Ese país nunca ratificó el Protocolo de Kyoto, y según señalan diversas fuentes es difícil que lo haga en el futuro.
De todos modos, en la era "post-Kyoto", todo puede suceder. Incluso podría haber un segundo período de ese protocolo acordado en Japón en 1997 (cuya primera fase comenzó en 2008 y finalizará en 2012). Esto podría ocurrir de modo paralelo a un nuevo acuerdo global, que incluiría nuevas medidas de adaptación, transferencia de tecnología, financiamiento y aspectos específicos de mitigación, incluyendo la reducción de la deforestación.
Según los países del G77, en los días que restan de la cumbre tiene que haber un avance significativo en el establecimiento de mayores compromisos de reducción de los gases de efecto invernadero y de financiamiento de las posibles medidas por parte de los países industrializados, que reciben el nombre de "partes del Anexo I" en ese protocolo. Mientras que para las naciones del primer mundo, debería haber un gesto de naciones emergentes, como China, India y Brasil, para indicar un compromiso mayor.
Nuevos pasos en la Argentina
Más allá de las trabas que hubo ayer a lo largo del día, los ministros y otras autoridades de alto nivel del campo ambiental realizaron varias reuniones. Homero Bibiloni, secretario de ambiente de la Argentina, destacó que la importancia de esa cumbre es que "se están revisando las políticas de la globalización y sus impactos ambientales".
En el fondo, destacó Bibiloni, se trata de un debate en pos de un modelo de economía sustentable. "Por un lado, significa un equilibrio entre la demanda de los recursos naturales y su sostenimiento en el tiempo, con una cuota de equilibrio entre la calidad de vida y la calidad ambiental. La calidad de vida es proporcionalmente inversa a la calidad ambiental", definió el funcionario. "En Argentina tenemos que cuidar los recursos naturales y trabajar de pública y privadamente en aras de eso. No es un proceso sencillo, pero se han dado varios saltos en la Argentina en estos tiempos", opinó Bibiloni. Además, destacó que la postura argentina es que "hay una deuda ambiental que debe ser saldada por las vías de la adaptación, posteriormente tiene que haber un buen balance de fondos entre mitigación y adaptación con una fuerte participación de los sectores públicos de los países desarrollados, y una participación menor del mercado", concluyó.
LAURA GARCíA OVIEDO
Especial para "Río Negro"