Los chilenos votaron ayer mayoritariamente por el cambio, aunque eso no necesariamente asegura el triunfo de la derecha en enero.
Es claro que Sebastián Piñera comienza la campaña para la segunda vuelta como claro favorito. Su piso es el 44% de los votos conseguidos en esta vuelta, apenas 6 puntos debajo de lo que necesita para conseguir la mayoría absoluta.
Sumados sus votos, los de Marcos Henríquez- Ominami y Arrate, implican que el 70% del electorado no se sintió representado por el abanderado de la Concertación, que parece agotada tras 20 años en el poder, pese a que la presidenta Bachelet disfruta de una popularidad envidiable.
Sin embargo, no será un balotaje fácil para el empresario. El casi 20% que votó por Enríquez-Ominami es en general un electorado de centroizquierda que, aunque desencantando de la Concertación, no está convencida de apoyarlo. Su tarea será seducir a al menos un tercio de esos votantes con propuestas moderadas y progresistas que quizas enojen a seguidores habituales.
Para Frei, la cuesta es más empinada. Descontado el apoyo de los comunistas y de otras fuerzas de la izquierda dura que apoyaron a Arrate, también deberá apelar a los electoraes de Henríquez-Ominami. Sin embrago, su figura poco carismática y su gran identificación con el bloque en el poder en estas dos décadas le generan una fuerte antipatía, especialmente entre los votantes más jóvenes, que esperan una renovación del sistema político.
Para colmo, en este caso no contará con el apoyo del diputado rebelde que ha sido la sensación de esta campaña, que dejó en libertad de acción a sus seguidores, aunque fiel a su estilo ambiguo sostuvo poco antes que "no me da lo mismo que gane la derecha". De todos modos, sus votantes no son un cuerpo disciplinado y su definición es incierta. Sin embargo, el ex presidente demócrata cristiano ha demostrado un tesón a toda prueba. Ganó una interna que parecía imposible y anudó un pacto electoral con la izquierda dura, prometiendo que, esta vez sí, se producirá el cambio prometido ya por Lagos y Bachelet. Sobre todo en la renovación del anquilosado sistema político, lastrado por el sistema binominal y la repetición de figuras y estilos en los partidos políticos. Su apuesta será a un voto "anti derecha" que bloquee a Piñera.
Su gran enemigo será la abstención de los "desencantados". (Redacción Central)