Domingo 13 de Diciembre de 2009 Edicion impresa pag. 43 > Cultura y Espectaculos
María Volonté, con alma de tango
Entrevista con la cantante, que acaba de presentar su disco "Nueve vidas"

Eduardo Rouillet

María -delgada, sensual, luminosa- no puede estarse quieta un segundo: en la entrevista con "Río Negro"; en la vida. Esa fuerza interior que muchos moderan para eso que llaman madurez, María la suelta en su verbo, el aleteo de sus manos, la sonrisa desbocada, detrás de la nostalgia y el tango reo.

María Volonté. Miembro Academia Nacional de Tango, ganadora del Premio Gardel y nominada al Grammy Latino, acaba de presentar "Nueve vidas" su último compacto, tras girar exitosamente por los Estados Unidos durante dos años.

"De niña me la pasaba cantando, haciendo esas cosas, monerías, intentado escribir. Eso estaba ahí. Después, el deseo de encontrarme con su desarrollo, fue a lo largo de los años, aprendiendo a tocar guitarra, cantando con otra gente en el colegio, en peñas? Y de pronto me enamoro muy en serio de un hombre que termina siendo el padre de mis hijas. Alguien que tenía muy claro esta cosa de que es imposible que vivas con esto como si fuera ir a tomar el té con las amigas. "Lo tenés, te sale a flor de piel, es tu esencia y no podés renegarla", decía. Yo tenía un doble chip. Digamos, lo hacía todo el tiempo porque era como respirar, pero a la vez no tenía la determinación de convertirlo en una profesión. Los libros y el canto eran mi vida, mi forma de relacionarme con mis amigos, con la gente. Siempre la música estuvo ahí. Pero lo que sumó un paso más fue esta mirada desde otro lugar. Él falleció en el 92. No tenía derecho a renunciar, es un destino clamando por salir a la luz", dice ella .

Las palabras de Volonté semejan un río bajando de la montaña. No saben de pausa, alguna que otra respiración, pura energía cristalina.

"Fue una revelación poética. No sé muy bien dónde esto me va a llevar, pensé, o que significa, pero?", dice

-Por acá es.

-Por acá es y hay algo de mí que posee una natural afinidad con esta música. El tango es vida vivida a fondo. Esto de atreverse a las experiencias emocionales de un modo profundo y sin vueltas. Tiene algo trágico, eso del amor atravesado por la muerte. En muchísimas de sus letras hay olvido, abandono que simboliza también muerte. Así como hay gente con el don de la alegría blanca y sin demasiadas consecuencias, yo tengo un instinto para esa clase de drama, porque lo padecí y lo entiendo. (Sonríe). Yo soy así. Entonces, cuando me relaciono con el tango o el jazz, el fado, una composición propia, lo hago con una manera de sentir y de padecer la existencia. De celebrarla al mismo tiempo, porque también tengo el gato salvaje que grita ¡iupi! y sigamos adelante, qué bueno, levantemos las copas y brindemos porque el amor y la vida son lo más grande que hay? Pero, a la hora de la tragedia tengo un espacio que otra gente no posee.

-Hay que sostenerte. Emocionalmente, digo. Con esos contrastes de dolores por un lado, presiones por el otro, de pérdidas, búsquedas, alegrías, encuentros?

-Y sí? No es fácil? Pero, bueno, tampoco evitable.

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