"Andaba con mi guitarra cantando en plazas, galpones, lo que viniera. Explorando. No lo podía evitar. Necesitaba saber quién era yo en esta historieta. Caí una noche en un cabaret griego, se vació la pista y yo me dije: Esto es tango, es el abrazo que contiene cuando estás desesperado. Era como ese bulevar de los sueños rotos (lo dice en inglés), esa calle donde bailás, te besás, te encontrás y te vas porque en el fondo nada queda. Hay algo en el cabaret, acá o donde sea, que es tango. Esa cosa de te quiero pero no puedo, o vas a entrar en mi pasado, sos divina pero me vas a fundir? Y allí estaban marineros venidos de los más increíbles lugares en ese cabarute de la 9 de Julio. Yo necesitaba comunicarme con eso de algún modo. De golpe, me dio un ataque: arrastré una silla, la llevé a la pista bajo la única luz que había quedado encendida. La orquesta descansaba. Me senté a horcajadas y empecé a cantar "La última curda", sin decir agua va. Cada uno estaba en su historia. Era sólo mi propia locura de comunicarme. Cuando estaba promediando veo, ante mi asombro, que se paran algunas chicas y vienen hacia mí. Y casi repitieron un gesto que los clientes hacen con ellas. No imaginés nada glamoroso, vestían jean y remera? Entonces vienen y comienzan a acariciarme el pelo, otra me da un beso, me ponen billetitos en la ropa . Me morí de amor? Me aceptaban, me saludaban..." |