Viernes 11 de Diciembre de 2009 18 > Carta de Lectores
Un país arrinconado

A diferencia de su marido, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner suele manifestar cierto interés en lo que sucede en otras partes del mundo, pero así y todo el gobierno que encabeza no ha logrado articular una política exterior coherente, acaso porque sus integrantes entienden que si trataran de hacerlo tendrían que poner fin cuanto antes al aislamiento financiero que comenzó con default festivo que se declaró en diciembre del 2001. Aunque en diversas ocasiones la presidenta ha hecho gala de sus dotes retóricas para vapulear a Estados Unidos y otros países desarrollados en foros internacionales, sus esfuerzos en tal sentido no han tenido ninguna consecuencia concreta. Asimismo, a pesar del compromiso oficial, por motivos ideológicos, con la integración latinoamericana o, por lo menos, sudamericana, seguimos aislados incluso en el Mercosur a causa de la pelea con Uruguay en torno a la papelera Botnia y los enfrentamientos comerciales con Brasil. Si bien la mayoría parece estar conforme con dicha situación, la soledad así reflejada no nos beneficia en absoluto. Puede que en última instancia "la amistad" entre naciones distintas importe mucho menos de lo que suponen los propensos a celebrarla, pero sería difícil negar que nos ha perjudicado mucho el que, merced a la costumbre del ex presidente y en la actualidad "hombre fuerte" Néstor Kirchner de subordinar absolutamente todo a sus prioridades políticas personales, la Argentina se haya granjeado la reputación de ser un país díscolo que viola sistemáticamente las reglas respetadas por los demás.

En la cumbre más reciente del Mercosur que se celebró en Montevideo, Cristina procuró superar el problema mayúsculo causado por la complicidad oficial con los militantes de Gualeguaychú que desde hace años mantienen bloqueada una de las vías de acceso principales a Uruguay, calificándolo de "un pequeño punto de discordancia". Es una lástima que su marido y antecesor no lo entendiera así cuando estaba en el poder, pero al hacer del tema "una causa nacional" llevó la relación con nuestro vecino al borde de la ruptura. Felizmente para el gobierno de Cristina, la elección en Uruguay del ex tupamaro José "Pepe" Mujica le ha brindado una oportunidad para empezar a reparar los daños ocasionados por el ex presidente; aunque el mandatario electo no tiene la más mínima intención de sacrificar la mayor inversión extranjera de la historia de su país para congraciarse con una persona por la que, a juzgar por ciertos comentarios preelectorales, sólo siente desprecio, parece dispuesto a asumir una postura amable con la esperanza de que los Kirchner la aprovechen para desenredar el lío que con tanta ligereza crearon.

Por desgracia, la relación de Brasil depende de mucho más que la voluntad, buena o mala, de nuestros gobernantes. Desde que los brasileños se dejaron entusiasmar por la idea de que su país estuviera destinado a erigirse pronto en una potencia no meramente regional sino mundial, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se ha preocupado cada vez menos por los intereses de sus socios. En Montevideo, Cristina intentó recordarle que el poder implica responsabilidades mayores al sugerir que, lo mismo que Alemania en la Unión Europea, Brasil debería encargarse de reducir las "asimetrías" propias del Mercosur, pero parecería que Lula, que se ve obligado a tomar en cuenta las presiones del influyente lobby industrial paulista que está protestando contra las medidas proteccionistas del gobierno kirchnerista, no quiso entender el mensaje.

Por su condición de líder de lo que supone es una gran potencia emergente, Lula, con el resto de la elite política y económica de su país, se preocupa mucho menos que antes por la relación con la Argentina, mientras que nuestros dirigentes parecen haberse resignado a que nuestro destino sea el del "patio trasero" de un nuevo "coloso del norte". Puesto que nuestros problemas son en buena medida políticos, cuando no psicológicos, tanta humildad no puede justificarse, pero hasta que contemos con un gobierno que sea consciente de la necesidad de que el país se habitúe a adaptarse a las circunstancias internacionales, no nos será dado salir del aislamiento autocompasivo al que nos ha condenado el populismo rencoroso todavía dominante.

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