Por LEONARDO HERREROS
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Un clima de "fin de ciclo" envuelve al sistema político chileno desde el inicio de la campaña presidencial y se ha acentuado en los últimos días. Por primera vez, la Concertación de Partidos por la Democracia, nacida bajo el arco iris que derrotó al ex dictador Augusto Pinochet en el plebiscito de 1988 y que gobernó al país durante casi 20 años, ve la posibilidad cierta de pasar al llano a manos del derechista Sebastián Piñera. Las últimas encuestas dejan incluso abierta la chance de que el millonario empresario gane en primera vuelta, aunque lo más probable sea un balotaje.
La coalición, que nació en 1986 como un amplio frente de 17 partidos políticos que luchaban contra la dictadura, fue reduciéndose paulatinamente por fusiones y deserciones a los 4 de hoy (Socialista, Demócrata Cristiano, Por la Democracia y Radical Socialdemócrata) desde que llegó al poder en 1990 con el gobierno de Patricio Aylwin, que inició la transición a la democracia. Desde esa fecha, ganó las 19 elecciones de todo tipo realizadas hasta el 2008, cuatro de ellas presidenciales y mantuvo un exitoso esquema de gobierno de acuerdos que mejoró el bienestar general de la sociedad chilena, coincide la mayoría de los analistas, aunque con matices.
Sin embargo, luego del triunfo de la socialista Michelle Bachelet en el 2004 comenzó a dar fuertes signos de desgaste: falta de disciplina parlamentaria sobre proyectos importantes, la salida de destacados dirigentes del bloque oficialista (dos senadores y una decena de diputados), crisis de sus partidos políticos, casos de corrupción, un controvertido proceso de selección del candidato presidencial que terminó en la "tercera opción" de Marcos Henríquez Ominami y finalmente la primera derrota electoral a nivel nacional en las elecciones municipales de octubre del 2008.
"Debates" dialogó sobre los profundos cambios sociales que ha experimentado Chile en esta transición, sus efectos políticos y la actual campaña electoral con tres destacados analistas políticos chilenos: el sociólogo y politólogo Manuel A. Garretón (profesor en la Facultad de Ciencias Sociales de Universidad de Chile); el abogado y cientista político Carlos Huneeus, titular del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC) y Marta Lagos, experta en opinión pública y directora de la encuestadora Mori, integrante de la organización Latinobarómetro).
Desde distintos puntos de vista y valoraciones, todos ellos coinciden en un dato: estas dos décadas han sido un período de importantes cambios sociales para los chilenos, que se han reflejado poco en lo político, con una persistente estabilidad en el eje divisorio "dictadura/democracia" establecido en 1988, aunque sea diluido o sólo en el plano de los valores. También en que la Concertación tal como se la conoce hoy se termina, más allá del resultado.
Para Marta Lagos, no hay demasiados méritos en el favoritismo de Piñera, dado el desgaste natural que sufre la Concertación después de cuatro períodos. (Continúa en página 24)
"Ningún gobierno de la posguerra ha durado 20 años como éste. La pregunta es cómo es posible que se crea que se puede gobernar más de 20 años y seguir siendo democrático. La democracia necesita alternancia en el poder para ser efectiva", expresó la encuestadora. Aun así, Lagos considera que la Concertación "todavía tiene más del 50% (del voto) en el país, el problema es que no hay ´un´ candidato que lo interprete. Por eso gana la derecha". Destaca el hecho de que, aun siendo favorito, Piñera no logre superar la barrera del 50% de los votos ante una Concertación "partida en dos" (Frei/Ominami). El clivaje autoritarismo/ democracia sigue vigente, asegura. "Pinochet no está en la mente de nadie, pero sí el tema valórico", concluye.
La experta en opinión pública señala que Marcos Henríquez Ominami "es una consecuencia y no una causa. Es el quiebre de lo que yo llamo ´el zapato chino´ del sistema binominal chileno" heredado de la dictadura, que apunta a generar dos grandes coaliciones en perjuicio de terceras fuerzas o pequeños partidos. Ominami expresa una demanda a un sistema de partidos "que no logra entender lo que la ciudadanía quiere", asegura.
Manuel Antonio Garretón coincide en destacar la enorme estabilidad del voto en favor de la Concertación, tanto por razones ideológicas como por la rigidez del sistema político.
"Estamos en presencia de un padrón electoral que ha cambiado muy poco. Unos 180, 200.000 votos más respecto del que eligió a Bachelet, unos 8 millones y medio en total. Es el mismo electorado que se expresó primero en el plebiscito de 1988 y se ha venido repitiendo a favor de la Concertación en elecciones de todo tipo. Está todavía marcado por el clivaje dictadura/democracia, pinochetismo/antipinochetismo, con variaciones propias del paso del tiempo. La derecha mantiene el piso que le dio Pinochet con el 44% de los votos del plebiscito y hay un 10% que es variable, que va a uno u otro sector. Es decir, para la derecha resulta difícil ganar, pero la Concertación puede perder" si su electorado se divide significativamente. Garretón considera clave la distancia que habrá en la primera vuelta entre el primero (Piñera) y el segundo (Frei u Ominami), ya que si es poca podría estimular a los votantes del "tercero en discordia" a ir a las urnas. Si la diferencia es mucha, estimularía la abstención en el balotaje.
El sociólogo señala que resulta llamativo un comportamiento electoral tan estable en una sociedad con profundos cambios desde el retorno a la democracia.
Los cambios sociales
"Hay transformaciones estructurales y culturales enormes. Es una sociedad que ha multiplicado su PIB per cápita, que pasó de 3.000 ó 4.000 dólares a fines de los ´80 a 14.000 dólares en el 2006, que ha disminuido radicalmente la pobreza de un 45% al 13% y que ha aumentado fuertemente su movilidad social, especialmente en términos educacionales y culturales. En materia de bienestar, de crecimiento económico y superación de la pobreza ha tenido cambios muy significativos, especialmente en los sectores más populares", señala el catedrático.
Sin embargo, en lo político "ha permanecido la institucionalidad heredada de la dictadura, que mantiene y reproduce un empate político en todas las instituciones del país" y por otro lado "persiste un enorme nivel de desigualdad social". "Hay un elemento fundante del modelo, que es generador de desigualdad y de la institucionalidad que la garantiza", señala Garretón, e indica ese aspecto como un déficit de la Concertación. "Pese a los progresos enormes, no ha sido capaz de cambiar eso, que implicaría crear una nueva organización del Estado, de las regiones, en el sistema electoral, con alternativas proporcionales y nuevas formas de participación", explica. En este sentido, para Garretón el descontento de la gente se da respecto de las expectativas creadas. "Más que descontento sobre la realidad en sí, que evidentemente ha mejorado, hay descontento sobre la posibilidad de alternativas a futuro", explica.
Uno de los sectores beneficiados por la creciente movilidad social ha sido la clase media, que será clave en los comicios.
Sin embargo, para Garretón, su crecimiento y transformaciones la han desdibujado como clase social. Recordó que hasta los ´70 la clase media chilena presentaba tres características clave: estaba ligada al aparato estatal (funcionarios, profesores, profesionales públicos), tenía una ideología con "fuerte componente antioligárquico" y una "comunalidad ideológica, ya sea laica expresada en el Partido Radical o cristiana en la Democracia Cristiana". Recordó que durante la dictadura de Pinochet fueron expulsados del Estado unos 400.000 funcionarios, mediante políticas como la municipalización educativa.
En los años posteriores, a su juicio la clase media "desaparece sociológicamente" ya que no existe más "una visión del mundo, esta cierta comunalidad de intereses, de proyectos, que antes le daban la educación pública y las ideologías progresistas". Y agrega: "Hoy existen estratos medios definidos más bien por comportamientos individuales".
Estos sectores medios están actualmente más ligados a la actividad privada y tienen 12 años o más de educación, trabajan en servicios, son técnicos, profesionales o tienen pequeñas empresas. Se los llama grupos socioeconómicos C2 (media) y C3 (media baja) que conforman más de un millón y medio de familias en Chile (55% de la población) que ganan entre 800 y 2.000 dólares al mes. Las diferencias no están marcadas por la política sino por el tipo de auto que usan, el colegio pago donde estudian sus hijos o los restaurantes o teatros que visitan.
En el plano cultural, para Garretón, la desigualdad por la penetración de la idelogía de mercado en la vida cotidiana ha actuado en favor de la "descategorización" de la gente. "Quiere decir que ella se siente menos como perteneciendo a una categoría (clase media, obrero, etc.) y se dedica a la lucha por su propia vida, por su propia trayectoria, hay desconfianza en el otro", explica. "Esto hace que la política y las opciones políticas parezcan como menos significativas en la toma de decisiones".
En términos electorales, agrega que una porción de estos sectores medios podría verse seducida por el candidato presidencial de la derecha, un empresario exitoso. "Piñera representa una derecha oligárquica, pero no autoritaria, aunque haya apoyado al pinochetismo. Podría ocurrir que, a diferencia de antes, la clase media no lo rechace, muchos digan ´yo quisiera ser como Piñera´ y eso podría darle el plus para ganar en segunda vuelta", concluye.
Por su parte, el politólogo Carlos Huneeus señala como factor clave, en estos comicios, el debilitamiento acelerado de los partidos políticos, especialmente en el caso de la Concertación. "Es enorme, con una rapidez y profundidad dramáticas en los últimos dos o tres años. Por ejemplo, los activistas de campaña del oficialismo son los funcionarios públicos durante los fines de semana, porque los partidos no tienen capacidad de movilización", dice. "¿Las razones? veinte años no pasan en vano, sin capacidad de renovación, con los mismos dirigentes e ideas que se repiten y reciclan. El efecto de estar tanto tiempo en el poder y no poder renovarse", agregó.
También explicó que el sistema binominal "es un cáncer para el sistema político porque distorsiona la competencia política, que se hace entre los candidatos amigos y no con los adversarios. Favorece enormemente la reelección de los que ya están y eso perjudica la capacidad de renovación política".
Coincidió en que "sin dudas la Concertación como la conocimos hasta hoy terminó. Ante un eventual triunfo de la derecha, el cambio será mayor, pero también si gana Frei, la misma coalición no puede seguir existiendo porque los partidos, su base de apoyo, son demasiado débiles y tendrá que apoyarse en otros lados. Es un escenario muy complicado", concluyó.
