Jueves 10 de Diciembre de 2009 20 > Carta de Lectores
Dilemas en Dinamarca

Mientras que hace un par de décadas algunos científicos eminentes, respaldados por miles de "militantes" políticos, nos advertían que el mundo corría peligro de caer en un "invierno nuclear" que tendría consecuencias devastadoras no sólo para el género humano sino también para todas las demás especies animales, en la actualidad las mismas personas, o sus sucesores, dicen que merced a las actividades humanas el planeta está calentándose y a menos que tomemos medidas drásticas el impacto será igualmente nefasto. Si bien no hay ningún consenso sobre las causas de los cambios climáticos recientes o sobre lo que podría ocurrir en el futuro próximo, los convencidos de que casi todo se debe a la emisión de dióxido de carbono y que por lo tanto hay que reducirla ya cuentan con el apoyo de la mayoría de los políticos y, huelga decirlo, de la multitud de organizaciones ecológicas que surgieron luego de la implosión del "socialismo real". En la conferencia internacional apadrinada por la ONU que está celebrándose en Copenhague, los comprometidos con la idea de que tenemos que elegir entre modificar radicalmente la economía mundial y resignarnos a un desastre climático atroz llevarán la voz cantante. Si los políticos asistentes no logran alcanzar acuerdos firmes sobre una serie de medidas draconianas destinadas a limitar las emisiones de carbono, serán criticados con ferocidad, pero si de resultas del compromiso de tantos con las tesis más alarmistas optan por gastar billones de dólares en la lucha contra el carbono, podrían provocar daños económicos inmensos que perjudicarían principalmente a los más pobres.

Los debates en torno a los cambios climáticos se han politizado tanto que las opiniones de los legos, es decir de todos salvo un puñado de especialistas, reflejan sus preferencias ideológicas o, en el caso de muchos políticos, el deseo de adquirir una imagen determinada. En términos generales, quienes se afirman más convencidos de que el "calentamiento antropogénico" plantea un peligro a nuestra supervivencia son izquierdistas o progresistas y los que propenden a dudarlo son más conservadores. Es por eso, no por lo mucho que está en juego, que los intercambios entre los "calentistas" por un lado y los "escépticos" por el otro se han hecho tan amargos. Según aquellos, los reacios a abrazar la tesis antropogénica están al servicio de empresas contaminadoras, comenzando con las petroleras; a juicio de éstos, sus adversarios son a lo mejor ilusos, a lo peor fanáticos resueltos a destruir el capitalismo liberal. Por haberse politizado tanto el asunto, algunos científicos se han permitido transformarse en militantes, de ahí el escándalo ocasionado por la difusión por la internet de mensajes de correo electrónico mandados por investigadores de una universidad británica muy influyente en los que hablaban de emplear "trucos" para que los datos apoyaran sus prejuicios y de silenciar a quienes no los compartían. También confesaban su desconcierto ante el hecho de que en los diez años últimos la temperatura promedio global no hubiera aumentado a pesar del incremento del nivel de dióxido de carbono en la atmósfera.

En los países occidentales -cuyos dirigentes parecen ser los más preocupados por los cambios climáticos- la ciudadanía tendrá la palabra final. Hasta darse cuenta de que las medidas propuestas para enfriar el planeta antes de que fuere demasiado tarde costarían cantidades colosales de dinero sin que hubiera ninguna garantía de que tuvieren los efectos previstos, la mayoría pareció estar a favor de los planteos de los "calentistas", pero según las encuestas, en Estados Unidos el entusiasmo ecológico así manifestado ha disminuido mucho últimamente para alivio de los "escépticos" que se dicen persuadidos de que el gobierno del presidente Barack Obama está decidido a sacrificar la economía ya tambaleante de la superpotencia en aras de una teoría no probada. Asimismo, han influido bastante los argumentos de quienes señalan que, aun cuando estén en lo cierto los que atribuyen el calentamiento de la segunda mitad del siglo pasado a las actividades humanas, sería mucho más sensato movilizarse para atenuar las consecuencias de lo que sería intentar una reconversión económica fabulosamente costosa que podría depauperar a miles de millones de personas.

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