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Alegría, profecías y negociación | ||
Recuérdole que la línea de este diálogo con usted, hasta Navidad, es la construcción de la alegría; la perla que descubrí en la canción a María Auxiliadora: "la bendición que ampare mi alegría". Bien. ¡Auxilio, María! Parece ser que este mundo está en peligro. Inaugurada la temporada piletera en nuestra casa de Cipolletti, se dan esas charlas lánguidas, agua, sol, mate? Y con sobrino Tato intercambiábamos información acerca del 2012. Sí, el año de las profecías mayas, cuando merced a una alineación planetaria que se da cada quichicientos millones de años, habrá cambios cataclísmicos de esos de la película del mismo nombre, del Sr. Roland Emmerich. El tema central de esta alineación: el Sol emitirá tal cantidad de rayos letales para la vida, que dicho en bruto, nos incendiaremos, disminuida como está la capa protectora del planeta. Sí, usted tiene razón; es un muy buen negocio. Películas, documentales, libros, canciones, al estilo del cambio de siglo, y al final, no pasó nada con el colapso informático, si bien algo pasó: alguna gente se llenó de plata a costa de la ingenuidad de otra mucha. Lo que yo ignoraba, y Tato me ilustró mientras controlaba a su hijo Máximo -que es un amor que no necesita control, pero admitámoslo, habla bien del padre- es que otra civilización milenaria, la egipcia, y el Sr. Nostradamus, coinciden en la mentada fecha y en los cambios físicos cataclísmicos, y -esto no es menor- cambios espirituales igualmente significativos reservados sólo para los y las dignas/os de ellos. Por las dudas, siga o empiece a construir la alegría, estado de ánimo que necesita material como la paz, la empatía, la solidaridad, en fin, ese combo que no está en ninguna oferta de hipermercado. Esto se parece mucho al Juicio Final del que habla el Apocalipsis, si bien en la versión politeísta no aparece ningún Dios juzgando. Se terminó, y chau. Aclárole: soy influenciable. Las profecías me dan vueltas en la cabeza y si bien hice de abogado del diablo retrucando que si yo busco determinados hechos dramáticos y los enhebro con cierta lógica llego a la catástrofe -exactamente como hacemos todos los días cuando nos explicamos una situación-, la cuestión me preocupa. Y ocupa. Me preocupa porque no hacen falta profecías para lo que los ambientalistas y científicos de todo el mundo nos están advirtiendo acerca del calentamiento global y lo que pasará en sólo veinte años si la temperatura de la Tierra sigue aumentando como hasta ahora. Ya hay cambios dramáticos: tsunamis, huracanes, tornados, sequías extremas, en proporción y poderío crecientes. Está inventado el término sociológico: la "emigración ambiental" que ya provoca el 60% de los desplazamientos masivos. Mi pregunta, para pasar a ocuparme, es: ¿será el hombre la única especie que ha destruido su sentido de supervivencia? No sé. Lo que sí sé es que si las cosas vienen mal, se salvarán los poderosos en riqueza material e informática. Ya deben estar tramando algo. "La especie" se salvará. Nosotros, los millones de seres humanos que no fuimos los principales responsables del asunto, no nos salvaremos. ¿No es injusto que se salven los que provocaron el desastre? Así que ayer, caminando por mi hermoso bosquecito neuquino, cielo azul, pinos verdes, bardas amarronadas, pájaros y olores y sonidos del silencio humano, negocié con Dios. ¿Qué? ¿Solamente Graciela Alfano va a negociar con Dios? En realidad, me dirigí a su Madre, porque ya se sabe, las madres son más compasivas que los dioses masculinos. No se ría. Hay precedentes mucho más ilustres que la Alfano. El Sr. Lot, dice la Biblia, negoció a raíz de la decisión divina de destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra. Apenas zafaron algunos. Sin embargo, esta Señora, María, adelantó el tiempo político-espiritual de su Hijo, cuando lo mandó a hacer un milagro, y Él tuvo que hacerlo. Pero esta negociación será tema de nuestra próxima charla. Sigamos construyendo la alegría, porque es fundamental para el éxito de tamaña empresa global. | ||
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